Un día sí y otro también las personas migrantes pierden la vida o desaparecen en circunstancias como la del tráiler de la muerte en que fallecieron 56 en Chiapas, o como los 15 desaparecidos en el desierto de Chihuahua. Son parte de esa realidad mundial que el papa Francisco llama los descartables.
Se trata de grupos, de masas enteras que el capitalismo y/o los gobiernos de sus países de origen consideran como prescindibles, que ya ni se integran el famoso “ejército industrial de reserva”, que torna más rentable la economía capitalista; ni son masas de maniobra o bases de apoyo del sistema político y ni siquiera son considerados como posibles reclutas de esa otra forma de capitalismo: el delincuencial.
Son personas que toman la decisión de emigrar, muchas veces obligadas por la disyuntiva: la muerte o la salida. Pero, el solo hecho de decidir emigrar, hace que quienes eran descartados por todos los sistemas, incluso el criminal, de pronto sean considerados como generadores de valor para otros, en primer lugar, para los cárteles de tráfico de migrantes, de trata de personas.
Comienza así, a generarse un impresionante excedente económico, que proviene de los ahorros de los más pobres, de los sacrificios de años, para tener con qué migrar a la que consideren la tierra prometida. Con él se paga a los polleros, a los falsificadores de documentos, a los transportistas clandestinos –como el del trágico tráiler–, a los propietarios de las casas de seguridad, a quienes arriendan míseros espacios a precio de oro y a quienes ofrecen un mínimo de alimentos y bebidas. Es todo un sector de la economía criminal, formado por nodos, redes, flujos de dinero y de personas, todo tratado como cosas, apretadas en los contenedores de los tráileres. Si en la fábrica la fuerza de trabajo se reduce a la condición de mercancía: aquí la persona migrante, con sus dolores, horrores, ilusiones y nostalgias es también reducida a la misma condición.
Esta economía informal criminal no es paralela a la economía legal formal, ni a las instituciones, por más que se quiera ocultarlo. Interactúa con ellas de forma continua: corrompe agentes de policía y de migración; utiliza redes de transporte; emplea las instituciones bancarias y las tiendas de conveniencia para sus manejos monetarios, etcétera. Un buen trabajo de inteligencia que siga los flujos del dinero y de la logística puede develar todo el entramado delictivo que la soporta y revelar a sus beneficiarios y cómplices en todas las esferas.
Cuando, tras muchas dificultades, los migrantes logran llegar a su destino, su trabajo adquiere un enorme valor. En primer lugar, para los empleadores en Estados Unidos, pues representan una mano de obra barata, muy diligente, disciplinada, muy productiva, que acepta trabajos rechazados por los trabajadores documentados. El no cubrirles sus derechos laborales es una de las bases de la competitividad de ciertos sectores de la economía estadunidense, sobre todo en la agroindustria.
En segundo lugar, el trabajo de estos descartables, cuyos derechos no son cumplidos en la mayoría de los casos, representa una enorme contribución a las economías de sus países de origen en lo macro, y al bienestar de sus familias y de sus comunidades en lo micro.
En México, lo acaba de reconocer el presidente López Obrador, “nuestros héroes” no se hicieron a un lado en tiempos de pandemia, por el contrario, incrementaron sus remesas. Así, informó, el Presidente, se estima que en 2021 la cifra de remesas de mexicanos en el exterior llegó a 51 mil 634 millones de dólares, 27 por ciento más que en 2020, el monto más alto de que se tenga registro. Equivale a un billón 200 mil pesos, casi el triple de los programas sociales del gobierno federal. Benefician a 10 millones de familias de escasos recursos. En este sentido, son el gran programa social hecho por trabajo del pueblo para el bienestar del pueblo.
A escala planetaria, los migrantes, los descartables, pesan muy fuerte en la economía de varios países. A pesar de que se preveía que, por la pandemia, los flujos de remesas se reducirían en 2020, el Banco Mundial tuvo que ajustar sus cifras. De 20 por ciento que calculaba se reducirían se ajustó a 7.2 por ciento y luego a sólo 1.6 por ciento, para llegar a 540 mil millones de dólares. Aun así, superaron la suma de las inversiones extranjeras directas, y la ayuda al desarrollo en el extranjero. Los cinco principales países receptores son: India, China, México, Filipinas y Egipto. Según el Migration Data Portal.
Esta perversa dialéctica exclusión-inclusión que el sistema capitalista (criminal y no tan criminal) ejerce sobre las personas migrantes, es lo que posibilita lucrar con ellos, con el sufrimiento de sus familias, y facilita la reproducción de la injusticia y el lucro hechos sistema. Sólo reconociendo la ciudadanía universal de los migrantes, como dice la Iglesia latinoamericana, se harán efectivos todos sus derechos en todas partes y se reconocerá su aporte. Si esto lo permitiría el capitalismo global, está por verse.