La celebración por el centenario del natalicio del Nobel de Literatura 1998, José Saramago (1922-2010), se inició en Brasil con la publicación de dos libros para niños con textos del autor, uno de ellos ilustrado por el artista mexicano Armando Fonseca (Ciudad de México, 1989), informó la fundación dedicada a preservar el legado del autor.
La edición en portugués de los títulos Uma luz inesperada y O silêncio da água, bajo el sello Companhia das Letras, estuvo a cargo del argentino Alejandro García Schnetzer, quien seleccionó a Fonseca y a la artista española Yolanda Mosquera para integrarse al proyecto y llenar de imaginación y color los relatos del escritor.
Ambos cuentos provienen de las historias de los viajes a pie que Saramago, en su infancia, realizaba desde su natal Azinhaga hacia Santarém, en Portugal, recogidos en su libro Las pequeñas memo-rias (2006).
El editor explica que eligió una crónica incluida en El equipaje del viajante (1973), con el título “Y también esos días”, la cual se publicó por primera vez el 23 de abril de 1972 en el periódico Jornal do Fundão. Por tanto, este año, en el Día Internacional del Libro, ese texto cumplirá medio siglo de vida.
En entrevista con La Jornada, Armando Fonseca explica que para ilustrar Uma luz inesperada, además de investigar y leer acerca de la vida de Nobel, hizo el mismo recorrido que Saramago siguió cuando tenía 12 años, con la ayuda virtual de Google Maps, y todavía encontró aquel paisaje rural que conoció el autor.
“La familia del escritor vendía puercos. Hubo un año en el que no les fue tan bien, por eso él tuvo que ir, en compañía de su tío de 17 años, a ofrecer los cerdos a Santarém. Era una caminata de tres días. Alguna noche durmieron en el establo de una finca cuando, de repente, Saramago despertó en medio de la noche y vio una luna gigantesca, como nunca antes. Esa imagen se quedó plasmada para siempre en su memoria”, añade el artista.
Fonseca dice que sus ilustraciones “surgieron a partir de la idea del asombro, ese que te deja sin palabras y descoloca, como le ocurrió al niño Saramago al ver aquella luna. Son situaciones que ocurren mucho cuando eres pequeño y se tienen las primeras experiencias del mundo.
“En las imágenes que hice fui muy fiel a la idea de que se trata de un viaje, con una pausa en medio. Cada fragmento de texto se acompaña de un pequeño asombro, escondido en la ilustración, aunque no lo mencione el relato.
“Es así que en cada página vemos al niño que se asombra con una planta, un árbol o una estrella, hasta que se encuentra con la luna, que se convierte en la suma de todos los asombros. En la narración hay una frase de Saramago que se refiere ala lectura, dice que un escritor con sus historias hace un mapa, al igual que un lector cuando se topa con esa obra. Ambos mapas no necesariamente coinciden del todo, pero se tocan en algunos puntos, y cuando las coincidencias suceden, es cuando sobreviene la magia de la lectura, para formar un mapa nuevo.
“Eso es justo lo que los ilustradores queremos y hacemos. Trabajamos con un mapa ya hecho, hacemos nuestro propio recorrido y proponemos imágenes que al final coinciden con varios puntos de la obra. Es un diálogo. Es un decir y una respuesta.”
El artista estudió filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México, y después enfiló sus pasos hacia la ilustración. Hizo una residencia de producción gráfica en el Centro de las Artes de San Agustin Etla, en Oaxaca.
Entre otros reconocimientos internacionales, obtuvo en 2019 mención honorífica en el Sharjah’s Reading Festival; fue seleccionado para los catálogos de Ilustración Latinoamericana del XI Encuentro Latinoamericano de Diseño en Buenos Aires, Argentina y en Le immagini della fantasia 31, de Sarmede, Italia. Recientemente se integró al Catálogo Iberoamericano de Ilustración 2020, que organiza la Fundación SM y la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
“Me involucro lo más que puedo en los proyectos de ilustración, metiéndome al texto para poder dialo-gar con el relato. Con Saramago encontré muchas cosas que me interesan como ilustrador, por ejemplo, cómo aborda la memoria, cómo las presenta en distintos tiempos. Él narra algo y de repente hay un recuerdo que de pronto está en la realidad o en el presente, como si lo vieras traslapado en un papel albanene y entonces miramos las dos imágenes. Esa es una forma muy potente de su narrativa”, concluye Fonseca.
En el transcurso del año aparecerá la versión al español de Uma luz inesperada y de O silêncio da água, textos que serán traducidos a otros idiomas. En la página de Internet de la Fundación Saramago, el editor Alejandro García Schnetzer señala que estos libros “están dirigidos a personas de 4 a 99 años; cualquiera que se emocione con ellos puede considerarse joven”.