La editorial independiente mexicana Grano de Sal pone en circulación una redición aumentada del libro Necesidad de música, artículos, reseñas y conferencias del pensador británico-francés-estadunidense George Steiner (1929-2020), a escasos días de que se cumplan, el 3 de febrero, dos años de su deceso.
El espléndido título, Necesidad de música, proporciona al Disquero la oportunidad de continuar recomendando libros que son música, como hemos hecho en las tres entregas anteriores, con el maravilloso tratado de Robert Walser titulado Lo mejor que sé decir sobre la música, después con la nueva edición del poemario de Leonard Cohen: Book of longing, y la semana pasada con los nuevos libros de Pascal Quignard, encabezados por el bello volumen En ese jardín que amábamos.
El punto de conexión con Necesidad de música está en las últimas páginas del libro, cuando George Steiner analiza el trabajo del filósofo y compositor Theodor W. Adorno, personaje tan incomprendido como fundamental para entender el arte de la música.
Escribe George Steiner: “Adorno pertenece a los poquísimos –Rousseau y Nietzsche, entre ellos– que han hecho del lenguaje escrito parte tangencial de la música, que han escrito sobre la composición musical, sobre la relevancia de sus significados, sobre la ejecución, con una penetración al mismo tiempo filosófica y técnica”.
Ejemplifica Steiner: “Los escritos de Adorno sobre Mahler, sobre Berg, sobre Wagner, y esa suerte de torso escultórico que es su inconclusa monografía sobre Beethoven, constituyen una imponente proeza. Más allá de sus excepcionales predecesores, además, Adorno estableció las posibilidades de una sociología de la música, de una inserción de la música en el tejido dinámico de la historia social, de la ideología y los medios de difusión masiva”.
Las interrelaciones entre la palabra y la música son el meollo de los escritos de George Steiner sobre el arte de los sonidos y silencios.
La recopilación de textos originalmente escritos para programas de mano de conciertos, críticas musicales en publicaciones periódicas y escritos concebidos para ser leídos en voz alta, en conferencias magistrales, se la debemos al investigador Rafael Vargas Escalante, autor de la selección, traducción y prólogo de este valioso libro.
Es también autor de los pies de página que pueblan de principio a fin el volumen y constituyen prácticamente un libro paralelo, simultáneo, en tiempo real, y funciona como guía de forasteros, luces en el camino, señalamientos, indicaciones de ruta, acotaciones oportunas que se convierten en basso continuo para el discurso de Steiner al mismo tiempo que un triálogo entre él, Steiner y el lector.
Esos pies de página son generalmente explicaciones de vocablos, lugares, instrumentos, artefactos, hechos históricos, libros inconseguibles, que uno como lector puede decir: “gracias, ya conozco el dato”, pero la mayoría de los lectores no tiene por qué conocerlo, de manera que el discurso se enriquece a mares y el disfrute también se multiplica.
Sugiero como escucha para la reseña de este libro cualquiera de los discos, playlist o partituras de Wolfgang Amadeus Mozart, autor predilecto de Georg Steiner.
Mozart fue uno de los motivos que orillaron a los editores a publicar esta redición aumentada, pues, a pesar de que la música del compositor de Salzburgo está presente en toda la obra de Steiner, no se había incluido ningún texto sobre el tema en la primera edición, o no había dado tiempo de conseguir copia del texto donde Steiner analiza un libro que es un tesoro: Mozart’s journey to Prague, del poeta alemán Eduard Mörike, una delicia de libro cuya redición urge, incluso para quienes poseemos un ejemplar de la que hizo en 1983 Alianza Editorial.
El libro Necesidad de música proporciona un acercamiento muy diferente a los que hacen Robert Walser, Leonard Cohen y Pascal Quignard, cuyos libros reseñamos en las tres semanas anteriores.
La manera en que George Steiner marida palabra y música se da en un tono coloquial al mismo tiempo que erudito, pleno de convicciones que defiende como se defiende una tesis de doctorado en una universidad.
Su acercamiento es al mismo tiempo periodístico y catedrático. El apartado titulado “Polifonía de las ideas” contiene una obra de teatro en forma de triálogo: “Solo a tres voces”, con tres personajes: El Músico, El Matemático y El Poeta.
El primero de ellos abre la partida de ajedrez:
“¿Por qué habría de hablar si puedo cantar?
“La música es más antigua que el habla. Innumerables pájaros cantan. Los enigmáticos cantos de ballenas retumban a través de los océanos. Los vientos hacen que cables y tubos canten. La cosmología entona una música de las esferas. La escuchamos en la harmonia mundi de Pitágoras y de Kepler, en el ‘ruido de fondo’ de los modelos de creación de astrofísica de hoy. Si el hombre desapareciera –una suposición admisible–, la música persistiría. Eso dijo Schopenhauer. El habla apareció tarde. Probablemente sólo después de la era de hielo más reciente. Y se astilló en innumerables lenguas, mutuamente incomprensibles, a menudo efímeras. La música es universal. Éste es el hecho supremo.”
Más adelante, el personaje de Steiner sostiene: “La música puede ayudar a curar una mente afligida o puede enardecerla”.
Más:
“Una idéntica melodía, la misma cadencia, sumerge a un hombre o a una mujer en la alegría y a alguien más en la congoja.”
Ejemplifica:
“Escuchemos el andante sostenuto de Schubert, opus 163. El hecho de que no podamos explicar racionalmente ni verbalizar de manera coherente esa penetración en la ‘otredad’ indica precisamente las limitaciones de todo discurso. En una fuga de Bach o –hasta un grado casi sospechoso– en un adagio de Mahler, la inmediatez de lo trascendente, la riqueza de significados experimentados en lo inefable se manifiesta ante nosotros.”
Al revisar la obra de un genio visto de reojo por los programadores de conciertos, Hector Berlioz, nuestro autor airea verdades:
“Junto con Bernard Shaw, Hector Berlioz es probablemente el mejor crítico y periodista musical de la historia. Desde los primeros feulletons hasta la última página de Á travers chants, criticó, analizó y presentó la música y la vida musical de los tiempos con brillantez, claridad y justicia. El yugo periodístico habría de resultar insoportablemente agotador e indispensable. El famoso crítico de Débats y otra media docena de publicaciones periódicas, el cronista de sus propias campañas musicales en toda Europa, nunca podía ser ignorado. Además, su tratado de orquestación, sus escritos sobre el arte de la dirección, sus Memorias, son obras maestras de la prosa. Entre los grandes compositores, Wagner, con quien sus relaciones eran tan intrincadas e incómodas, es su único par literario.”
El libro Necesidad de música llena una falta: la del disfrute de la palabra hecha música, la de la literatura que enriquece la experiencia de escuchar música y la hace más placentera. Después de leer este libro, uno escucha de manera diferente la música que ya conocía pero le fueron develados secretos estratégicos para aumentar el placer.
Hay en este libro páginas pobladas de grandes revelaciones, hallazgos, deducciones, conjeturas y conclusiones, como los motivos que añade George Steiner a los que se conocían de Glenn Gould cuando éste decide aislarse del mundo para crear en un estudio de grabación.
Ese aislamiento creativo, el de Glenn Gould, no solamente produjo grabaciones discográficas que nos cambiaron la vida para bien, también dio como resultado reflexiones que nos enriquecen al leerlas, como esta de George Steiner:
“En las mejores grabaciones de Bach que hizo Gould hay una luminosidad, aguda y seca, y tan extrañamente embriagadora como una mañana de invierno canadiense.”
Concluyamos esta reseña con la siguiente cita que hace George Steiner del pensamiento y convicciones de Glenn Gould:
“En verdad no puedo pensar en ninguna otra música que lo abarque todo, que me conmueva de manera tan profunda e invariable, y que, para usar una palabra más bien imprecisa, sea valiosa más allá de toda su destreza y brillantez por una razón mas significativa que eso: su humanidad.”