En plena Guerra Fría, en México el ex presidente Luis Echeverría Álvarez tomó la decisión de dejar de estigmatizar, satanizar y perseguir a la izquierda mexicana; esto es, el macartismo dejó de permear en el país en su mandato, recuerda José Murat, ex gobernador de Oaxaca.
Integrante de una generación de diputados jóvenes en la 48 Legislatura (1970-1973), expresa que en ese sexenio “comenzó a desmantelarse” el sistema político mexicano vertical, la “familia revolucionaria”, y se dio paso a una nueva generación de priístas que fueron legisladores, funcionarios y dirigentes de partido.
“Porque no sólo se abrieron espacios a la participación de los jóvenes en posiciones directivas del gobierno y del Congreso, sino se abrieron espacios a la participación de la izquierda en el Poder Legislativo y se inició la interlocución para dar registro a importantes expresiones políticas emergentes”, expone en entrevista con La Jornada.
–¿A qué izquierda se refiere? –se le insiste al actual presidente de la Fundación Colosio del PRI.
–Fundamentalmente al Partido Comunista Mexicano, al Partido Socialista Mexicano, al Partido Mexicano de los Trabajadores y a otras organizaciones que oscilaban en torno a ellos, y cuyos dirigentes fueron perseguidos y encarcelados.
“Algo que no se ha destacado suficientemente es que, en efecto, la reforma política de 1977, la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales, se gestó en el sexenio del presidente Luis Echeverría.
–¿Pero qué explica ese paso en un modelo político de PRI dominante?
–Se precisaba de una apertura democrática, una reforma que contuviera los afanes desestabilizadores de un sector de la derecha empresarial, cada vez más beligerante, y la necesidad de integración al círculo de la legalidad electoral y republicana de amplios segmentos de la izquierda, después de la traumática experiencia del cierre del sexenio de Gustavo Díaz Ordaz, cuando la fuerza del Estado ahogó las protestas estudiantiles y, a lo largo de esa misma administración federal, los deseos de participación de múltiples organizaciones sociales.
“Esa necesidad creciente de incorporar a cada vez más actores al sistema político mexicano, afines o críticos del PRI y bajo reglas claras y públicas, la percibió Echeverría e inició contactos con personajes de la izquierda, como el Partido Comunista Mexicano, antes perseguido y estigmatizado por el gobierno y por la propia sociedad mexicana, entonces muy conservadora.
“Fui uno de los primeros delegados informales de estos encuentros, como joven diputado federal, un puente entre un gobierno que quería abrirse a expresiones ideológicas y grupos beligerantes, explicablemente recelosos y desconfiados, que poco a poco comenzaron a creer en las reglas de lo que ellos llamaban ‘una simple democracia burguesa’, una democracia incipiente surgida de una revolución social que sacudió al país.
“Por el PCM participaron en las reuniones Arnoldo Martínez Verdugo, Gilberto Rincón Gallardo y Enrique Semo. Esas reuniones privadas, cautelosas en un principio, francas y hasta amistosas al final, fueron la simiente de la democracia plural que hoy tiene México. A lo largo de sucesivas reformas electorales, se desmontó el sistema presidencialista y, en los hechos, monopartidista”.
–¿Cómo describe ese contexto de sumar jóvenes al proyecto político de Echeverría?
–Ante todo, fue un sexenio de impulso a los jóvenes, de apertura política y de consolidación del Estado como rector y promotor del desarrollo económico, con todo y las contingencias que enfrentó en un tiempo difícil después del sexenio previo.
“Entre los claroscuros, también tuvo una seria confrontación con representantes de la clase propietaria de entonces, por su inclinación hacia las posturas favorables a la clase trabajadora. En el sexenio precedente, que cerró la década de los sesenta, hizo implosión un modelo de ejercicio vertical del poder, sin contrapesos sustantivos y prácticamente sin espacio alguno para la participación pública de quienes no pertenecían a las ‘fuerzas institucionales’”.
“En ese proceso de apertura, la participación de los jóvenes fue fundamental, en distintos partidos y organizaciones políticas. En el Partido Socialista de los Trabajadores recuerdo a Jesús Ortega, Graco Ramírez y a Rafael Aguilar Talamantes; en el Partido Mexicano de los Trabajadores, a Eduardo Valle, El Búho, ex dirigente del movimiento de 1968 y fundador de ese partido; en el PAN comenzaban a figurar entre otros Diego Fernández de Cevallos, Carlos Castillo Peraza y Bernardo Bátiz.
“También, como parte del movimiento sinarquista de derecha, el Partido Demócrata Mexicano.