Las grandes familias dedicadas al trabajo del campo se han extinguido. A lo lejos de las siembras, en cerros y chinampas del suroriente de la Ciudad de México, se ven hombres de entre 70 a 75 años dedicados al cultivo de hortalizas. Estos adultos mayores narraron que pese a lo difícil que se ha vuelto arar la tierra, aún producen.
La falta de agua para riego, principalmente, y el abandono durante mucho tiempo por las autoridades, ocasionaron que la agricultura sea rentable para pocos, pero así se mantienen como los mejores productores por sus métodos tradicionales de cultivo, alejados de agroquímicos, lo que se puede ver en la variedad de lechugas, jitomate, amaranto, nopales, acelgas y otras verduras.
En Xochimilco, donde crecen muy bien las hortalizas, los agricultores han tenido que buscar las formas de sobrevivir porque mientras la alcaldía anuncia los grandes apoyos a la zona chinampera, todo el esfuerzo es para la zona turística.
“No les importa que los canales en las tierras de cosecha el nivel del agua sea cada día más bajo, que los apantles se estén secando y que en medio de las chinampas la construcción de viviendas esté creciendo.
“Invirtieron miles de pesos en la compra de canoas, que después se dijo les salieron muy caras, se les olvidó que para usar la canoa hay que tener canales con agua”, expresaron los productores.
Las críticas a las autoridades de la alcaldía se escucharon por igual en San Luis Tlaxialtemanco, Caltongo y San Gregorio Atlapulco, donde los productores cada día trabajan muy duro por mantener sus cosechas.
Chicuarotes con mucho orgullo
César Casas, oriundo de San Gregorio Atlapulco y productor de nacimiento, ha conservado sus tierras, que reconoce se miden en metros, comparadas con la competencia, que tiene hectáreas.
Sin embargo, defiende la calidad de sus productos como el cilantro, espinaca, berza y chilacayote, libres de agroquímicos porque los cosecha con la técnica tradicional que los hace más duraderos y nutritivos.
Orgulloso de llevar el gentilicio de este barrio, “ser chicuarote por fortuna y terco por naturaleza”, aclaró que la terquedad no es por necedad, sino por perseverancia: “Aquí todo se da porque la tierra es bondadosa y antes, si uno quería sembrar peras, pues peras tenía, esa la insistencia de los chicuarotes”.
Algunos productores han tenido que trabajar solos sus tierras ante los problemas económicos, “porque a un trabajador se le pagan 300 pesos, más dos comidas y si quiere su coca, ya son 100 más si uno es gente y le da más que su frutita. Te viene saliendo en 500 pesos cada trabajador”.
Al igual que don César, don Esteban y don Joaquín, los dos de apellido Ramírez, pero que no tienen parentesco alguno, comentaron otras dificultades como son las plagas de caracoles y babosas que dañan las cosechas, de tal magnitud que les han echado a perder toda la siembra.
En Milpa Alta, donde lo fuerte es la siembra de nopal y aún se pueden ver los montañas de cactáceas, la situación es muy similar. La urbanización ha traído el fraccionamiento de la tierra y con ello la merma en los terrenos de cultivo.
Sin embargo, aún hay familias que mantienen el negocio, manifestó Eduardo Peralta, quien comercializa con empacadoras y distribuidoras, lo cual le ha permitido tener un negocio rentable.
A pesar de los grandes apoyos que se anuncian para el campo, en su caso el principal esfuerzo independiente es su trabajo y la asociación que formó con sus hermanos y padres, quienes han logrado consolidar su pequeña empresa de distribución de nopal.
Los productores de la Ciudad de México se han organizado y han logrado contar con una distribución directa en tiendas de autoservicio, locales y restaurantes del centro de la capital, además de los mercados públicos y tianguis, luego de que algunos se contagiaran de coronavirus por comercializar en la Central de Abastos, donde también siguen trabajando.
Saben que en estos momentos de propagación del covid-19 las hortalizas son un elemento fundamental para la nutrición de las personas, ya que ayudan a que el impacto de la enfermedad sea menor, por eso piden que se atiendan las dificultades que enfrentan, principalmente la falta de agua para riego y el crecimiento de la macha urbana.