Moscú. La respuesta coordinada de Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) a la exigencia de Rusia de otorgarle garantías legalmente vinculantes en materia de seguridad, al rechazar los tres puntos nodales de la preocupación rusa, nada gustó en el Kremlin.
Pero –si es cierta la filtración a la prensa estadunidense acerca de la propuesta de Washington de elaborar un nuevo tratado de misiles de corto y mediano alcance en Europa, que había abandonado Estados Unidos, y otras medidas que deben generar confianza como fijar límites territoriales para llevar a cabo maniobras militares lejos de las fronteras y permitir inspecciones ante cualquier duda–, sería un grave error que Moscú declinara sentarse a negociar.
Como reconoció ayer el canciller Serguei Lavrov, la decisión –después de que varias dependencias gubernamentales (Consejo de Seguridad, Ministerios de Relaciones Exteriores y de Defensa y los organismos de la comunidad de inteligencia) analicen el documento de Estados Unidos y la OTAN y hagan sus recomendaciones– tiene que tomarla una sola persona, el presidente Vladimir Putin.
Y el titular del Kremlin, así lo dijo Dimitri Peskov, portavoz del mandatario, requiere tiempo para estudiar con calma las iniciativas estadunidenses y noratlánticas y anunciar los pasos que dará Rusia.
Sólo hay dos posibilidades: o Putin opta por tirarlas al bote de la basura y tensar más la confrontación o, por el contrario, intenta presentar como un éxito que Estados Unidos y la OTAN, al proponer establecer ciertas reglas para el control de armamento, dieron marcha atrás “en su política agresiva” y tomaron en cuenta las preocupaciones rusas, aunque no por completo, pero…
Ya lo veremos. Mientras, el ex presidente Dimitri Medvediev, en la actualidad secretario adjunto del Consejo de Seguridad de este país, exhortó a no dar por hecho que Rusia instalará bases militares en Cuba o Venezuela.
En su opinión, “tan sólo hablar ya de eso aumenta la tensión en el mundo”, aunque Medvediev tampoco lo descartó sí quiso subrayar –en entrevista a la prensa rusa que se publicará completa este viernes y cuyo adelanto se conoció ayer– que no es una decisión que pueda tomar sólo Rusia.
“Cuba y Venezuela son países cercanos a nosotros, nuestros socios, y practican una política exterior independiente. Son países absolutamente soberanos. No podemos instalar nada ahí simplemente debido a que una acción de esa naturaleza tiene que ser acorde a su posicionamiento geopolítico, a sus propios intereses nacionales”, afirma Medvediev, citado por la agencia noticiosa TASS.
Y agrega que tanto Cuba como Venezuela “aspiran a salir del aislamiento y restablecer relaciones normales con Estados Unidos, por lo cual es impensable instalar nada o una base (militar) ahí como se hacía en el periodo soviético, cuando teníamos con varios países una sola infraestructura militar, una misma ideología”.
Por cierto, el canciller Lavrov tiene agendada también para este viernes una entrevista simultánea con varias emisoras rusas y se canceló la conferencia de prensa que iba a ofrecer el viceministro de Relaciones Exteriores, Serguei Ryabkov, encargado de negociar con Estados Unidos.
El mandatario ruso, Vladimir Putin, espera hoy la anunciada llamada telefónica de su colega francés, Emmanuel Macron, en la cual éste tratará de convencerlo de la necesidad de celebrar una nueva cumbre de los integrantes del “formato de Normandía”, cuyos asesores políticos, tras una reunión de ocho horas el miércoles en París, no cerraron la puerta a la búsqueda de una solución negociada al conflicto del sureste de Ucrania.
Los participantes en la reunión en la capital francesa constataron que no hubo avances para superar las conocidas diferencias, pero coincidieron en que es indispensable respetar el alto el fuego, que se viola casi todos los días, y acordaron volverse a encontrar en Berlín, dentro de dos semanas, para presentar propuestas que puedan destrabar la negociación. La puerta diplomática, por tanto, sigue abierta.