El libro México, la tierra del encanto (Editorial RM, 2022) reúne 350 piezas de material impreso que circuló entre 1910 y 1960, con el propósito de difundir los “nuevos valores de la mexicanidad”, por medio del papel y el cartón. Se trató de “miles y miles de libros, revistas, periódicos, folletos, calendarios, cancioneros, polípticos, anuncios, volantes, almanaques, menús, juegos de mesa, partituras, carteles, postales, mapas, cajetillas, billetes, etiquetas y estampillas”.
Esta visión idealizada de lo que consideraba “típicamente México”, tuvo sus raíces en “un país seriamente dividido por la pugna entre las distintas facciones revolucionarias y marcado por grandes diferencias sociales”. Algunos miembros del Ateneo de la Juventud, pues, por medio de la Secretaría de Educación Pública, “propusieron una estrategia para consolidar al país mediante lo mexicano, con sus respectivas imágenes, que sirvieron como emblemas de igualdad y unidad, donde cabían todos y se borraban las diferencias políticas y de clase. Una equidad demagógica que funcionó perfecto para los gobiernos posrevolucionarios”, se escribe en la introducción del libro.
Inicialmente, este modelo fue impulsado por las instituciones del Estado; sin embargo, casi de inmediato la iniciativa privada se sumó para, juntos, “forjar la imagen de un México rural feliz, habitado por sonrientes chinas poblanas, charros, tehuanas y algún poderoso indígena”.
En la difusión masiva del modelo propuesto se contó con un medio de comunicación excepcional: los impresos y su reproducción múltiple por millares, que inundaron el país con el nuevo ideal del ser mexicano. En su producción participaron pintores renombrados, poco conocidos y anónimos, ilustradores, caricaturistas, fotógrafos y publicistas. La idea del México paradisíaco no sólo estaba pensada para la población local: su alcance también se dirigía a los extranjeros, en particular a los estadunidenses”.
El material incluido en México, la tierra del encanto proviene de colecciones privadas y de archivos de museos, y varía en tamaño desde estampillas hasta carteles. No existe ninguna pretensión de totalidad. La obra recopilada fue dividida en nueve apartados temáticos: Prehispanismo, Estilo neocolonial, Revoluciones, Ciudad de México, Tierra adentro, Patria fértil, Trajes típicos, Fiesta y Alegorías.
Steven Heller, ex director artístico del New York Times (NYT), en su prólogo ¡Viva México! ¡Viva el diseño gráfico!, observa que es hasta ahora que el país recibe la atención que le corresponde en las historias del arte y el diseño: “Gran parte del ‘arte aplicado’ en materia gráfica, fotográfica y tipográfica del país –que de otra manera sería efímero– obtiene por fin la consideración que merece, porque pone de manifiesto la relevancia de México como eslabón en la historia del estilo y la forma del diseño gráfico en Occidente”.
Después de 100 años, no obstante, “la invención de lo mexicano comienza a tambalearse, debido a que buena parte de la población no se siente representada y reclama un lugar digno, lejos de la cosificación de las mujeres, del desprecio hacia los indígenas, de la negación de los afrodescendientes. México se transforma y pide nuevos símbolos”.
La edición estuvo a cargo de Mercurio López Casillas, autor también de los textos junto con James Oles.