Nueva York. Sin duda lo más importante en este primer aniversario del cambio de poder en la Casa Blanca es que Donald Trump no es presidente y que su proyecto protofascista fue frenado (por ahora) por un voto masivo de repudio, pero al cumplir su primer año de la presidencia de Joe Biden hay un creciente desánimo en la opinión pública, y desencanto entre defensores de derechos y libertades civiles, promotores de reformas migratorias y quienes esperaban un giro mayor en las relaciones exteriores.
VIDEO: Cumple Biden un año de gobierno con la crisis entre Ucrania y ruso en el foco.
Biden asumió el poder después del fracaso de un intento de golpe de Estado sin precedente en Estados Unidos, que incluyó la primera interrupción del principio sagrado del traslado pacífico del Poder Ejecutivo. Heredó un país azotado por crisis –sanitaria y económica– generadas por el mal manejo de la pandemia (causante de la pérdida innecesaria de cientos de miles de vidas), y políticamente polarizado a tal extremo que 12 meses después siguen al centro del debate político cotidiano alarmas sobre la estabilidad del sistema democrático ante amenazas de supresión y subversión del sufragio, golpes de Estado, guerras civiles y terrorismo doméstico ultraderechista.
Biden llegó a la presidencia prometiendo un retorno a la “normalidad” después del caos caprichoso de los últimos cuatro años con Trump, asegurando el restablecimiento del institucional dentro del país mientras proclamaba el retorno de Estados Unidos como líder internacional.
De inmediato impulsó una respuesta más coherente –y con base en la ciencia– a la pandemia con una estrategia de vacunación masiva, pruebas más accesibles y ahora enviadas a hogares de manera gratuita, y el uso de cubrebocas, entre otras medidas.
Ante la crisis económica, Biden de inmediato rompió con el consenso neoliberal bipartidista de los últimos 40 años al intervenir directamente en la economía con paquetes masivos de rescate, incluyendo apoyos directos destinados a los más vulnerables.
Su estrategia económica generó casi 6 millones de empleos, la cifra más alta registrada en un año, y mientras los pronósticos de desempleo para fin de año eran alarmantes hace 12 meses, 2021 acabó con una tasa de desocupación de sólo 3.9 por ciento. La pobreza ha descendido a niveles prepandemia, y se ha reducido 40 por ciento la tasa de pobreza de los niños, informó la Casa Blanca. Otros indicadores como salarios, ahorros y creación de empresas también son positivos.
La desigualdad se amplía a niveles sin precedente
Sin embargo, la desigualdad económica entre los más ricos y el resto de la población sigue ampliándose a niveles sin precedente en un siglo.
En el rubro de migración, aunque Biden presentó en sus primeros días la propuesta de reforma más ambiciosa en la materia en las últimas dos décadas y prometió cambiar de manera radical el manejo de la frontera, ha generado ira por no invertir más capital político en promover esa reforma y por la lentitud en impulsar variaciones en cómo se enfrenta el control de la migración y los refugiados en la frontera.
Sin embargo, hay cambios sustanciales y extensos, incluyendo la suspensión de la construcción del muro fronterizo, el fin de medidas de persecución de migrantes a través de redadas masivas en el país, intentos para reparar daños por la separación de niños de sus familias, un nuevo enfoque sobre las causas de origen de la migración y un alto a la retórica oficial antimigrante.
Según un nuevo análisis del Instituto de Política Migratoria que evalúa el primer año, Biden impulsó casi 300 acciones ejecutivas sobre migración (tres veces más que Trump), seis de ellas en su primer día en la Casa Blanca, muchas para desmantelar las medidas antimigrantes de su antecesor y reparar daños a los mecanismos para procesar a refugiados.
Pero a pesar de todos sus logros en varios rubros, al cumplir su primer año en la Casa Blanca, Biden enfrenta un panorama poco alentador. En estos días está al borde de una derrota política inminente al no lograr la aprobación de proyectos de ley en el Senado para defender el derecho al voto y proteger el proceso electoral que están bajo sitio por republicanos, y ese fracaso será en gran medida culpa de un par de senadores de su propio partido. A la vez, sus principales propuestas de inversión social y ambiental están por ahora estancadas en el Congreso.
A pesar del masivo esfuerzo de salud pública del gobierno –Biden afirma que no tiene precedente–, las infecciones de covid se están elevando con la nueva variante. Por el lado económico, se registra ahora una tasa de inflación de niveles no vistos en cuatro décadas. Aunque estas condiciones, entre otras, son temporales, están nutriendo la percepción negativa de su gobierno.
Ante ello, después de triunfar en la elección con más votos que cualquier candidato en la historia del país y ayudar a derrotar un golpe y prometer un regreso a la gloria del mito estadunidense, Biden ahora se encuentra entre los presidentes menos populares en tiempos modernos a esta altura de su administración. Su tasa de aprobación oscila alrededor de 41 por ciento.
Algunos analistas señalan que Biden por alguna razón no goza del fruto de sus logros significativos, otros consideran que esto tiene que ver con la muy compleja situación en que llegó al escenario nacional, otros que él y su equipo no han sido suficientemente efectivos en trasmitir los logros al público. La veterana encuestadora Celinda Lake comentó a The Guardian: “es una situación irónica donde las políticas son más populares que los políticos, algo muy infrecuente. Es casi siempre al revés”.
En el ámbito internacional, Biden cumplió con su promesa de restablecer cierta normalidad diplomática, y logró reincorporar a Estados Unidos a pactos multinacionales, entre ellos el Acuerdo de París sobre cambio climático.
Pero en torno a la relación con Rusia, sus esfuerzos no han logrado reducir las tensiones sobre Ucrania, y después de un año tampoco ha podido renovar el acuerdo nuclear con Irán, mientras sigue siendo criticado por la manera atropellada de la salida de la guerra en Afganistán.
Otros manifiestan cierta sorpresa por la beligerancia de Biden frente a China y Rusia, retornando en algunos casos a la retórica de la guerra fría. Algunos más expresan ira porque el campo de concentración ilegal de Guantánamo sigue abierto, porque procede la persecución de Julian Assange y Edward Snowden, y porque el presupuesto militar es el más alto de la historia.
Quienes mantenían la esperanza de un giro en las políticas hacia Cuba y Venezuela, han tenido que atestiguar la subordinación de la Casa Blanca a los intereses de Miami y la derecha latinoamericana.
No todo está bajo el control de Biden y no es posible responsabilizarlo de asuntos más allá de su poder y que fueron obstaculizados por el Legislativo y por partes del Judicial, sobre todo la Suprema Corte, que fue instalada por conservadores.
Pero mucho sí esta dentro de su ámbito y críticos liberales y progresistas –los cuales representan una fuerza cada vez más clave en el Partido Demócrata– están exigiendo que sea más audaz ante el peligro real de las fuerzas derechistas aliadas con Trump al poder en Washington, algo que podría estar ya en camino con las elecciones intermedias de noviembre en las cuales, si las tendencias no cambian, los demócratas se arriesgan a perder sus mayorías en una o ambas cámaras del Congreso.
Reconoce la “frustración y cansancio” de la población // No evaluó la negativa republicana a sus iniciativas.
El presidente Joe Biden otorgó altas calificaciones a la gestión de su gobierno durante su primer año en la Casa Blanca subrayando logros en la lucha contra la pandemia y el rescate de la economía, pero reconoció que hay “frustración y fatiga” en este país, e indicó que no evaluó bien la tajante oposición republicana a casi todas sus iniciativas, en maratónica conferencia de prensa de casi dos horas en la Casa Blanca.
Al recitar cifras de lo que llamó una campaña sin precedente de salud pública, que logró vacunar a tres cuartas partes de la población, junto con la generación de 6 millones de empleos en un año y la reducción de la pobreza, así como la aprobación de su masiva iniciativa de infraestructura, Biden insistió en que “hemos enfrentado algunos de los desafíos más grandes jamás vistos en este país en los últimos años”.
Prometió: “ahora vemos hacia el futuro para ganar el siglo XXI”, agregando su frase de campaña, “los mejores días de este país están adelante, no atrás”.
Respondiendo a preguntas sobre si había elevado demasiado las expectativas al inicio de su presidencia, Biden aseguró que “no sobreprometimos, y probablemente sobrelogramos”.
Admitió que “lo que no anticipé fue el esfuerzo republicano” para hacer todo lo posible para frenar las iniciativas de su presidencia, y rompiendo con su tradicional posición “bipartidista”, acusó que ese partido ahora está intimidado por un ex político, en referencia a Donald Trump, pero como siempre sin usar su nombre. Y repitió, estrenando un nuevo mensaje, que los republicanos no tienen propuestas. “¿Los republicanos están a favor de qué? ¿Favorecen qué?”
Expresando frustración, y hasta exasperación, ante la falta de reconocimiento de los logros de su presidencia por el público y los medios, Biden en un momento exclamó: “ningún presidente ha logrado más en su primer año”.
Pero aceptando parte de la responsabilidad por el fracaso en comunicación, prometió que en su segundo año se dedicará a salir más de Washington para hablar directamente con el público “para contarles sobre lo que estamos haciendo” y ser mucho más activo en las campañas electorales legislativas de su partido en este año de elecciones intermedias.
Al responder una pregunta sobre migración, Biden recordó que cuando era vicepresidente en el gobierno de Barack Obama, impulsó una iniciativa de millones de dólares para ayudar a los países centroamericanos a reducir la expulsión de migrantes, y que también dedicó mucho de su tiempo a América Latina en apoyo a la creación de “un hemisferio de democracias”, algo que fue dañado, acusó, por Trump. “No es el traspatio de Estados Unidos… uno no dicta lo que sucede ahí”, aclaró.
Uno de los temas más recurrentes en la conferencia fue el de la relación con Rusia. Biden comentó que todavía existe una salida diplomática, incluso “aún es posible” una cumbre con Vladimir Putin, a pesar de que el presidente supone que su par ruso intervendrá en Ucrania.
Pero los medios se entusiasmaron mucho con un comentario desafortunado, y después corregido por la Casa Blanca, de que una incursión menor de Rusia en Ucrania podría no detonar una respuesta masiva de Washington y sus aliados. El mensaje oficial es que Rusia “pagará caro” cualquier intervención.
En respuesta a un reportero de un medio conservador que le preguntó: “¿por qué esta usted empujando a este país tanto hacia la izquierda?”, Biden primero río y luego dijo que generar empleo y vacunar en forma masiva no son logros izquierdistas, y después aclaró; “ustedes han intentado convencerme de que soy Bernie Sanders… no soy socialista. Soy parte del centro del Partido Demócrata”.