“Heme aquí suspirando, como el que ama y se acuerda y está lejos” Nostalgia, Rosario Castellanos
Su belleza y curiosidad llamaban la atención desde muy pequeña. Fue fácil saber que esa niña nacida en Camargo, Chihuahua, en 1936, podía tener futuro en el medio artístico. Comenzó como modelo, pero apenas pudo mostrar su voz frente a un micrófono, pasó lo que en escenas culminantes de la creación y la fe se llama epifanía. Luz Elena Ruiz Bejarano se hizo cantante y, después de varios ejercicios sin éxito, adquirió un nombre artístico definitivo: Lucha Villa.
La media vuelta
Empujada por Luis G. Dillon como representante, con el asesoramiento y producción del gran compositor y actor mazatleco José Ángel Espinoza Ferrusquilla, la joven tuvo una presencia importante en la radiodifusora XEW, donde cualquier combinación de temas de grandes autores parecían encontrar molde en su poderoso rango vocal. José Alfredo Jiménez, compositor sensación del momento, le compuso un tema que sería su catapulta y sellaría un clásico: La media vuelta. Su primer álbum ya la puso en un sitio del que no descendería. Decenas de discos de éxito la hicieron leyenda de la música mexicana.
Lucha grabó a muchos de los mejores compositores, pero su relación de amistad y empatía con José Alfredo y, posteriormente, con Juan Gabriel, definieron su larga trayectoria, si bien trabajó con gente de la calidad de Rubén Fuentes y Manuel Esperón. El Divo de Juárez le dio un tema que mantuvo siempre como un estandarte de éxito: No discutamos. Imponente, nunca con la mirada baja, altiva, pero alegre y carismática, ganó todo en la industria musical y en vivo era todavía más impactante. En varias películas apareció con José Alfredo Jiménez, como en Me cansé de rogarle (Emilio Gómez Muriel, 1966). Juan Gabriel la homenajeó de muchas formas, fuera personalmente o como en el disco que produjo en 1996, Las tres señoras, donde la reunió con otras dos para siempre: Lola Beltrán y Amalia Mendoza.
Una presencia de pantalla grande
Las grandes voces de la música nacional pasaban casi de manera obvia a tener participación en el cine, pero apenas un puñado de figuras pudieron brillar con la misma fuerza en ambos medios. Lucha sí fue estrella indiscutible de la pantalla grande. En cualquier escenario o en cualquier set, tenía un don natural. Debutó con el personaje de Margarita La tapatía en El terror de la frontera (Zacarías Gómez Urquiza, 1963), al lado de Eulalio González Piporro. Lucha es una cantante que se disputan el alegre lengua suelta Martín Garrido (Piporro) y Braulio Contreras (Tito Junco). La cinta es endeble, pero tiene momentos divertidos y los infaltables números musicales en la cantina El Paraíso y en la calle principal del pueblo, donde ella interpreta A mi que me lleve el diablo, de Cuco Sánchez.
Después hizo Los apuros de dos gallos (Emilio Gómez Muriel, 1963), uniéndose a otros dos cantantes legendarios: Marco Antonio Muñiz y Miguel Aceves Mejía. El mismo director la pondría de nuevo con Marco Antonio en Tres palomas alborotadas (1963). Es particularmente interesante verla junto a Lola Beltrán en México de mi corazón/ Dos mexicanas en México (Miguel M. Delgado, 1964), o fuera del contexto campirano y cancionero en el drama de horror El imperio de Drácula (Federico Curiel Pichirilo, 1967), o en Seis días para morir (Emilio Gómez Muriel, 1966), donde la trama con amenaza de un perro rabioso no impidió ponerla a cantar Yo sin ti para su esposo (David Reynoso haciendo playback en la guitarra); mientras en El fiscal de hierro (Damián Acosta, 1988) comandaba una banda de criminales.
El Halcón Solitario (Zacarías Gómez Urquiza, 1963) fue el primero de muchos filmes que la unió con Luis Aguilar, El gallo giro. Se desprende de la cinta de aventuras con capuchas y pistolas Los cinco halcones (Miguel M. Delgado, 1962), en la que el actor estelariza como Armando Morales, comandante de policía, quien ajusta cuentas con los malosos bajo antifaz justiciero. Sin embargo, no hay pleito que evite cantadas múltiples, especialmente teniendo a Lucha Preciado (Lucha Villa), quien hace magistral número con La mano de Dios, de José Alfredo. Lucha y Luis cantan Aquellos ojitos verdes, de Pepe Albarrán. En el mismo tenor de héroe encapuchado y mujer entrona, la dupla hizo Mi ley es un revólver (Zacarías Gómez Urquiza, 1965).
La fórmula con Lucha Villa en el papel de cantante, enamorada y mujer de noble espíritu, se repitió en cintas como El mariachi canta (José Ortiz Ramos, 1963), donde por cierto la acompaña un mariachi femenil, además de que interpreta muchos temas como solista y con El gallo giro. En El fugitivo (Emilio Gómez Muriel, 1966), le canta a Luis Aguilar Renunciación (Antonio Valdés Herrera) desde el centro de un palenque. En el epílogo de la misma cinta, también le dedica Con mis propias manos (igual, de Valdés Herrera). Son dos buenas filmaciones para ver a Lucha con todo su vigor de intérprete. Con Luis Aguilar y Javier Solís filmó Agarrando parejo (Jaime Salvador, 1964), y en el chilli western hizo diversos largometrajes como La sombra del Mano Negra (Alfredo B. Crevenna, 1964), con Rodolfo de Anda y Eric del Castillo. Lució en la comedia Guitarras lloren guitarras (Miguel M. Delgado, 1965) con Cuco Sánchez, y en el drama justiciero Los dos rivales (Miguel Zacarías, 1966), al lado de Antonio Aguilar, El charro de México”.
El gallo de oro
Roberto Gavaldón adaptó (con Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez en el trabajo de guion) el relato de Juan Rulfo para hacer el clásico El gallo de oro, en 1964. Entre un reparto fenomenal con Ignacio López Tarso (Dionisio Pinzón) y Narciso Busquets (Lorenzo Benavides), Lucha hace a La petenera, cantadora que trae la suerte a su pareja en turno en pelea incesante de apuestas, jugadas de cartas, gallos de pelea y pistolas prontas para la defensa y el crimen artero. Sometida por Lorenzo, la mujer estalla de aburrimiento y desesperación. “Me estoy muriendo aquí, lejos del Sol y la luz del día sorbiendo humo y peste de hombre. ¡Yo quiero el mundo por casa!” Entre muchas canciones, ella le sigue dando la vuelta al mundo cantando Yo me muero donde quiera (Federico Ruiz), Amanecí en tus brazos (José Alfredo Jiménez) y La Caponera (Gasson y R. Sánchez Mota). Con Gavaldón y López Tarso hizo otra adaptación literaria importante con La vida inútil de Pito Pérez (1970), sobre la novela de José Rubén Romero. Con Busquets coincidió también en El principio (Gonzalo Martínez Ortega, 1973).
Con Alcoriza, Ripstein y más
Dirigida por Luis Alcoriza, Lucha hizo a Chabela en la estupenda película Mecánica nacional (1961). Casada con Eufemio (Manolo Fábregas), ella se va con sus hijas, Charito (Alma Muriel) y Paulina (Maritza Olivares), y su suegra Lolita (Sara García), a ver el paso de la carrera panamericana. En un mosaico tan jocoso como despiadado de todos los Méxicos con sus diferencias sociales, manías y excesos, Lucha, intérprete de ensueño, hizo su contraparte en madrugada de todas las peleas cuando desentona a gusto al cantar “a medias de la noche, te soñaba”. Con Manolo Fábregas la uniría otra clase de papeles en la comedia urbana Lagunilla mi barrio (Raúl Araiza, 1981). En Mecánica… tiene escenas con Fernando Casanova, con quien hizo varias cintas, como Los Sánchez deben morir (Miguel M. Delgado, 1966) y, en particular, Amanecí en tus brazos (Rafael Portillo, 1967). También con Alcoriza hizo la sobrecogerdora Presagio (1974), donde interpreta a Angela, otro buen personaje, tan estremecedor y rico en matices como el de La japonesa en la gran película El lugar sin límites (1978), de Arturo Ripstein.
Lucha hizo películas con gran lucimiento histriónico y musical, como Los hombres de Lupe Alvírez (Arturo El villano Martínez, 1967) y El centauro Pancho Villa (Alfonso Corona Blake, 1967), con un papel muy bien logrado como Mariana en El Yaqui (Arturo El villano Martínez, 1969). Su trabajo con grandes directores mostró que podía salir de los prototipos con la misma facilidad que dejaba escapar su voz. Por ejemplo, hace un papel formidable en la comedia Las cenizas del diputado (Roberto Gavaldón, 1977), con el gran Eulalio González Piporro. Como contrapeso a las puntadas y abusos del protagonista, ella compensó con una actitud recta y madura que define el destino de una “billetiza” mal habida.
No discutamos
Tuvo otro papel destacado en la premiada Lolo (1992), de Francisco Athié, y con Jaime Humberto Hermosillo trabajó en Encuentro inesperado (1993), cuando casi se despedía del séptimo arte sin saberlo. Muchas películas, sin el alcance de sus famosas, le permitieron mostrar su experiencia y capacidad como actriz. Una mala cirugía estuvo a punto de costarle la vida en 1997 y la retiró de manera definitiva del medio artístico. Pero Lucha Villa es, está y será una primera figura de la música y el cine mexicano.