Ya hemos visto la gravedad de la amenaza que representa la constante expansión de EU-OTAN, para la seguridad de la Federación de Rusia (FR). Pero ella comporta el peligrosísimo riesgo de conducir al estallido de una conflagración nuclear mundial y última, por ser ambas naciones las primeras potencias atómicas del orbe. El emplazamiento por EU-OTAN, cada vez más cerca de la FR, de dispositivos de ataque nuclear que la privan de tiempo para responder en caso de un ataque sorpresivo, cuando la velocidad de los misiles portadores de cabezas nucleares ha aumentado considerablemente, cambia totalmente la ecuación estratégica mundial. Es una amenaza tan seria a la seguridad de la FR, que ésta no puede tolerar, a menos que quiera suicidarse. Como ha razonado el presidente Putin hipotéticamente, ¿qué haría EU si Rusia colocara dispositivos de esa naturaleza en las fronteras de Canadá o México con EU? Todo esto ocurre en un contexto de profunda crisis económica, política, cultural y moral en EU, además de retroceso de su hegemonía mundial, con un liderazgo débil y cuestionado de Joe Biden, un país fragmentado y una extrema derecha que amenaza seriamente con llevar a Donald Trump a la presidencia en 2024. Para colmo, una Unión Europea atada a los caprichos de EU. El cuadro menos favorable para prevenir una escalada del conflicto con la FR, que podría arrastrar a su aliado chino.
De ahí que sea tan importante comprender la postura netamente defensiva, pero muy enérgica y rotunda, de Moscú ante la histeria antirrusa y la cerrazón de EU a adoptar medidas de distensión, como lo confirma la negativa anunciada el 18 de enero por el secretario de Estado Anthony Blinken a otorgar a Rusia las garantías de seguridad que exige y a las que, con arreglo a la legalidad internacional, tiene todo el derecho como parte agredida y amenazada.
Conviene recordar, además de las ya señaladas acciones ofensivas de EU-OTAN en el teatro europeo –todas enfiladas contra Rusia–, el horrendo historial bélico de Washington en otros escenarios, mediante la utilización de la alianza atlántica. Si sólo nos remontamos a la hipócritamente llamada “guerra contra el terrorismo”, lanzada con posterioridad a los controvertidos atentados terroristas del 11/S de 2001 en Nueva York y Washington, encontramos una estela de mentiras –como las supuestas armas de destrucción masiva de Irak– para justificar criminales guerras y el arrasamiento, pisoteando el derecho internacional de ese país, Afganistán, Libia, Siria, Yemen y Somalia. A la vez, las cárceles y vuelos secretos de la CIA para secuestrar y torturar a cientos de los así llamados “combatientes enemigos” en violación de la Convención de Ginebra y del estado de derecho. Vivo y muy ostensible testimonio de esto es el campo de concentración de Guantánamo en territorio ilegalmente ocupado a Cuba, que recién cumplió 20 años. Buena parte de los 800 reclusos que por allí pasaron eran inocentes de los presuntos delitos que se les imputaban pero fueron sometidos a crueles torturas. Todavía quedan unos 40, la mayoría de ellos desde hace dos décadas sin cargo ni juicio. Y no hablemos de Vietnam, con sus entre 3 y 5 millones de civiles muertos, ni del extenso inventario de intervenciones militares, golpes de Estado, injerencias, chantajes y presiones del águila imperial en América Latina y el Caribe hasta hoy. ¿Se puede acusar a Rusia de algo parecido? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Puede alguien informado dudar de que la caracteriza una política exterior de paz y de respeto al derecho internacional? No es casual que la FR forme parte del recién formado grupo de países defensores de la Carta de la ONU, junto a Argelia, Cuba, Corea del Norte, Venezuela, Nicaragua, China, Palestina, Laos y otros países sometidos por EU y sus aliados a medidas coercitivas unilaterales u otro tipo de agresiones.
Pues bien, el estribillo de que la FR va a invadir Ucrania y la gritería por el emplazamiento de tropas rusas en la frontera con ese país es exactamente igual que el de las armas de destrucción masiva de Irak. Aquella pretendía ocultar el afán gringo de apoderarse del petróleo y los recursos naturales del país árabe y también otros importantes objetivos geopolíticos. Esta persigue desviar la atención sobre la creciente expansión de la OTAN hacia Rusia y la presencia en el conflictivo este de Ucrania de cientos de instructores y crecientes alijos de armamento suministrado por EU, Reino Unido y otros integrantes de la OTAN. La actitud de “occidente” en este caso no hace más que envalentonar a los paramilitares nazis ucranios, cuyas formaciones forman parte del ejército de ese país, partidarios de incendiar al mundo, y, por supuesto, tiene detrás los intereses de las industrias de guerra de EU y sus aliados, siempre listos a lucrar con la sangre y el sufrimiento de los pueblos.
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