El médico patólogo Ruy Pérez Tamayo, quien conjuntó el quehacer científico con el amor por las palabras en la placentera difusión del conocimiento, falleció el pasado miércoles a los 97 años en Ensenada, Baja California, informaron El Colegio Nacional, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y la Academia Mexicana de la Lengua.
En su libro Diez razones para ser científico, con el cual buscó alentar entre los jóvenes la pasión para dedicarse a este ámbito de conocimiento, enumeró: para no tener jefe, para no tener horario de trabajo, para no aburrirse, para hacer siempre lo que nos gusta, para usar mejor el cerebro, para que no nos tomen el pelo, para hablar con otros científicos, para aumentar el número de científicos en México, para estar siempre contento y para no envejecer.
Fue referencia obligada en la investigación biomédica y una de las voces más difundidas sobre las ciencias y humanidades. En 2011 el Fondo de Cultura Económica instituyó el Premio Internacional de Divulgación de la Ciencia Ruy Pérez Tamayo en ocasión de los 25 años de la colección La Ciencia para Todos.
Ruy Pérez Tamayo nació en Tampico, Tamaulipas, en 1924. Estudió medicina en la UNAM, donde fue profesor emérito durante casi 60 años y fundó las unidades de Investigación de Medicina Experimental de la Facultad de Medicina, y de Patología en el Hospital General de México. Fue reconocido con el Premio Nacional de Ciencias y Artes en 1974, además de promover la difusión de la ciencia y la cultura.
Debido a su labor docente se formaron cientos de alumnos en aulas y laboratorios de universidades mexicanas y del extranjero, así como en hospitales y unidades de investigación.
De acuerdo con la semblanza de El Colegio Nacional –del cual era miembro–, entre sus muchas contribuciones están “la descripción del efecto de la metionina en la cicatrización de las heridas; describió por primera vez en México la neumonitis reumática, reticulosarcoma de partes blandas, mesotelioma pleural, amibiasis cutánea, criptococosis, enfisema bronquiolar, mesotelioma peritoneal”.
A las expresiones de condolencias por el fallecimiento de Pérez Tamayo se sumaron la UNAM, El Colegio Nacional, las academias mexicanas de Ciencias y de la Lengua, la Sociedad Mexicana de Salud Pública, la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, entre otras instituciones.
Razones para quererlo y admirarlo
El director de la Facultad de Medicina de la UNAM, Germán Fajardo Dolci, expresó: “Lamentable fallecimiento del doctor Ruy Pérez Tamayo, gran maestro, científico, investigador y promotor de la ciencia y la cultura”.
“La incertidumbre es consecuencia de la ignorancia y prohíja la diversidad de opiniones, más profundas y distintas éstas mientras mayor y más extensa aquélla”, declaró en 1980 en su discurso Un fantasma en el siglo XX, cuando ingresó a El Colegio Nacional. Entonces, afirmó no creer en los fenómenos sobrenaturales, pero sí estar de acuerdo con Albert Einstein en que “Dios no juega a los dados.
“Ocasionalmente, alguna idea sobrenatural abandona las oscuridades donde habita, cruza estas áreas mejor definidas del intelecto y entonces la reconocemos furtiva y grotesca en sus arcaicos ropajes, como un ancestro antiguamente desterrado y que ya creíamos muerto, sorprendiéndonos no sólo con su inesperada aparición, sino también con su caduca demanda de vigencia”, manifestó hace cuatro décadas.
El ensayista y crítico literario Gonzalo Celorio elogió a Pérez Tamayo por los dones recibidos de la creatividad, el magisterio, la sabiduría, la entrega y la escritura, en ocasión del Premio Internacional Menéndez Pelayo, entregado el año pasado. Entonces, expuso cinco razones para querer y admirar al científico honrado ese día: por su imaginación, por su docencia, por ser científico y humanista, por divulgar la ciencia y por su amor a las palabras.
En el texto, Celorio relató las sesiones de la Academia Mexicana de la Lengua, donde hacía que los asistentes se cuestionaran más sobre las palabras y no darlas por sabidas e inmodificables, al mismo tiempo que contaba anécdotas gozosas y articulaba juicios críticos. “En sus ensayos, conferencias y libros resuma el amor de Ruy por las palabras, su interés y su gusto por el español”.
Sus hallazgos valiosos, que llegaban con azar y asombro, no sólo eran sobre temas médicos, pues también abordó el arte, la ciencia, la religión, la historia, la filología, el humanismo y la política. Publicó 87 libros, de los cuales más de 40 son de temas históricos o divulgación, los cuales se suman a más de 150 artículos científicos.
Agregó Celorio “no se dedicó únicamente a las teorías sobre los hechos de la naturaleza, también ahonda en las bases filosóficas que los sustentan, la historia de su desarrollo, las estructuras sociales en las que se dan y en las que se expresan. Por si fuera poco, es melómano, buen dibujante, sensible, reflexivo, inteligente, disciplinado, tan amigable como exigente, tan cordial como riguroso, tan tolerante como crítico”.
Celorio consideró que a Ruy Pérez Tamayo la imaginación le alcanzó para anhelar la felicidad, que lo definió en la forma de vivir, disfrutar de la vida y sus innumerables dones.