No deja de impresionar la manera en que Alemania cultiva lo que aquí se ha llamado la cultura del recuerdo o de la memoria. Tras la puerta de Brandenburgo, la iglesia de la Memoria, en el centro de Berlín, es el monumento distintivo de la capital alemana. La singularidad de este templo evangélico es la imagen que proyecta, los restos de un pasado reciente de guerra que no se debe olvidar. La construcción original de la iglesia de la Memoria fue levantada entre 1891 y 1895 en estilo neorrománico en honor el emperador Guillermo I.
Se ubica al comienzo de la calle más importante de Berlín, la Kurfürstendamm, atractiva vía en que se encuentran desde establecimientos de los mas afamados diseñadores hasta los concurridos puestos de salchichas o de Döner Kebab, la comida rápida que la comunidad turca instaló en Alemania.
Alemania es un país que carga con heridas que no han logrado cicatrizar. El pasado 27 de enero marcó el inicio de las conmemoraciones que aquí se llevan a cabo por los 77 años del fin de la Segunda Guerra Mundial. Las efemérides recuerda la liberación del campo de concentración y exterminio de Auschwitz, hoy territorialmente en el sur de Polonia. Ahí fueron asesinadas más de un millón de personas bajo un complejo y ordenado sistema de exterminio que ha sido considerado la industrialización del asesinato. Un país con un pasado de guerra reciente conserva fracturas que no han logrado reparar tan fácilmente.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, los bombardeos que sufrió Berlín, capital del tercer Reich y punto neurálgico del gobierno nazi, destruyeron más de 90 por ciento de la ciudad. En 1950, cuando se planeaba la demolición de la iglesia, tras una iniciativa ciudadana, los restos se convirtieron en un monumento conmemorativo. Entre 1959 y 1961, se llevó a cabo una nueva construcción por parte del arquitecto Egon Eiermann, un moderno complejo que imprime un contraste incomparable entre el pasado y el presente alemán.
El interior de la llamada iglesia nueva cuenta con una especial iluminación en tenues tonos azules producto del reflejo de los cristales del mismo tono empleados en su construcción, dentro, el nuevo edificio invita al visitante a la reflexión después de haber recorrido la exposición fotográfica que está instalada dentro de la parte de las ruinas de la iglesia. La muestra da testimonio de la belleza y monumentalidad de Berlín antes de los bombardeos, así como el lamentable estado al final de la guerra.
Desde entonces, Berlín es una ciudad en permanente construcción, que parece reinventarse una y otra vez. Tras la caída del muro en 1990, Berlín Occidental y Berlín Oriental se unieron para convertirse en la capital alemana y la ciudad más poblada del país con alrededor de 3 millones y medio de habitantes, donde conviven más de un centenar de nacionalidades dando a esta metrópoli el atractivo carácter multicultural del que goza hoy en día.
Alia Lira Hartmann, corresponsal