Como anillo al dedo: así resultó para el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) el nombramiento de Adán Augusto López (AAL) como titular de la Secretaría de Gobernación. Hay varias razones para afirmarlo.
1) Ayuda a enredar más las expectativas de la sucesión presidencial, como le gusta. En lugar de tres alfiles, Morena ahora tiene cuatro, aunque el secretario lo haya negado.
2) Con galanura se deshizo de la ministra Olga Sánchez Cordero, quien se había estancado en sus viejas glorias.
3) Aprovecha los antiguos vínculos de confianza con el secretario, en quien depositó tareas esenciales, como la de coordinar la campaña en la Tercera Circunscripción Electoral.
4) Capitaliza la diversa y acreditada experiencia política de su coterráneo: gobernador, senador, diputado local y federal, exintegrante del PRI y del PRD.
El nombramiento muestra vientos de cambio en Gobernación al abrir un diálogo que era urgente con partidos de oposición. La institución nada ofrecía como renovada propuesta ideológica y programática; sólo hablaba del momento presente. Los delicados procesos legislativos en puerta exigían el diálogo, del que con mucho dependen la certidumbre política y la paz social.
El cambio se da en el momento en que se inician tiempos electorales en cinco estados, que darán luces sobre el proceso de 2024. Éste exige encontrar la indispensable solución al desencuentro con el Instituto Nacional Electoral (INE), que cada día luce peor. Debe aceptarse que el nuevo ambiente no ha bastado para distender las cosas. El instituto no cede en su arrogancia ni el gobierno en su nada claro propósito. El INE amenaza con realizar un proceso deficiente; Hacienda como paladín presidencial no muestra disposición para sacar su chequera. La lid terminará en las oficinas de Bucareli.
De cara a las elecciones, el secretario de Gobernación no ignora el clima político y en materia de seguridad pública. Sabe que, sin haberse logrado las expectativas que supuso la creación de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP), ello ha tenido el efecto nada secundario de disminuir la fuerza de Gobernación para la gestión de la política interior.
Otro efecto contrario: son de preverse situaciones de gran complejidad influidos por el gran crimen, sea por vía de la imposición o por chantaje a partidos y candidatos que más tarde serán autoridad.
Con la creación de la SSP la autoridad política de Gobernación sobre el gabinete y gobernadores se debilitó, lo que resulta grave, pues sin la toma de responsabilidades de gobernadores y presidentes municipales la función gubernativa se dificulta enormemente; su compromiso, aparte de ser exigencia legal, es indispensable para una contienda civilizada.
Nadie como esas autoridades conoce los secretos de sus comunidades y sus realidades locales, ya sea que este conocimiento lo usen provechosamente, en mala forma o simulen ignorarlo. Algunos sagazmente argumentan no tener claro a qué secretario acudir para gestionar la acción política y de seguridad. Por sus antecedentes, AAL conoce a fondo este peculiar ambiente.
Otra tarea para el secretario está en los espacios internacionales donde el Presidente dicta líneas de política y donde la Secretaría de Relaciones Exteriores las ejecuta, salvo en lo correspondiente a política migratoria, materia en la que Gobrnación es el actor.
Para AMLO la relación con Estados Unidos es esencial. Él reflexiona, concibe, ordena y controla milimétricamente cada tema de la agenda bilateral, de entre los cuales el más ardiente es el de las migraciones ilegales, cuyo operador principal es Gobernación.
AAL debe afinar en el mismo tono al gabinete y a los gobernadores, y orientarlos hasta donde señale el Presidente. Así, su compleja misión es hacer funcionar tan compleja maquinaria.
Como se advierte, el relevo de Sánchez Cordero urgía hacía tiempo. Ya consumado se ratifica como saludable y oportuno: justo a tiempo para la segunda tanda de gobierno que anticipa ser bullente.
AAL es un viejo zorro. Su prudente figura en el ejercicio público hace recordar a otros respetables secretarios. Debe esforzarse dos años durísimos antes de conocer cómo se echó la suerte. Sabe cómo es el poder y así lo ejerce: con eficacia, sin ruido. Así pues, como anillo al dedo.