No hay alguien más punk que Vivien Goldman. Cuando comenzó a escribir sobre música para la revista Sounds en el último cuarto del siglo pasado, impregnada por el espíritu del movimiento punk –que sostiene que cualquiera puede participar–, descubrió que existía una gran cantidad de cosas emocionantes en ese momento. Por un lado, había un puñado de movimientos que florecían muy por debajo del radar mainstream y, por el otro, una ola de mujeres artistas salían a la superficie y que, por alguna razón, las dos cosas más importantes que le estaban sucediendo al underground inglés de los setenta, no estaban teniendo la exposición que necesitaban para pegar el salto más allá de sus mundos insulares.
Con esa idea incendiándole la cabeza se le ocurrió una estrategia motivada por la pregunta: ¿por qué no hago eso yo misma? El resultado fue un artículo sobre mujeres en el rock. A poco más de cuatro décadas de aquel texto –y varios años después de escribir sobre los límites entre el blues, el rock, el funk, el jazz, en The Black Chord (1999), y acerca de las raíces culturales, políticas y violentas del clásico disco Exodus de Bob Marley, en The Book of Exodus (2006)– Goldman entrega La venganza de las punks, texto inspirado en esos primeros artículos y publicado el año pasado por Contra, editorial española especializada en libros de música, deporte y cultura popular. En este nuevo trabajo, profusamente documentado, la periodista teje una enmarañada red musical a lo largo de los pasados 45 años, estableciendo conexiones históricas, sociales, personales y creativas entre grandes músicas de todo el mundo.
No teníamos modelos
“¿Qué es la música hecha por mujeres?” Se preguntó Vivien en otro artículo firmado el 1º de diciembre de 1979. La respuesta fue contundente: “tristemente no la he escuchado lo suficiente como para establecer pautas útiles”. La realidad es que, para el momento en que escribió el texto, la historia del rock en general era breve y los modelos en quien inspirarse fueron escasos, además muchas artistas se habían perdido ya sea por las dinámicas de la supresión cultural intencionada, por ejemplo, la orden a Billie Holiday para dejar de cantar Strange Fruit en público o por culpa de la amnesia colectiva del pop. El resultado de eso fue una escasez de referencias a seguir, así lo platica en el libro: “las que formamos la primera generación de punkesas británicas avanzamos a trompicones por medio de árboles oscuros cuyas grandes raíces retorcidas nos podían hacer tropezar”. Para estas mujeres, institucional e intelectualmente, la ruta a seguir estaba determinada por el trabajo previo realizado por cantantes de jazz y blues del siglo XX –Nina Simone, Bessie Smith, Billie Holiday, entre otras– y por las descargas de las “balas conceptuales” disparadas por “las mentes luminosas” de feministas como Kate Millet, Maya Angelou, Gloria Steinem o Tillie Olsen.
Organizado por temas como: identidad, dinero, amor/desamor y protesta, La venganza de las punks sostiene que las contribuciones de las mujeres al punk son demasiado importantes y variadas y propone renombrar y reivindicar el papel de ésta en la música y celebrar la idea de no tener que cargar con sagas ancestrales y romper con los trabajos cronológicos abundantes en la narrativa clásica occidental de “mujeres en el rock”. Su autora plantea seguir un hilo musical que viaja por todo el mundo –si bien la mayor parte del libro se centra en la música británica y estadunidense, también incluye bandas de punk de Japón, India, Colombia, Indonesia y República Checa, entre otras– involucrando a 43 artistas de distintas décadas. Ese hilo se teje por medio de cada lugar y época, cambiando su cultura y su música. En esta cartografía, completa y sin precedentes, se combinan retratos convincentes con una historia fascinante que une los años de investigación de Goldman con observaciones culturales más amplias y su propia historia personal más los aspectos destacados de las entrevistas que realizó a luminarias como Poly Styrene, Debbie Harry, The Raincoats, Lizzy Mercier Descloux, Jayne Cortez, Vi Subersiva, Au Pairs, Chrissie Hynde, Gia Wanng, The Slits, Pussy Riot, Patti Smith y más, para dar como resultado un volumen perspicaz y profundo. La venganza de las punks es una bien lograda representación de la herstory (neologismo usado en el feminismo para designar la historia desde el punto de vista de las mujeres) para contar a las nuevas generaciones que, entre los músicos del mundo, existen sheroes (forma feminista del sustantivo hero en inglés), mujeres a quienes admirar y de quienes aprender.
No es una venganza mezquina
Con un particular cuidado del lenguaje, en ocasiones furioso, a veces divertido y lleno de picantes giros de expresión, La venganza de las punks es el equivalente a un cofre del tesoro lleno de música hecha por mujeres. En el caso de las “mujeres punkis”, la autora advierte que su venganza no tiene que ver con un sentimiento corrosivo con intención de poner en evidencia al otro, sino colocar sobre la mesa que durante la formación, el ascenso y el alcance global del punk rock, las mujeres ocuparon un lugar central dentro del proceso y propone acabar con el desequilibrio de género que aún existe, ofertando a las artistas las mismas oportunidades que a sus compañeros para hacer su propia música, verse y sonar como ellas quieren.
Al preguntarnos ¿qué hace que el punk sea punk?, probablemente obtendremos muchas respuestas. Si se busca en Internet es posible encontrar varias, algunas de ellas comienzan en la década de 1970 en Londres, o tal vez en Nueva York; involucra nombres como Sex Pistols, The Ramones y las expresiones contracultura, antisistema o chamarras de cuero. A nadie le está legalmente prohibido apropiarse de un mito. Sin embargo, a estas alturas, una respuesta diferente involucrará la ética DIY (Do it Yourself, hágalo usted mismo, por sus siglas en inglés), que se caracteriza por el rechazo a los sistemas o procesos existentes que crean dependencia en las estructuras sociales y sugieren que para empezar un movimiento, e incluso crear verdaderas obras serias, a veces se debe comenzar por cuenta propia y con medios bastante limitados. En La venganza de las punks, Goldman quita la pintura del cabello, los acordes de quintas, los vinilos de colores, las chamarras de cuero, las botas y se queda con lo que hay en el fondo de la olla y pregunta “¿por qué?” Las respuestas crearon una cultura entera, construida desde sus bases por los punks y hoy entendemos, gracias a Vivien, que –desde Poly Styrene hasta Pussy Riot– las mujeres son eslabones fundamentales de esa cadena larga y fuerte.