La Compañía Nacional de Teatro (CNT) celebra este año medio siglo de existencia, desde que el maestro Héctor Azar la fundó, en 1972. El 20 de julio de 1977 fue ratificada y dotada de personalidad jurídica por decreto presidencial.
En charla con La Jornada, los directores Luis de Tavira, José Caballero, Enrique Singer, el investigador y crítico de teatro Rodolfo Obregón, así como el primer actor Óscar Narváez, hablan del origen de la agrupación, de sus gloriosos primeros años y de los cambios estructurales que ha sufrido, incluso el más reciente, que permitió “desvincularla” de la Coordinación Nacional de Teatro.
De igual manera, los entrevistados se refieren a los retos que hoy enfrenta la agrupación, entre ellos, buscar un teatro sede más amplio, desarrollar un mayor vínculo con distintos perfiles de espectadores, impulsar una mejor difusión de su trabajo y dar cuenta de la multiplicidad de lenguajes artísticos teatrales contemporáneos.
Aunque de manera institucional se toma como referente de su creación el decreto de 1977, la CNT “ya existía desde antes”.
De acuerdo con el maestro Luis de Tavira, en 1972 el dramaturgo Héctor Azar planteó, mediante una serie de discusiones, la idea y la necesidad de crear una compañía nacional, de donde posteriormente surgió, en 1974, una primera agrupación, como un acuerdo entre el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal) y la Secretaría de Educación Pública, a la que se le adjudicó el teatro Julio Jiménez Rueda como sede. Ahí, de 1974 a 1976, presentó ocho espectáculos.
En 1977 se refundó y restructuró, al tiempo que se emitió el citado decreto presidencial, el cual lo dotó de personalidad jurídica.
El primer actor Óscar Narváez, quien ingresó en ese año a la compañía, recuerda: “En aquel entonces, jóvenes actores como Arturo Ríos, Beatriz Moreno y José Elías Moreno compartían escenario con grandes histriones, entre ellos Carlos Ancira, Augusto Benedico y Ofelia Guilmáin”.
Narváez comenta que la fundación de la CNT “se pergeñó en la Unión Soviética, cuando Víctor Flores Olea era embajador de México en aquel país, y el maestro José Solé era agregado cultural. En aquel momento, junto con Mercedes Pascual, esposa de Flores Olea, platicaron de la necesidad de una Compañía Nacional de Teatro.
“A su regreso, Flores Olea fue nombrado subsecretario de Educación Pública, presentó el proyecto a Porfirio Muñoz Ledo, entonces titular de esa dependencia, y éste a su vez lo llevó al entonces presidente José López Portillo. Entonces, se emitió el decreto.”
En ese momento, con José Solé y Luis Gimeno al frente de la CNT, “se vivieron años gloriosos; la compañía era formadora de espectadores y presentaba obras desde Esquilo hasta Harold Pinter, junto con dramaturgia nacional”, cuenta De Tavira.
Solé consiguió convocar a los mejores actores del país gracias a una coyuntura histórica: la Asociación Nacional de Actores entró en crisis “por la corrupción de un sindicato charro, manipulado por las televisoras”.
Entonces surgió el Sindicato de Actores Independientes, encabezado por Enrique Lizalde, cuyos actores disidentes en su momento fueron víctimas de represalias y discriminación por las televisoras y productoras de cine, que dejaron de ofrecerles trabajo. “Solé aprovechó esa coyuntura para llamarlos al teatro”.
Reclamos laborales y sindicalismo charro
Otro hito que marcó a la CNT, entonces dependiente de la Coordinación Nacional de Teatro, fue su búsqueda de un elenco fijo.
Surgió entonces “un serio problema, el reclamo laboral justo de obtener una plaza de trabajo”. La cuestión tuvo que ver, explicó De Tavira, “con que el sindicalismo tiene ahogada presupuestalmente al Inbal, ya que un buen porcentaje de su presupuesto se destina al pago de los auxiliares y no de los sustantivos”.
Dar una plaza formal a los actores, “implicaba el riesgo de que éstos se sindicalizaran y se pusiera en riesgo la calidad artística de la agrupación, ya que se podría llegar a la situación de que a un actor, trabajara o no trabajara, no se le podía correr. Lamentablemente, aún no se encuentra la forma de cómo resolver ese problema”, continúa De Tavira.
Como se quería evitar esa situación, “se decidió que no hubiera un elenco estable”.
La CNT “pasó de ser una sólida estructura teatral, a convertirse en un programa, en un proyecto de encargos, con un presupuesto generalmente escaso, para la producción de obras, que se decidían por quienes encabezaban la Coordinación Nacional de Teatro, en turno”.
Fue un periodo en el que estuvieron al frente de la coordinación de maestros como Germán Castillo y Alejandro Luna, quien intentó formar un elenco fijo, sin que fructificará la iniciativa. Otro titular de esa instancia fue Mario Espinosa, quien delegó la conducción de la CNT a Enrique Singer. Luego entraron a la coordinación Otto Minera e Ignacio Escárcega.
Otro episodio importante en la CNT, se produjo en 2003, cuando el maestro José Caballero fue designado “director artístico estable de la agrupación”. Él se propuso construir un repertorio a partir de planeaciones temáticas, como el Proyecto Shakespeare o el Proyecto
Mural: Tres Siglos de Teatro Mexicano, que integró 12 montajes, pero aún con actores contratados de manera temporal.
La CNT era un “membrete” en aquel entonces, sin que suene peyorativo, dice Caballero, lo que en su momento desató críticas por la forma de operar. Se batalló mucho para poder articular un repertorio. “Se tuvo que trabajar con un presupuesto mínimo para la producción y tuvimos que hacer milagros para sacarlos adelante”.
Actualmente, cuando se está redefiniendo el proyecto político de nación, la CNT “tendría que vincularse urgentemente con distintos perfiles de espectadores, con proyectos que hablen a otros sectores o poblaciones del país, y desarrollar una mejor difusión”.
Desvinculación
Otro momento que marcó la estructura de la CNT fue cuando en 2006 el maestro Luis de Tavira la “desvinculó” de la Coordinación Nacional de Teatro con el fin de darle una “relativa autonomía administrativa” y crear una agrupación artística similar a otras agrupaciones, como la Comédie-Francaise, en Francia; la Royal Shakespeare, en el Reino Unido, o la Deutsche Theater, en Alemania.
“Me interesaba crear una estructura y proyecto artístico vivo, que se renovara en la estabilidad, conservando lo creado colectivamente como patrimonio cultural, destinado a la formación de espectadores de teatro”. Eso se estableció administrativamente por medio del programa Estímulos a la Creación, del ahora extinto Fonca, “a través de residencias artísticas y no de becas”, comentó De Tavira.
En 2006, el investigador Rodolfo Obregón criticó esa última restructuración, ya que, reitera en charla con La Jornada, “se estableció con una idea de mundo, de país y de hacer teatro que ya no corresponde con la realidad actual”.
Para Obregón, la cuestión que sigue vigente es “¿qué entendemos por nación y por hacer teatro, cuando vivimos una diversidad lingüística y cultural, un mundo de relaciones globalizadas e identidades múltiples? Lo mismo pasa con la idea del teatro.
“Hoy se reconoce y se desarrolla una multiplicidad de formas de hacer teatro. Considero que en ese sentido la CNT se encuentra desfasada desde hace mucho tiempo, pues no responde a esa multiplicidad de lenguajes artísticos”, explicó Obregón.
Deploró que la CNT no tenga una sala sede más amplia para sus trabajos, pues hoy día cuenta “con un teatrito de 99 butacas que no corresponde a toda la inversión en la producción y el público que ve una obra”.