Arribar al mercado laboral ha sido por décadas un trayecto cuesta arriba para las mujeres latinoamericanas: menores salarios o remuneraciones iguales a las de sus pares hombres aunque tengan una mayor carga de trabajo. A las injusticias ya descritas antes de la pandemia, los efectos que desencadenó el covid-19 hicieron que la participación laboral femenina retrocediera 18 años, de acuerdo con estimados de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
El organismo exhibe que si bien la crisis afectó prácticamente a toda la población de América Latina y el Caribe e implicó un aumento en los niveles de pobreza y pobreza extrema a niveles de hace dos y casi tres décadas, la mayoría de la población pobre es mujer y está marginada del mercado laboral, incluso si participa en él. La población femenina es la más dependiente de las transferencias de gobierno como ingreso único.
En México, donde se eliminó un sistema de cuidados infantiles para dar apoyo a madres trabajadoras, en lugar de reformarlo y sanearlo de prácticas de corrupción, prácticamente hay una mujer laborando por cada dos hombres. Esta marginación de la fuerza de trabajo a su vez provoca que por cada 100 hombres pobres haya 107 mujeres en la misma condición.
Relegadas a las tareas de cuidado y hogar, que no suelen ser remuneradas, una de cada tres mujeres mexicanas no tiene un ingreso propio. De hecho esta proporción avanzó de 33.5 por ciento en 2018 a 35.5 por ciento en 2020, de acuerdo con el reporte de la Cepal.
No hay una política de cuidados en marcha que quite carga de trabajo no remunerado o legislación que garantice un piso parejo en salarios y facilite la inclusión de las mujeres al mercado laboral en condiciones justas.
Maquillan la situación
No obstante, las transferencias de gobierno han disfrazado esta precarización de la condición femenina. Si se consideran las transferencias no contributivas del Estado como un tipo de ingreso, en México el número de mujeres que no perciben nigún tipo de ingreso propio pasó de 25.5 por ciento en 2018 a 29.4 por ciento en 2020.
La Cepal destaca que en el promedio de América Latina, la proporción de mujeres que no reciben ningún tipo de ingreso propio pasó de 24.8 a 25.8 por ciento en esos mismos años, y si se excluyen las transferencias no contributuivas del Estado lo hizo de 32 a 36.7 por ciento.
“En la Argentina, Costa Rica y México, si bien el efecto de las transferencias no logra reducir la población sin ingresos propios en comparación con cifras antes de la pandemia, estas son fuente exclusiva de ingresos de más de 5 por ciento de las mujeres en cada uno de estos países.”