Madrid. Joaquín Sorolla, el pintor de la luz y del mar, también lo fue de la niñez y su candidez, su risa, su ingenuidad y hasta su dolor frente a la enfermedad, la pobreza o la muerte. La Fundación Museo Sorolla de Madrid presentó la exposición La infancia en la pintura de Sorolla, en la que aborda esta faceta del genial artista valenciano, en que hay desde los retratos realizados por encargo, los cuadros con los que inmortalizó a sus propios hijos y las obras de más contenido social, en los que se muestran las penurias de los niños en una época especialmente convulsa en Europa, en la que hubo guerras, epidemias y hambre.
Sorolla nació en Valencia en 1863 y murió en Madrid en 1923. Su época le permitió ser testigo de la transición de dos siglos vitales para la humanidad, con la ebullición de la revolución industrial, el cambio de ciclo en una Europa plagada de conflictos étnicos y políticos, la irrupción de las tensiones ideológicas por el auge del marxismo y el comunismo y, finalmente, la Primera Guerra Mundial, que arrasó la mitad del continente y dejó decenas de millones de muertos. Asimismo, fue una época en la estaban en ebullición las vanguardias y se seguía mirando con devoción a los grandes revolucionarios del arte durante el siglo XIX.
Sorrolla, quizá el pintor de origen valenciano más celebrado y admirado de la historia, quedó huérfano a los dos años. De ahí la enorme entrega con la que asumió la paternidad de sus tres hijos y con la que dedicó gran parte de su trabajo como artista para retratar escenas cotidianas de niños, ya sea jugando en la playa, con el mar Mediterráneo rozándoles el cuerpo, con el cielo azul intenso iluminándoles el rostro y la mirada.
El reverso de la dicha
Se calcula que Sorolla pintó alrededor de 500 retratos a lo largo de su vida, de los cuales, 10 por ciento eran de niños. Y no sólo de sus tres hijos, sino también de amigos y familiares o de pequeños que conoció en hospitales o residencias de huérfanos.
La exposición inaugurada en Madrid propone una aproximación al mundo de la infancia en la España de entresiglos, con un acercamiento diverso, que se inicia en el núcleo de la intimidad familiar, donde las maternidades acaparan todo protagonismo, pasa por la representación magistral de los propios hijos del pintor, se abre luego al ámbito del estatus social y culmina captando el mundo de las faenas de los niños, que no sólo pasan por las esperadas del juego o el estudio de los menores en las clases más pudientes, sino también por el trabajo o el desamparo en las clases populares. Finalmente, se aborda el reverso de la dicha, la enfermedad o la mortalidad infantil.
Se hizo una cuidada selección de obras, que incluye los cuadros más conocidos del pintor, como las famosas escenas de “alegría del agua”, el cuadro La hora del baño, en el cual la luz rebota en las enormes telas blancas y brilla en las olas, y presenta también, por primera vez al público, pinturas procedentes de colecciones privadas, como retratos infantiles por encargo.
Pero más allá de los hijos de familias burguesas acomodadas que posan en los retratos, o de los que pasan el tiempo estudiando o jugando despreocupados, en la muestra hay otros protagonistas, los niños de clases sociales humildes que deben trabajar para contribuir al sustento de sus familias.
De igual modo, Sorolla utiliza el mar para representar la enfermedad en la infancia, como podemos ver en Estudio para ¡triste herencia! Esta vez el agua oscura y amenazante será el telón de fondo de estos niños que carecen de la salud que tienen el resto de pequeños de playa que pueblan otros cuadros del pintor. O cómo la maternidad gozosa que va unida a la alegría por la llegada de los hijos tiene un reverso perverso, que es la pérdida de los mismos, tal y como se puede ver en Cabeza de niño en el lecho, que se expone por primera vez.
Son obras celebradas por su temática y su técnica, ya que muestran su cercanía a las vanguardias del momento. Tal es el caso del cuadro Elenita y sus muñecas, pintado a base de manchas de color, de pinceladas libres que parecen caminar hacia la abstracción, y en el que se ve a su hija pequeña bajo el sol como su amplia mirada social.
Sonia Martínez y Covadonga Pitarch, curadoras de la muestra, indicaron que ésta cuenta con varios préstamos importantes de la Fundación María Cristina Masaveu Peterson. Uno de los préstamos estrella es sin duda La hora del baño (1904), de la colección de la empresaria española Esther Koplowitz, con niños disfrutando despreocupadamente del mar frente a los pescadores que faenan y mientras la luz brilla de manera espectacular en las olas.
La muestra seguirá en Madrid hasta el próximo 19 de junio.