Madrid. La infanta Cristina, segunda hija del rey emérito español Juan Carlos de Borbón, anunció su separación del ex jugador de balonmano Iñaki Urdangarin, con quien mantenía una relación desde 1996 y tuvo cuatro hijos. Este rompimiento, el segundo en el seno de la familia real española, después de la de su hermana, la infanta Elena, provocó un enorme revuelo, sobre todo por las vinculaciones de Urdangarin con una trama de corrupción político-empresarial que lo llevó varios años a la cárcel; actualmente gozaba de beneficios penitenciarios que le permitían hacer una vida casi normal.
En un comunicado difundido por los medios de comunicación españoles, la pareja anunció que habían decidido “de común acuerdo, interrumpir nuestra relación matrimonial”. La decisión se produjo sólo unos días después de que una revista de la “prensa rosa” publicó unas fotografías de Urdangarin paseando de la mano con otra mujer, Ainhoa Armentia, en una playa del País Vasco francés.
La noticia provocó un nuevo cisma en la familia real, que en los últimos años ha estado salpicada por varios escándalos; las numerosas amantes del rey emérito Juan Carlos, sus viajes con empresarios españoles y árabes para conseguir contratos millonarios, el supuesto cobro de comisiones ilegales, la utilización de tarjetas bancarias opacas al fisco español para sufragar gastos millonarios –como los alquileres reiterados de aviones privados– y la apertura de varias diligencias judiciales en Suiza y España para investigar el origen de su fortuna, así como el pago de un supuesto “regalo” de 75 millones de euros a su última amante, la princesa alemana Corinna.
Pero de estas circunstancias, quizá la que más daño provocó a la familia fue el procesamiento y condena de Urdangarin por su participación en una trama de corrupción, llamada Caso Noos, en la que estaba en el centro de la operación y sirvió para desviar varias decenas de millones de euros en su propio beneficio. El dinero hurtado era en su mayoría público, de gobiernos municipales y estatales, y en algunos casos eran fondos para varios programas de ayuda al desarrollo, como uno para socorrer a niños enfermos de cáncer en Nicaragua.
La separación de la infanta Cristina y Urdangarin se produjo cuando ya había pasado lo peor de su viacrucis judicial, pues actualmente gozaba del “tercer grado penitenciario”, que le permitía vivir en libertad y, si acaso, acudía a firmar de forma periódica a una comisaría.
Tras su procesamiento y una vez que asumió la jefatura del Estado el actual rey, Felipe VI, tanto la infanta Cristina como Urdangarin fueron despojados de todos los privilegios de la Casa Real. De hecho, se presume que no existe ningún tipo de relación entre ella y su hermano Felipe, quien intenta resucitar a la monarquía española, inmersa en la peor crisis de prestigio de las últimas décadas y con cada vez más gente en contra, precisamente por los excesos y las corruptelas de sus principales protagonistas.