“Vivimos en una época de gran agitación. Una oleada irresistible de libertad humana recorre innumerables países. Estamos redescubriendo la verdad elemental de que el centro de todo desarrollo debe ser el ser humano. El objeto del desarrollo es ampliar las opciones de los individuos. Una de ellas es el acceso a los ingresos, no como fin en sí mismo, sino como medio de adquirir bienestar humano. Pero también existen otras opciones, incluyendo una vida prolongada, conocimientos, libertad política, seguridad personal, participación comunitaria y derechos humanos garantizados. Las personas no deben reducirse a una sola dimensión como criaturas económicas. Lo que hace fascinante a la gente, así como al estudio del proceso de desarrollo, es todo el espectro a través del cual se amplían y utilizan las capacidades humanas. El PNUD ha acometido la tarea de producir un informe anual sobre la dimensión humana del desarrollo. Desarrollo Humano. Informe 1990 es el primero de estos esfuerzos. El mensaje principal de este documento es que, si bien es absolutamente necesario aumentar la producción nacional (PIB) para alcanzar todos los objetivos esenciales del hombre, lo más importante es estudiar cómo se traduce este crecimiento –o deja de traducirse– en desarrollo humano en diversas sociedades”. (Prefacio del primer Informe de Desarrollo Humano, 1990).
“Bajo la larga sombra del covid-19, 2020 ha sido un año oscuro. Los científicos llevaban años advirtiendo de una pandemia como esta, señalando el aumento de los patógenos zoonóticos –los que tienen capacidad para pasar de los animales a las personas– como reflejo de las presiones de los seres humanos sobre la Tierra. Estas presiones han crecido de manera exponencial en los últimos 100 años. Los seres humanos hemos logrado cosas increíbles, pero también hemos llevado nuestro planeta al límite. Cambio climático, desigualdades flagrantes, cifras nunca vistas de personas que se ven obligadas a abandonar sus hogares por conflictos y crisis. Estos son los resultados de sociedades que valoran lo que miden en lugar de medir lo que valoran. De hecho, las presiones que ejercemos sobre el planeta son ya tan elevadas que los científicos están estudiando si la Tierra ha entrado en una época geológica completamente nueva: el Antropoceno, la era de los seres humanos. Esto significa que somos las primeras personas que vivimos en una era definida por las elecciones humanas, en la que el riesgo dominante para nuestra supervivencia somos nosotros mismos. La próxima frontera del desarrollo humano consistirá en promover este desarrollo eliminando las presiones planetarias. La exploración de esta frontera es el propósito fundamental de esta 30ª edición del Informe sobre Desarrollo Humano (DH) del PNUD”. Para sobrevivir y prosperar en esta nueva era, debemos trazar una nueva senda del progreso que respete los destinos entrelazados de las personas y el planeta, y reconozca que la huella material y de carbono de quienes más tienen está socavando las oportunidades de las personas que menos tienen. (Prefacio del informe N° 30, 2020).
En los dos prefacios citados de los informes de 1990 y 2020 de DH se aprecia el cambio drástico ocurrido en estos 30 años. En 1990 era antropocentrismo puro que ahora reconoce al resto de la naturaleza y que somos parte de ella. Este cambio se refleja en el tono y contenido del nuevo informe y en el nuevo Índice de Desarrollo Humano Ajustado por las Presiones Planetarias (IDHAPP), que analizaré en proxima entrega. Mi posición respecto al enfoque de desarrollo (EDH), a los informes de DH del PNUD y al Índice de Desarrollo Humano (IDH), los he expresado sobre todo mediante la publicación de enfoques alternativos que tienen mucho de lo que el EDH carece: mi enfoque de pobreza y florecimiento humano (véase mi libro Pobreza y florecimiento humano, Universidad Autónoma de Zacatecas y Editorial Itaca, 2020) y el índice de progreso social (mucho menos limitado que el IDH) que desarrollé junto con Meghnad Desai y Amartya Sen (véase Índice de progreso social. Una propuesta, CIICH, UNAM, 1998). Hoy quiero saludar positivamente el nuevo paso dado por el PNUD e iniciar el análisis del muy útil y muy bien documentado Informe de Desarrollo Humano 2020: La próxima frontera. El desarrollo humano y el Antropoceno. “Los impulsos subyacentes a shocks como covid-19 están enraizados en última instancia en interacciones desequilibradas entre la gente y el planeta. Confrontar esta nueva realidad de un ciclo auto-reforzado de desequilibrios sociales y planetarios, convoca a reimaginar la jornada del DH (¿a dónde queremos ir?) y a aplicar el EDH a los debates de larga data sobre la sostenibilidad (¿cómo queremos llegar ahí?)”. Así arranca el capítulo 1, Definir la senda del DH en el Antropoceno. Este capítulo, continúa el texto, argumenta que el EDH “nos invita a ampliar las miras, a no limitarnos a responder a las necesidades y a aspirar a aumentar las capacidades. A ver a las personas como agentes capaces de actuar y de impulsar un cambio, y a sopesar los logros de las personas en términos de sus propios valores y objetivos”. La frase marcada en cursivas muestra la que quizás sea la mayor limitante del EDH: al aceptar los valores y objetivos de las personas acríticamente, los impulsos insaciables de tener más dinero, más bienes, más confort, creados por la lógica alienada del capitalismo, y dominantes entre la población, se legitiman. Esto marca una enorme distancia entre el EDH y los enfoques críticos del capitalismo de autores como John Bellamy Foster y Naomi Klein que he abordado en entregas anteriores. Veremos que el Informe DH2020 termina contradiciendo, inevitablemente, este simplismo defensor del statu quo, del business as usual. Y lo hace, sobre todo, proponiendo un cambio drástico en las desigualdades vigentes. El informe añade que su punto de partida es que no hay un sendero claro para evitar el peligroso cambio planetario del Antropoceno. Que necesitamos ir más allá de un planteamiento estrecho del problema: un valor (sostener las generaciones futuras), un problema (cambio climático), un objetivo (reducir las emisiones de CO₂) y una solución (energía renovable), lo que requiere un entendimiento de las presiones que ponemos sobre el planeta y de nuestra interdependencia con la naturaleza”.
El Informe señala que las restricciones que enfrentan las sociedades industriales son cada vez más visibles y condicionarán la jornada de DH en el Antropoceno, pero hace notar que “El problema no es si la realidad seguirá perturbando los procesos económicos y sociales y creando nuevas brechas de desigualdad en el desarrollo humano. La cuestión es si es posible impulsar los cambios sociales, políticos y económicos necesarios para una transición en la que las sociedades puedan captar una mayor cantidad de energía solar, cerrar los ciclos de los materiales y proteger la biosfera. Nótese cómo el INDH propone cambios sociales, políticos y económicos que han de ser guiados, inevitablemente, por valores colectivos y no individuales. ¿Qué características tendría la trayectoria del desarrollo humano si se produjera esta transición? Sin lugar a dudas, requeriría un cambio fundamental del papel de los seres humanos en el planeta. No solo debemos garantizar la capacidad de carga de un ecosistema o recurso individual, sino además entender las dinámicas sistémicas que deben seguir las sociedades para aumentar las capacidades humanas y, al mismo tiempo, respaldar la capacidad del planeta de posibilitar esa expansión a lo largo del tiempo”. Seguiré analizando el INDH y mostrando sus limitaciones.