El sillón de José Vasconcelos se va haciendo grande, enorme, y su oficina en la Secretaría de Educación Pública (SEP) pareciera que cada día va quedando vacía, abandonada, sola.
La responsabilidad de quien está al frente de esta dependencia es inmensa y, lamentablemente, la esperanza de tener al fin a un maestro al frente de la educación nacional ha quedado empañada bajo la sombra de la desilusión magisterial, el desamparo y la opacidad.
El paso de Delfina Gómez por la SEP ha resultado gris y nada distinto a sus antecesores de los gobiernos emanados del PRI o el PAN. No lo digo sólo por los recientes señalamientos de corrupción en los que se ha visto involucrada y que fueron confirmados por la sentencia del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación sobre el cobro de diezmos a los trabajadores del municipio de Texcoco; sino por el abandono al sistema educativo nacional, la pobre implementación de las políticas y acciones educativas y la aún pendiente revalorización del magisterio.
Sin embargo, más allá de funcionarios, líderes sindicales y cambios legales, el sistema educativo camina gracias al esfuerzo independiente, de organización y cooperación en cada comunidad educativa. Ejemplos sobran.
Ante la pandemia surgieron redes autónomas de tutoría y acompañamiento docente que, ante la falta de opciones de profesionalización y desarrollo continuo por parte de las autoridades educativas y sindicales, fueron los maestros quienes comenzaron a compartir experiencias, estrategias y análisis de los contextos en el que desarrollaban sus tareas, logrando crear alianza con sus pares para tratar de enfrentar las diversas situaciones.
También comenzaron a surgir nuevos materiales de trabajo que tomaban en cuenta la coyuntura de su comunidad más allá de lo que marcaban los estandarizados contenidos del programa Aprende en Casa. Estas herramientas creadas con recursos propios fueron socializadas y utilizadas, en su mayoría, en comunidades de alumnos de bajos recursos y de situaciones vulnerables, donde no llegaban los beneficios de las herramientas digitales, como computadoras, celulares o Internet.
En consecuencia, hubo mayor participación e involucramiento de tutores y padres de familia en estos procesos, mejor comunicación y apoyo con escuelas, docentes y directivos y un espíritu renovado de cooperación y empatía con la labor educativa.
Finalmente, también creció la exigencia por la mejora de condiciones de trabajo y la organización colectiva más allá de las tradicionales instituciones sindicales. Estas nuevas formas de demanda surgen a raíz de la precariedad en los contextos en los que se desarrollan, la falta de servicios médicos y de salubridad, los bajos salarios y nulos apoyos por parte de las autoridades o de los sindicatos.
De una forma u otra la educación no ha parado. Incluso, podría no haber titular de la SEP y el sistema seguiría avanzando.
La silla de Vasconcelos es demasiado grande para una persona, pero ante ese vacío, el colectivo magisterial tiene los elementos y la autoridad moral para llenarla.
* Periodista especializado en temas educativos.
Director de Educación Futura
Twitter: @elErickJuarez