París. El deshielo del permafrost en el Ártico podría liberar grandes cantidades de gases de efecto invernadero, lo que amenaza las infraestructuras locales pero también el planeta, según estudios publicados esta semana en Nature.
El permafrost, suelo que permanece congelado durante más de dos años seguidos, cubre 30 millones de kilómetros cuadrados del planeta, de los cuales cerca de la mitad está en el Ártico y contiene el doble del dióxido de carbono presente en la atmósfera y el triple de lo que la actividad humana ha emitido desde 1850.
Debido al cambio climático, las temperaturas en la región aumentan mucho más rápido que en el resto del mundo: de 2 a 3 grados centígrados en comparación con los niveles preindustriales. También registra varias anomalías meteorológicas.
La temperatura del propio permafrost ha subido una media de 0.4 grados entre 2007 y 2016, “lo que aumenta la preocupación por el rápido ritmo de deshielo y el potencial de liberación de carbono”, señala un estudio del Centro de Investigación Espacial JPL de la NASA.
Peligro, incluso sin calentamiento global
El análisis predice la pérdida de unos cuatro millones de kilómetros cuadrados para 2100, incluso si se contiene el calentamiento global.
Los incendios también influyen, subraya el documento. El fuego podría crecer entre 130 y 350 por ciento de aquí a mitad de siglo, liberando cada vez más carbono del permafrost.
Según otro estudio, de la Universidad de Oulu, una amenaza más inmediata se cierne sobre casi 70 por ciento de las carreteras, tuberías, ciudades y fábricas construidas sobre el permafrost.
Además, Rusia corre un riesgo especial: casi la mitad de sus yacimientos de petróleo y gas del Ártico están situados en zonas de peligro por el permafrost.
En 2020, un depósito de combustible se rompió cuando sus cimientos se hundieron repentinamente cerca de Norilsk, Siberia, derramando 21 mil toneladas de diésel en ríos cercanos.
En América del Norte también pende una amenaza sobre calles y oleoductos.