Soy mujer / y celebro cada pliegue de mi cuerpo / cada minúsculo átomo que me forma / y donde navegan mis dudas y mis esperanzas. / Todas las contradicciones son maravillosas / porque me pertenecen. / Soy mujer y celebro cada arteria / donde aprisiono los secretos de mi estirpe / todas las palabras de los ore’pät (hombre zoque) están en mi boca / y toda la sabiduría de las ore’yomo (mujer zoque) están en mi saliva (Mikeas Sánchez, Tumä/Uno, 2013).
La palabra de Mikeas Sánchez revela las múltiples dimensiones estéticas de toda una estirpe indígena, el complejo social que se expresa en cada arteria de su cuerpo, el lugar que esconde la cultura zoque y su identidad femenina, de manera total. Como apuntó Marcel Mauss, la naturaleza concreta de la acción individual es “un hecho social total”, porque en lo concreto se integra una síntesis real de los aspectos físicos, síquicos, sociales y culturales que caracterizan a los seres humanos.
Como se sabe, las comunidades indígenas han sido marginadas como producto de una historia de conquista y de colonización, pueblos excluidos de la modernización, víctimas del capitalismo, del neoliberalismo y del patriarcado; comunidades que han sabido resistir los cambios y que siguen enfrentando retos para ser parte, para participar de la libertad, el bienestar y el reconocimiento. El proceso de descolonización y liberación de las culturas patriarcales se expresa particularmente en los grupos indígenas, en especial en quienes tienen cuerpos femeninos, en las indígenas.
La deuda de nuestra sociedad con los indígenas se concreta en el tipo de vivienda, educación, salud y otros servicios. En pleno siglo XXI se confirma que los municipios predominantemente indígenas muestran índices altos y muy altos de marginación y de aislamiento geográfico y social, la población indígena suele vivir en localidades rurales aisladas de centros urbanos, en territorios de difícil acceso.
Se trata del grupo de población que el gobierno de la Cuarta Transformación coloca en el lugar de mayor prioridad. Un estudio de investigadores de la Secretaría General del Consejo Nacional de Población (Conapo) –formado por María Felipa Hernández, Mitzi Ramírez, Miguel Sánchez y Gabriela Mejía Paillés– hizo una comparación del acceso que tienen las indígenas y no indígenas a la información y a los servicios de salud sexual y reproductiva.
Entre los principales resultados se encontró que la mitad (51.1 por ciento) de las mujeres mexicanas en edad fértil (15 a 49 años de edad) residen en viviendas con nivel medio y alto de bienestar; 65 por ciento de ellas son sexualmente activas, 8.9 por ciento son indígenas; entre estas últimas, 33.3 por ciento residen en viviendas con bajo grado de bienestar y 42.4 en viviendas con grado muy bajo de bienestar. El número de hijos se correlaciona con el nivel de bienestar de la vivienda, las madres indígenas que tienen cuatro hijos o más residen en viviendas con muy bajo nivel de bienestar. El acceso a métodos anticonceptivos se considera una intervención estratégica toda vez que permite la autonomía física de las mujeres, el derecho a decidir sobre su cuerpo, sobre su vida sexual y reproductiva. Su acceso fortalece la maternidad voluntaria: evita embarazos no intencionales, disminuye y evita la práctica del aborto (que es un derecho de las mujeres), así como la mortalidad materna y neonatal. Mientras 61.9 por ciento de las indígenas con vida sexual activa utilizan anticonceptivos, a éstos recurren 73 por ciento quienes no se adscriben como indígenas; 59.4 por ciento de las primeras recurren a los anticonceptivos modernos, frente a 70.6 por ciento de las no indígenas (estimaciones del Conapo con base en Enadid 2018).
Las brechas de género son mayores en comunidades indígenas, el porcentaje de participación masculina en la prevalencia anticonceptiva fue de 8.8 por ciento, mientras entre las no indígenas fue del doble: 16.1 por ciento; se refiere al porcentaje de mujeres en edad fértil que declaran que su pareja hace uso de métodos anticonceptivos como la vasectomía, el condón masculino, el ritmo y el retiro ( ibidem).
Desplazar en la mujer la responsabilidad de la vida sexual y reproductiva es una pauta cultural que se busca cambiar en los Programas de Cultura Demográfica del Conapo. El cambio cultural se enfoca en fortalecer la autonomía de niñas, adolescentes y mujeres, tanto indígenas como urbanas; así como en promover la corresponsabilidad y la formación de masculinidades positivas en los niños, los adolescentes y los adultos mediante la educación integral de la sexualidad en las escuelas, y de campañas de comunicación que recurren a dos lemas: yo decido y yo exijo respeto.
Mientras la poesía indígena expresa la resistencia de las mujeres, las cifras frías sobre el comportamiento sexual y reproductivo revelan las desigualdades sociales y la exclusión de derechos en quienes representan nuestros pueblos originarios, como bien dijo Foucault: “el cuerpo es el lugar donde se materializan las diferencias de poder”.
* Secretaria general del Conapo
Twitter: @Gabrielarodr108