La descomunal imagen del director Guillermo del Toro aparece en la totalidad de la pantalla de la sala de cine, momentos después de concluir la proyección de prensa de su reciente película: El callejón de las almas perdidas, que, después de tantas expectativas, inicia su corrida comercial en México el próximo 27 de enero. Con su característico buen ánimo, que roza en la complacencia, de su boca comienzan a salir un desfile de palabras trenzadas en oro para explicar la adaptación cinematográfica que hizo a la novela de William Lindsay, Nightmare Alley.
La imagen del director tapatío en la pantalla, parece tener la misma paleta de colores que tiene su nueva cinta y para iniciar la charla con algunos medios de comunicación e invitados dice sobre el elenco “a la mayoría se le escribió el papel para cada uno de ellos. Originalmente el papel de Stanton Carlisle (protagonista de a cinta) lo había tomado Leonardo DiCaprio pero tuvimos un conflicto de fechas, no se puedo hacer y la siguiente persona que era la ideal para hacerlo era Bradley Cooper y él se dedicó en cuerpo y alma al personaje e hizo un extraordinario papel. Se volvió un socio y un amigo entrañable para el resto de mi vida. Me ayudó a descubrir, a crear este personaje de una manera muy completa. Los personajes de Tony Collette, Willem Dafoe, Ron Pearlman, Rooney Mara, Paul Anderson, Cate Blanchett… se les escribió el papel mayormente para ellos”.
Detrás de la colosal figura de Guillermo, se alcanzan a apreciar una mínima parte de su enorme colección de figuras, libros, pinturas…, y confiesa: “Siempre he estado enamorado de la literatura negra, de la policiaca, en México se ha hecho gran literatura negra. De hecho, por azares del destino, la película que quería hacer antes de Cronos era un adaptación de la novela No habrá final feliz, de Paco Ignacio Taibo II, hice un corto que se llamaba Doña Lupe, una comedia de cine negro en Guadalajara. Hablé con Taibo para que me permitiera adaptar la novela y no se pudo hacer. Luego conocí a La Güera, Bertha Navarro, le gustó la idea de Cronos y ahí empezamos. Pero desde muy joven la división de interés para mi fue entre el cine negro, la literatura policiaca y el género de terror, entre otros”.
El oscarizado director tapatío se rasca la cabeza, se acomoda las gafas y explica la génesis de El callejón de las almas perdidas, el logro de conseguir hacer Nigthmare Alley en este momento: “Si la película la hubiera hecho hace tiempo hubiera sido más orientada a un cine más cercano a un carnaval oscuro casi de cine de horror. Con el paso del tiempo lo que me preocupó, lo que nos atrajo a Kim Morgan y a mi de hacer la película, es el tema de la verdad, la mentira, el resurgimiento de la demagogia en todo el mundo. Una demagogia vacía llena de promesas la insulación de la verdad y la mentira en sistemas que creamos todos, desde políticos, líderes sociales, artistas… a nivel personal y espiritual estamos viviendo una crisis entre la verdad y la mentira a nivel casi epistemológico, es un momento en que este personaje Stanton Carlisle, quien es un arribista que únicamente busca subir, subir, subir me parecía muy pertinente para ahora. No es una película, que aunque esté situada a finales de los años 30 principios de los 40 del siglo pasado, habla de cosas muy actuales: la idea de la fama y el éxito como algo vacío. El personaje principal se va poniendo máscara, tras máscara, tras máscara para irse presentando a diferentes personas y sacar provecho en diversos momentos y sólo al final queda revelado quien es para él mismo. Lo último es un momento muy delicado porque para mí tiene algo de completa pérdida pero también de total desahogo, Stanton no pretende ser nadie más, como decimos acá, finalmente suelta el cuerpo”.
Continuando con su idea anterior volviendo a rascarse la cabeza y enfundado en su suéter en riguroso negro, agrega: “Me parece muy interesante lo que estamos viviendo porque creo que a muchos niveles la gente se tiene que poner caretas, máscaras de algo para funcionar a nivel social y espiritual en lugar de revelarse como son. El contraste del mundo honestamente deshonesto del circo con el supuesto mundo de calidad humana de la ciudad. Me interesaba mucho, el cine negro es lo más cercano a la tragedia americana; en la tragedia griega los dioses nos vigilan y nuestro destino es inexorable. Acá, en el cine negro, esa misma sensación de lo inevitable se sabe que es trágico, por eso me gusta mucho el título de la novela de Taibo: No habrá final feliz, es complemente literatura negra, pero al mismo tiempo todas las decisiones del personaje se tienen que ver suceder en la pantalla”.
Guillermo se reacomoda en su silla y vuelve a atisbar confesando: “He escrito treinta y tantos guiones y hecho once películas. Hacer El callejón de las almas perdidas fue apostar a algo muy diferente que requirió herramientas muy diversas; las cuales veo en películas mexicanas que van desde Arturo Ripstein a Luis Buñuel, es muy cercana a un cierto espíritu con el que crecí como cineasta joven. Después de hacer La forma del agua, la opción que tenía era seguir con lo que me ha dado seguridad y tranquilidad o me arriesgo con una película que requería herramientas completamente diferentes y al hacerla reaprendí las mías como director, yo tradicionalmente filmo pedacitos en lugar de un máster; básicamente edito en cámara y en esta cinta por primera vez empecé a usar ésta para observar a los actores y dejar que la escena completa sucediera en cada plano. La cámara nunca para siempre está moviéndose, completar esa herramienta costó trabajo… cuando estaban hablando, los personajes de Cate Blanchett y Bradley Cooper me descubrí que estaba en el monitor viendo una película, me clavé en ésta y me dije: necesito dejarlos hasta el final porque se iban revelando cosas. Encontrar la verdad en frente del lente, de hecho el plano más bonito que grabamos para la cinta no está en la película, lo quité porque, como decimos en México, ‘era muy lucidor’”.
Exorcismo creativo y los recuerdos de la niñez
Por momentos la cascada de luces que caen sobre la inmensa figura de Guillermo del Toro se torna diferente porque entra de manera distinta al ojo según el ángulo que s le mire y se niega a confesar que es esta película es una especie de exorcismo creativo: “Exorcismo creativo es para que lo pongas en el titular, esto que hice fue nuevo. Mi siguiente película es Pinocho y la posterior va a tener muchos monstruos, lo que es bonito es que la única manera de no hacernos completamente viejos es tratar algo nuevo cada vez. Como artista hay que renovarse y tratar con cosas que nos dan miedo o nos dan apuro; en cada película que hago no sé que voy a tener qué aprender, recuerdo que cuando pasé de El espinazo del Diablo a Blade II estaba muerto de miedo por hacer acción ahora ya no me cuesta trabajo. Todas mis películas me han dejado un aprendizaje”.
Tatuajes infantiles
Guillermo se vuelve a acomodar los anteojos, rascar la cabeza y reacomodar en su silla negra: “La Mujer Araña que aparece en la película la saque literalmente de la que vi en el Parque Aguazul cuando era yo chiquito. Estaba la Mujer Araña bajo un foco rojo y decía: ‘Ay de mí. Miren mi tragedia quedé así por desobedecer a mis padres’. La capacidad para encontrar la humanidad en lo extraño es totalmente mexicana. El cine negro mexicano, Roberto Gavaldón lo hizo como nadie en América, esa combinación de lo rural, la estética del carnaval es una que no es posible falsificar”.
Casi en el punto final de la conversación Guillermo del Toro responde: “La novela es terriblemente más complicada, la película es bastante cercana a una pesadilla, él despierta a nuevas realidades constantemente a lo largo de la historia, las elipsis que lo llevan de un lugar a otro quise que fueran cada vez más brutales. También hay una versión en blanco y negro de El callejón de las almas perdidas porque traté de acercarme al cine buñueliano. Yo fui mascota de Gabriel Figueroa durante el rodaje de El corazón de la noche, de Jaime Humberto Hermosillo, le preguntaba a don Gabriel cómo era que hacían esos tonos medios en blanco y negro, él me explicó que para exteriores tenía que poner un filtro azul o rojo para acentuar las nubes, o verde o rojo para los árboles y que en interiores la dirección de arte se hacia en rosa, en verde, en rojo o dorado así se hizo la dirección de arte de El callejón de las almas perdidas. Se utilizó un sistema de iluminación de tres puntos, así se llama, que es básicamente un sistema clásico de luz y la iluminación de la película es como una de los años cuarenta. Bajamos los techos de interiores a menos de dos metros para que, como en El ciudadano Kane, estén contenidos en la imagen del lente angular.
“Ya no sé lo que me preguntaron ¡Ya quiero mi Choco Milk!”.