En su conferencia matutina del lunes pasado, el Presidente de la República, con la voz ronca, compartió a los mexicanos, qué hacer en caso de que se manifestaran síntomas de covid. Por la tarde, informó haberse contagiado por segunda ocasión. El día anterior, la jefa de Gobierno de la ciudad, Claudia Sheinbaum, respondió a los llamados de la oposición para suspender los actos masivos en la capital, debido al creciente número de contagios ocasionados por la variante ómicron.
“No es un tema político, es un tema científico”, respondió la gobernante. Enfatizó que, a diferencia de otras “olas” de la pandemia, no ha habido un incremento relevante ni en hospitalizaciones ni en las defunciones. La jefa de Gobierno reconoció que “todavía hay mucho qué investigar” y que, en caso de que fuera necesario cerrar escuelas y negocios, se haría “de manera responsable y con base en información científica”.
Efectivamente. Hay muchos menos pacientes infectados con Covid en los hospitales, y la inmensa mayoría porque no fueron vacunados. Pero el creciente número de contagios sí es un tema político pues involucra las medidas tomadas por el gobierno federal y en los estados. Y cuando el mandatario se contagia en dos ocasiones, también lo es de seguridad nacional. Existe la percepción de que el Presidente no observó las medidas sanitarias recomendadas a escala internacional. El uso de cubrebocas, la sana distancia y evitar las aglomeraciones, han probado su efectividad. Los responsables de la salud del Ejecutivo no han podido convencerlo de que el virus no se detiene con estampas religiosas ni de que está resguardo por “el Creador”.
La esposa del mandatario y Jesús Ernesto, el hijo de la pareja, tomaron la responsable decisión de aislarse. Pero por razones laborales o por el hacinamiento en el que viven, eso no lo pueden hacer cientos de miles de mexicanos. Así sucede en la cuenca de México, donde reside una quinta parte de la población del país. Lo mismo ocurre en las 20 principales ciudades.
No podemos pedir a los millones de mexicanos que forman la economía informal aislarse si de su trabajo depende el mantenimiento de sus hogares. El mismo reto encaran los empleados de negocios que si no acuden a laborar les reducen el salario o son despedidos sin consideración. Miles buscan ahora realizarse la prueba para comprobar su estado de salud. Las instituciones públicas entonces les dicen que no es necesario, que se aíslen tan pronto detecten los síntomas, que tomen mucha agua y paracetamol.
Es un tema político no instalar oportunamente y en número suficiente los kioscos para pruebas anticovid. Más grave es la falta cuando la OMS advirtió de la rápida expansión de ómicron. Esa responsabilidad social se la dejaron a los laboratorios privados que lucran con la pandemia. En cambio, se organizaron la feria decembrina en el Zócalo y eventos masivos de distinta índole, focos de transmisión. Además hacen su agosto las grandes farmacéuticas y sus cadenas distribuidoras, que se aprovechan de la demanda de medicinas.
Es un tema político la desorganización, la larga espera que soportan los derechohabientes del IMSS y del Issste. Lo mismo le sucede a los no afiliados que acuden a los principales centros hospitalarios en busca de atención. Agreguemos la falta de medicinas. Sobre esto La Jornada ha informado las dos últimas semanas.
Hay una causa más de contagio, que destacó en primera plana The Washington Post. A diferencia de la mayoría de las naciones, México no ha impuesto filtros sanitarios para garantizar que quienes nos visitan tengan el esquema completo de vacunación y/o comprueben no estar contagiados. Baja California y Quintana Roo son la muestra.
Hay que aprender de los errores y corregirlos con prontitud. Para eso se necesita humildad. La soberbia no debe cegarnos y seguir viendo el semáforo en verde cuando es de otro color. México puede remontar el desafío que significa tener cada vez más contagios y hospitalizados. Está de por medio la vida de muchos mexicanos, buena parte de los cuales han visto agravada su pobreza. Los enfermeros y médicos están en la trinchera. Por eso, la política de salud, unida a la ciencia, debe estar a su servicio. Sólo así saldremos adelante.