Cada vez que un ser querido se muere queda un huequito en el corazón; cuando pasa la vida y se acumulan los años, se va llenando de agujeritos por donde se cuela la tristeza y la nostalgia. En el nuestro, recientemente se abrió uno grande con el fallecimiento de Sergio Zaldívar Guerra, compañero muy querido de la tertulia del Convento.
Esta cofradía de amigos, que se reúne mensualmente desde hace 23 años, nació con el anfitrión don José Rogelio Álvarez, padre de la Enciclopedia de México, quien a lo largo de 13 años –hasta su fallecimiento– nos recibió con notable generosidad en su casona de la calle del Convento, en Coyoacán.
Tras su partida, las tertulias continuaron en las distintas casas de los integrantes: Gonzalo Celorio, Eduardo Matos, Vicente Quirarte, Silvia Molina, Felipe Garrido, Sergio García Ramírez, Carmen Parra, Hernán Lara Zavala, Eugenio Aguirre, José María Muriá, Mónica del Villar, la autora de estas letras y Sergio Zaldívar.
A sus 87 años era asombrosa su vitalidad y pasión por la vida. Frecuentemente se iba manejando a Puerto Vallarta a su pequeño departamento a la orilla del mar, donde desplegaba sus dotes culinarias.
Estudió la carrera de arquitectura en la UNAM y un posgrado en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de la Sapienza, en Roma, Italia, que fortaleció su interés por la salvaguarda de la arquitectura monumental de México. Años más tarde, llegó al sitio idóneo para materializar sus conocimientos: la Dirección de Sitios y Monumentos del Patrimonio Cultural del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. El antiguo Conaculta que habría de convertirse en la actual Secretaría de Cultura.
Ahí emprendió una incansable batalla para convencer a las autoridades que apoyaran el salvamento de la Catedral Metropolitana, que estaba a punto de desplomarse por los severos hundimientos diferenciales. Para darnos una idea de la gravedad de la situación, baste decir que a lo largo del último siglo el monumento se había hundido, de manera desigual, más de 8 metros.
Zaldívar conjuntó a un notable grupo de científicos nacionales e internacionales para resolver cómo enderezar el monumental edificio del siglo XVI, que se construyó sobre restos de construcciones prehispánicas en el suelo fangoso de los antiguos lagos. No era un reto menor: se buscaba su rectificación geométrica para disminuir las deformaciones que presentaba su estructura. Con gran audacia y profundo conocimiento, se diseñó una revolucionaria técnica que, a través de un proceso de subexcavación que nunca antes había sido hecho en otra parte del mundo, entre 1989 y 2000, logró mejorar su estabilidad y la salvó del desplome.
Hay que mencionar que hace un tiempo grabamos al arquitecto Zaldívar para un programa de Canal 11, de la serie Crónicas y Relatos de México (está en YouTube) y durante el recorrido por la catedral, manifestó su preocupación porque los instrumentos para monitorear los hundimientos –que por supuesto van a continuar– en su mayoría no están funcionando.
En esa ocasión visitamos también Palacio Nacional, donde realizó un importante rescate. En el programa se puede ver cómo el hermoso patio de honor, el central y demás espacios históricos estaban invadidos por talleres para reparar autos oficiales, un desordenado cuartel militar y salones convertidos en tienditas.
También volvió a la vida el salón del Congreso de 1857, la antigua tesorería, sacó a la luz vestigios de las casas de Cortés y consolidó el ala norte del recinto que tenía daños estructurales.
Asimismo, intervino en la antigua colegiata de la Basílica de Guadalupe el edificio del marqués del Apartado, el antiguo Arzobispado y los templos de los Santos Reyes de Metztitlán, Hidalgo, y de Santa Isabel Tepetzala, en Puebla.
A todos estos grandes méritos se suma el haber sido un amigo generoso, no exento de controversias por su temperamento, pero siempre abierto y dispuesto a compartir sus notables conocimientos.
Unos días antes de su muerte, mandó al chat de la tertulia el siguiente mensaje: “Queridos tertulianos, creo que me voy despidiendo, en una hora se meten a mi corazón que está fallando... un abrazo”.
En octubre, convocó con insistencia a la primera reunión presencial de la tertulia en su casa del sur de la ciudad, reflejo de su original personalidad, con libros, buenos cuadros y un árbol en el medio del comedor. Iba y venía acompañado por Flor González, su inseparable compañera y también brillante arquitecta, para llevar deliciosas viandas a la mesita que improvisó en su lindo jardín selvático. El festín se coronó con un enorme filete que cocinó en una parrilla enfundado en un colorido mandil.
Termino con las palabras de Carmen Parra, la querida pintora de la tertulia: “Gracias, Sergio, por tu pasión, por este delirante país, buen viaje al Olimpo de la arquitectura, seguramente construirás una catedral de nubes donde habrá coros de ángeles...