México ocupa el tercer lugar en el mundo en volumen de población emigrante (11.2 millones en 2020) y es además vecino de Estados Unidos, país con la mayor población inmigrante (50.7 millones). A escala global, ocupamos el primer lugar entre los 10 corredores principales de migración internacional, con 3.9 por ciento del total de migrantes internacionales del mundo (280.6 millones). A ello hay que sumar las personas migrantes en tránsito por territorio mexicano hacia Estados Unidos desde Centroamérica, el Caribe, Sudamérica y de otros continentes, así como las personas que cruzan cotidianamente la frontera por motivos laborales, educativos, negocios, comercio y salud.
Se estima que durante 2019 la cifra de migrantes internacionales en América alcanzó 70 millones y a partir de 2018, este flujo se caracteriza por grandes grupos que viajan desde América Central hacia México y Estados Unidos. Los principales factores sociales que impulsan la migración internacional son la inestabilidad política, las desigualdades sociales y económicas, los conflictos armados y los desastres naturales. Sin duda, la pandemia del covid-19 ha incrementado exponencialmente la injusticia social en que viven las comunidades migrantes. Diversos estudios muestran que la desigualdad de ingresos (salario bajo e inadecuado), la vivienda y la densidad del vecindario, localidades rurales, entornos xenófobos y racializados y la desconfianza en la salud pública y el gobierno contribuyen a tasas más altas de infección, hospitalizaciones y muertes ligadas al covid en comunidades desatendidas y vulnerables.
Desde hace 17 años y de manera ininterrumpida, la Secretaría General del Conapo junto con la Universidad de California en Berkeley edita cada año la publicación Migración y Salud / Migration and Health. Los cinco artículos que integran la edición 2021 dan cuenta de la situación que arrastran cotidianamente las personas y las comunidades de migrantes en Estados Unidos y de cómo la pandemia ha reforzado sus condiciones de precariedad, vulnerabilidad y discriminación.
Aquí reseño los resultados de uno de los estudios, una investigación participativa realizada por Evelyn Vázquez, Gabriela Ortiz y Ann Cheney (investigadoras de la Universidad de California, Riverside) en comunidades migrantes mexicanas y purépechas que viven al este del Valle de Coachella, California. Los miembros de esa comunidad purépecha viven hacinados, como cinco familias en una sola vivienda, se trata de trabajadores esenciales que no pudieron confinarse, que tenían que salir a recoger vegetales y regresaban con el virus a casa. La intersección entre sistemas sociales de discriminación y desventaja influyen en creencias y comportamientos que las comunidades migrantes tienen sobre el virus y la vacuna contra el covid. La desconfianza en el gobierno, el miedo al servicio de inmigración y la falta de información adecuada y accesible para la comunidad, han fomentado el escepticismo y la propagación de creencias falsas en la comunidad sobre el virus y la vacunación. Algunos tesimonios de informantes:
“[En] un principio, que no creíamos en el covid, y pues empezaron a morir... y la gente empezó a creer, a cubrirse y a no salir. Con la vacuna creen que es igual, no creen en la vacuna. No creen que sea el remedio, están que no se la van a poner”.
“Hay mucha gente que sí se quiere vacunar, porque ya quiere el fin de la pandemia. Pero hay otro 50 por ciento que... piensa que en la vacuna nos van a poner un chip y [sabrán] dónde vas a estar; dijeron: ‘el gobierno nos van a tener vigilados’.”
Las investigadoras encuentran que estas personas sobreviven a la pandemia con incertidumbre y miedo. La incertidumbre, como resultado de la carencia de fuentes de comunicación confiables e información inaccesible –ya sea por barreras lingüísticas, culturales o tecnológicas–, y el miedo como expresión de una opresión generalizada: no creen que el gobierno esté para ayudarles. Se trata de una vulnerabilidad estructural en que viven poblaciones migrantes latinas en Estados Unidos, la cual ha sido descrita como el resultado de la interacción de fuerzas complementarias: la explotación económica de clase, la discriminación cultural y racializada, así como los procesos de violencia simbólica y de opresión internalizada. Las desigualdades sociales experimentadas a lo largo de la vida, incluidos el abuso, la violencia, la inseguridad alimentaria y las desventajas económicas dejan sus marcas en el cuerpo.
El estudio es un llamado a fortalecer las redes rurales que viven en esos condados y tendrían que ser punto de partida a tomar en cuenta por los cónsules recién nombrados, a fin de mitigar las desigualdades de salud y atender a las comunidades de mexicanos en el exterior.
*Secretaria general del Conapo
Twitter: @Gabrielarodr108