Mucho se ha dicho en torno a la pobreza y la miseria extremas, que han golpeado a nuestro país durante los pasados 40 años, llevando a nuestro Presidente a insistir en su lema “primero los pobres” estableciendo medidas concretas para abatir este grave problema, mediante apoyos económicos a los grupos más vulnerables; sin embargo, poco se ha hecho en torno a una de las actividades que más ha contribuido a incrementar el desempleo y la pobreza; me refiero a las operaciones y servicios que ofrecen los bancos y a las actividades “de agio” que éstos realizan, en claro contraste con la función social que debieran desempeñar.
Un aspecto que ha sido ignorado por la sociedad y por el gobierno, más no por los bancos, es el relacionado con la tecnología, cuya utilización les ha servido para atender a poblaciones cada vez mayores sin aumentar el número de empleados, lo cual redunda en costos de operación menores, sin que ello afecte el costo de sus servicios, pero si aumente sus precios y ganancias. ¿A qué se debe que el Congreso y los gobiernos no hayan tomado esto en cuenta?
De todo ello nos hablan las gigantescas utilidades que estas instituciones reportan año con año y que son significativamente mayores a las que obtienen en sus países de origen; miles de millones de pesos (dólares) que salen de México como “utilidades” o que son reinvertidos para incrementar su presencia en el mercado nacional, en el que originalmente las leyes permitían que los créditos se realizaran con intereses máximos de 8 por ciento anual, mientras que hoy las tasas bancarias superan 20 por ciento anual en el caso de los préstamos a las empresas o a personas que requieren un crédito al consumo, y su servicio estrella, el de las tarjetas de crédito, por el cual cobran intereses compuestos de entre 6 y 8 por ciento mensual, ¡lo cual equivale a cifras anuales superiores a 80 por ciento!
Dos cosas más son dignas de ser tomadas en cuenta: todos estos mecanismos de explotación son absolutamente legales, gracias a la aprobación del Congreso, dominado por intereses de los grupos políticos que han gobernado el país por años, pero especialmente a partir del fraude electoral de 1988, con su modelo económico neoliberal, que lejos mejorar los niveles de vida de la población ha venido concentrando la riqueza y protegiendo al conjunto de bancos, mayoritariamente extranjeros, a hacer de nuestro país un territorio de explotación y altas utilidades.
La segunda se refiere a los propios bancos, que actuando de manera conjunta han elevado artificialmente los precios de sus servicios para generar una operación de carácter monopólico, apoyada por los gobiernos neoliberales con la complicidad de los sucesivos congresos. ¿De qué otra manera es posible explicar los exagerados intereses que la banca ha venido imponiendo a la población y a las pequeñas empresas. En este contexto, resulta extraño que durante la primera mitad del actual sexenio, el Congreso, dominado por Morena, no haya tocado este tema de vital importancia para reducir los niveles de pobreza, ni que López Obrador haya mencionado el tema en sus mañaneras. La única explicación para ello, es que el Presidente haya considerado el alto riesgo que implicaría poner al sector financiero en su contra, cuando gran cantidad de enemigos políticos de los anteriores gobiernos y del sector empresarial buscan cómo desprestigiar a su gobierno.
Una medida que resultaría muy hábil de su parte, sería que en el Banco del Bienestar se creara una tarjeta de crédito que fuese aceptada como forma de pago por las empresas comerciales y de servicios y cuyos intereses fuesen más acordes con la realidad, menores a los que hoy rigen ese mercado en México.
Si bien esta medida está lejos de ser una acción trivial, tanto por los aspectos tecnológicos que implicaría, como por el trabajo que requeriría su aceptación en los miles de establecimientos de empresas comerciales y de servicios, su impacto en los segmentos de la población de ingresos medios y bajos sería extraordinario y obligaría a los banqueros a entrar en razón, constituyéndose así una de las acciones económicas fundamentales de su gobierno.
Por otra parte, una medida complementaria que le permitiría al Banco del Bienestar incrementar sus recursos sería la relacionada con la aceptación de depósitos a plazo fijo de la población con capacidad de ahorro, ofreciendo tasas de interés más razonables que las miserables que hoy tienen los bancos privados, obligando también a éstos a ofrecer tasas razonables que impulsen el ahorro de amplios segmentos.
No puedo terminar este artículo sin mencionar de manera particular a Citibanamex, que ha pasado a ser el más denunciado por los pésimos servicios que ofrece a sus clientes y de manera particular a los adultos mayores, por personal seguramente mal pagado y mal preparado. ¿Será esta la razón de su interés por la venta de sus carteras de consumo e instalaciones?
* Director del Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa