Locutor uno: parece que la posición geográfica de nuestro país en el globo terrestre ha determinado, junto con la débil preparación de nuestro ejército, que hayamos sido escogidos por estos seres extraños como punto de aterrizaje de algo que bien puede ser el comienzo de la guerra de los mundos (…).
Locutor dos: no desesperarse, ciudadanos. Se han tomado las providencias del caso para salvar a la patria. El desembarco ha sido por el norte de la ciudad, o sea que en esta vez vamos a huir hacia el sur (…).
Alcalde de la ciudad: vengo a deciros que seré el primero en poner mi férvido pecho frente a los rayos malignos de estos seres interplanetarios, ya sean lunáticos, marcianos o marcianos lunáticos o lo que sean. Nada más, por ahora. Recuerden que en esta ciudad se dio el primer alarido de independencia contra los extranjeros. Gracias (…).
Hasta aquí, extractos de La Linares (1976, Ed. El Conejo, 1981, pp. 35-46), extraordinaria noveleta del escritor ecuatoriano Iván Égüez, quien dedica uno de los capítulos a hechos reales acontecidos en Quito, el 12 de febrero de 1949. La radioemisora que transmitía la “invasión marciana” desde el periódico El Comercio, fue reducida a cenizas por un tumulto de ciudadanos indignados. Cinco personas murieron entre las llamas, y varias se suicidaron debido al susto causado por la fake news.
¿Realismo mágico de un país “subdesarrollado”? Negativo. La noveleta de Égüez remitía a la parodia del actor Orson Welles, cuando el 30 de octubre de 1938, desde una radioemisora de Nueva Jersey, hizo una transmisión similar adaptando pasajes de la La guerra de los mundos (1898), del inglés H. G. Wells. Cientos de suicidios y millares de familias huyeron de la ciudad con lo puesto. Tras el desengaño, muchos pidieron la cabeza del actor. Pero finalmente, la NASA bautizó con su nombre a un cráter de Marte.
El asunto no quedó ahí. Con motivo del 60 aniversario de la transmisión de Welles, dos emisoras (una de Portugal, otra de México) emularon su versión de la historia… con lo mismos resultados. Ignoro qué pasó en Portugal. Sin embargo, la de México incluyó la caída de un misterioso meteorito, y fue transmitida por la radio XEART (señal 152) del estado de Morelos. Los rumores generados obligaron a que el gobierno de Ernesto Zedillo procediera a una búsqueda exhaustiva del supuesto meteorito.
Eran los años del temible Chupacabras y el mucho más temible Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa), para salvar a los bancos. Por esto, imagino que en octubre pasado, tras la presentación de un libro en la Feria del Libro del Zócalo, mi amigo Ángel Guerra fue abordado por uno de sus seguidores para que lo contacte con algún funcionario de Presidencia. El personaje aseguraba contar con información acerca de un meteorito caído en el estado de México, con “valiosos minerales raros”. Ángel se lo sacó de encima diciéndole que yo era especialista en el tema.
Empecé a borronear estas líneas luego de ver la película de la que “todo-mundo-habla”, y el mes entrante nadie lo hará porque ha sido la primera en anunciar que el mundo se acabó: No mires arriba, dirigida por Adam McKay. Interesante “actualización” de Independence Day (Roland Emmerich, 1996), Idiocracia (Mike Judge, 2006), y 2012 (Emmerich, 2009). ¿Qué hacer? El mundo sigue andando, cosa que pronosticó Carlos Gardel ( Sus ojos se cerraron…, 1935), y habrá que esperar que Netflix nos oriente con más “actualizaciones”.
Otro tango del maestro ( Yira, yira, 1935), con letra de Alfredo Le Pera (“Verás que todo es mentira / verás que nada es amor…”) parece contradecir la buena onda del proyecto Earth’s Black Box, o “caja negra de la tierra”. El proyecto se anunció en coincidencia con el estreno de No mires arriba, y busca dejar a las civilizaciones futuras datos sobre el cambio climático que atraviesa el mundo, manejando la hipótesis de un colapso de la civilización.
Su director, Jonathan Kneebone, explicó que la caja (un “libro de contabilidad indestructible e independiente de la salud del planeta”, sic), estará situado en la isla de Tasmania y se irá completando con un dispositivo de grabación que registrará los avances de la destrucción. Si mal no recuerdo… ¿no fue esta iniciativa igual a la de Superbarrio, cuando a mediados de los 90 enterró otra caja en Paseo de la Reforma que guardaba registros del “fin de Kafkatitlán”?
Mario Ribas, jefe de Divulgación Científica del Planetario de Buenos Aires, ha manifestado su decepción con titulares de medios “serios” que anuncian el impacto inminente de un meteorito sobre la Tierra, pero que a la cuarta línea disminuyen las chances a una en un millón… Ribas sostiene que la hipótesis de la película No mires arriba es “perfectamente verosímil”. Añade: “en este momento hay más de 2 mil asteroides potencialmente peligrosos, objetos con chances reales de impactar la Tierra en algún momento” ( Página 12, 3/1/22).