El presidente Andrés Manuel López Obrador hizo ayer una videograbación especial, desde el relativo aislamiento que corresponde a su contagio covidiano, para explicar los ingredientes del tratamiento que ha llevado (paracetamol, Vick VapoRub, miel con limón, sin estar “de más las caricias”). Además, elaboró consideraciones sobre evolución y expectativas pandémicas y, en especial, calentó el ambiente ante la eventual compra de Banamex por empresarios de nacionalidad mexicana.
Cuatro nombres mencionó el tabasqueño, quien estaba acompañado, a la distancia médicamente recomendada, por los secretarios de Gobernación y Hacienda: de manera especial, celebró la intención de Ricardo Salinas Pliego; luego, las de Carlos Slim, Carlos Hank González y Javier Garza Calderón. Claramente se manifestó el habitante de Palacio Nacional por la opción “nacionalista”, aunque no cerró las puertas a extranjeros.
De la mafia del poder, varios empresarios –entre ellos los primeros tres citados en el párrafo anterior– pasaron a la magia del poder seguir haciendo muy buenos negocios. Los multimillonarios mexicanos han tenido notables ganancias en lo que va del sexenio en curso, en el contexto mundial de una mayor concentración de la riqueza en unas cuantas manos. En términos generales no tienen motivo para grandes quejas, más que, si acaso, en el terreno de la retórica oficial.
Salinas Pliego, quien lleva meses de polémico activismo en redes sociales, anunció su interés en comprar el “changarro” Banamex. Favorecido durante el salinismo con la asignación de la principal marca de televisión pública, para crear lo que hoy es Televisión Azteca (lo que incluyó un préstamo por 30 millones de dólares de Raúl Salinas de Gortari), el empresario regiomontano ha incrementado su fortuna sexenio tras sexenio, sin excepción en el actual, en el que es uno de los favoritos, por ejemplo con el manejo de las cuentas gubernamentales de Bienestar para su “dispersión” en el país y con la amplia tolerancia a su decisión de mantener a plenitud su planta de trabajo por encima de restricciones pandémicas.
Carlos Slim Helú, el hombre más rico de México y uno de los principales del mundo, también despegó su acumulación de riqueza durante el salinismo, con la adquisición ventajosa de Teléfonos de México. Explicablemente, siempre bienatendido por los presidentes de la República, con el actual ha mantenido una cercanía que se fortaleció, en lugar de haber sido lo contrario, con el caso de la caída de un tramo de la Línea 12 del Metro. Palacio Nacional y Slim acordaron dar una salida sin escándalo a la responsabilidad de Grupo Carso en ese mortal suceso, dejando las presuntas culpas a ciertos pernos mal puestos y a algunos operadores humanos expiatorios.
La familia Hank consiguió una riqueza espectacular a partir de la combinación de negocios con política. El fundador de esta “dinastía”, Carlos Hank González, modesto profesor del estado de México que luego ocupó altos cargos federales, dejó como herencia una gran fortuna económica y una frase que se le adjudica: “un político pobre es un pobre político”, virtual invitación y presunta justificación del enriquecimiento del político a partir de sus cargos.
El neoleonés Garza Calderón no se acerca a la cuantía económica de Salinas Pliego, Slim o los Hank, pero ofrece juntar capitales para entrar al negocio. Preside la agrupación llamada Empresarios de la Cuarta Transformación Nacional (e4t.org.mx).
Haiga de ser como haiga de ser, lo cierto es que en esta operación el gobierno federal debe aguzar sus sentidos para impedir que haya maniobras contra el interés nacional, como sucedió en la venta original de Banamex a Citigroup. El discurso oficial contra el neoliberalismo, al que varias veces se ha declarado extinguido de diciembre de 2018 a la fecha, tiene en el caso Banamex una buena oportunidad de mostrar contundencia y congruencia. ¡Hasta el próximo lunes!
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