En el imaginario popular existe la ilusión de que a través de una fórmula mágica se puede alcanzar la riqueza de la noche a la mañana. El elemento más socorrido es el de ganar la lotería y, así, resolver problemas económicos ancestrales. En otros casos se sueña con un tesoro enterrado en épocas de la Revolución.
Ahora, una fórmula muy usada para alcanzar la riqueza es la adquisición de criptomonedas. Se dice que quien invierta en criptoactivos, puede esperar sentado a que suban de precio. Incluso en forma dolosa se publica que empresarios como Carlos Slim las recomiendan. Como bien decía Chava Flores: “¿A qué le tiras cuando sueñas mexicano? ¿A hacerte rico en loterías con un millón?”
Las criptomonedas son mercancías virtuales sin valor intrínseco. La tecnología que utilizan, el blockchain, es un avance para facilitar los intercambios, pero no es una moneda. El Salvador, que enfrenta una fuerte crisis y carece de una moneda fuerte, impulsa los intercambios a través del bitcóin y el resultado ha sido la devaluación: no hay que descartar que la inflación en este país se dispare al infinito, como sucede en Venezuela.
En cuanto a la tecnología del blockchain bancos centrales de todo el mundo ya analizan su uso, por la facilidad para realizar transacciones y por el resguardo de la información que se logra. Por ello, intercambios en dólares, yenes, euros o pesos se podrán realizar con esta tecnología a lo largo de los próximos años.
Cuando un gobierno, por medio de su moneda de curso legal respalda operaciones por diversos instrumentos, como es el caso de las tarjetas de crédito o débito, existe la garantía de que tanto los compradores como los vendedores de cualquier bien recibirán lo que pactaron. Para dar seguridad en los intercambios, el registro contable realizado a través de blockchain es una tecnología moderna, adicional a las que actualmente se utilizan.
Sin embargo, cuando esta tecnología se usa para crear una criptomoneda de la nada que no tiene respaldo institucional alguno representa un grave riesgo para sus usuarios. Por el momento estos instrumentos han bajado casi a la mitad de su valor máximo alcanzado y no hay que descartar una pérdida total a lo largo de los próximos años.