Es indudable que a finales del siglo XIX, algún hado del destino decidió que la “industria de los sueños” surgiera casi a la par de Interpretación de los sueños, de Sigmund Freud. Sueños que, en ambos casos, podían hiperbolizarse en pesadilla.
Proyectada en 1896 por los hermanos Lumiére, , el filme La llegada de un tren a la estación (mudo) duró apenas 50 segundos, y a un niño de nuestros días le costaría creer que aquellas primeras imágenes en movimiento causaron miedo. Dicen que “parte del público abandonó la sala, temiendo que el tren, que avanzaba en su dirección, llegase hasta ellos”.
Pues bien. Luego de mirar con sus padres Don’t look up, mi nieto de 12 años pidió dormir con ellos. En cambio, el filme de Adam McKay causó un impacto distinto en los adultos, dando lugar a rebuscadas interpretaciones de lo que ya en 1440 el teólogo y filósofo renacentista italiano Nicolás de Cusa llamó La docta ignorancia.
El arte siempre ha guardado dones proféticos y… razonables. El complejo Apocalipsis de San Juan, por ejemplo, fue imaginado y redactado en el siglo II dC, a modo de consuelo. Los cristianos, como no, necesitaban creer en “otro mundo” a causa de las cruentas persecuciones de los emperadores romanos.
En 1920, tras la Primera Guerra Mundial y la mal llamada “gripe española” (pandemia que mató de 20 a 40 millones de personas), el alemán Fritz Lang estrenó El gabinete del doctor Caligari, un anticipo de la sociedad nazi que, según algunos “doctos”, habría sido erradicado por la victoria del “mundo libre” en la Segunda Guerra Mundial.
Falso. Derrotado militarmente en su versión más conocida, el nazismo logró sobrevivir con argumentos seudocientíficos y verosímiles, a más de políticas de verdad que no mueven el dedo del renglón: estimular el miedo, las dudas y la ignorancia.
V. gr.: cuando en una de las primeras escenas de Don’t look up los astrónomos Leonardo Di Caprio y Jennifer Lawrence descubren que la Tierra será impactada por un meteoro con fuerza similar al que acabó con los dinosaurios, sus jefes le recomiendan ponerse en contacto con la “Oficina de Coordinación de Defensa Planetaria”. Jennifer pregunta: “¿Eso existe?” “Ni idea”, responde Di Caprio.
¿Ficción? Negativo. Tal oficina existe, está a cargo de la NASA y busca erigirse como una “defensa efectiva contra asteroides potencialmente peligrosos”. Así, el 24 de noviembre último, el proyecto Double Asteroid Redirection (Dart) puso en órbita una misión que consiste en estrellar la superficie de un asteroide llamado Didymos para desviarlo de su eventual colisión con la Tierra.
En otra escena, un personaje idiota que sería un combo de Elon Musk, Jeff Bezos, Bill Gates, Marck Zuckerberg y Steve Jobs, irrumpe en una sesión de gabinete del gobierno estadunidense, encabezada por la no menos idiota “presidenta” Meryl Streep (Janie). Y en segundos, la convence de rescatar el cometa descubierto por el equipo de Di Caprio, “una fuente inimaginable de recursos para acabar con el hambre y la pobreza en el mundo”.
¿Parodia? Idem, negativo... En agosto de 2018, la NASA anunció la posibilidad de rescatar el asteroide metálico Psyche 16, compuesto de hierro y níquel. Descubierto el 17 de marzo de 1852 desde un observatorio napolitano, el Psyche 16 tendría un valor estimado en “100 trillones de dólares (sic), equivalente a 300 veces la economía mundial”.
Ficción, parodia… ¿bromas? En todo caso, el mundo quedó atónito cuando el 11 de agosto de 1984, el presidente Ronald Reagan (un ex actor de segunda) declaró a la National Public Radio: “Compatriotas: me complace anunciar que hoy firmé una ley que proscribirá a Rusia para siempre. Empezaremos a bombardear en cinco minutos”.
En versión de la capitalista Hollywood o la hipercapitalista Netflix, es comprensible que la gente sienta miedo o confusión frente a los idiotas de las corporaciones económicas que operan al margen y por encima de la política y los estados, así como de los científicos, intelectuales o artistas que por “no-meterse-en-política”, prefieren ignorar la realidad.
Emblemático, el caso Di Caprio, quien ya había salvado a “la humanidad” en Titanic (1997). Activo difusor del “cambio climático”, Di Caprio acaba de felicitar al presidente de Ecuador, Guillermo Lasso, por el decreto ejecutivo que el 14 de enero “amplió la Reserva Marina de Galápagos”.
Un decreto que, así como suena, parece acertado… en la ficción. Porque en la realidad, Lasso mantiene la presencia militar de Estados Unidos en el archipiélago que nos ha contado la historia de la Tierra, y que el ex presidente Lenín Moreno calificó de “portaviones natural (sic) de Ecuador para la lucha contra el narcotráfico y la pesca ilegal”.
Resumiendo: no serán los extraterrestres o meteoros los que acaben con la humanidad. Si acaso, serán los intraterrestres dueños de todo, apenas interesados en saber cuánto les costará.