Venezuela es un desastre. El gobierno da palos de ciego y daña sin freno a la población. El problema peor manejado es la hiperinflación galopante fuera de control. Especialmente la prensa financiera, pero no solamente, ha descrito a Venezuela como el infierno de la hiperinflación con su desabasto, hambre, migración acelerada, resultado de la gestión del gobierno de Maduro.
El sufrimiento indecible del pueblo venezolano, no obstante, no lo ha movido de su opción política por el chavismo: 27 veces en 29 años ha sido su decisión electoral. En medio de la desbandada de la oposición llamando a un boicot a los comicios, en noviembre pasado el Partido Socialista Unido de Venezuela ganó Caracas y 20 de los 23 estados, con 300 observadores internacionales presentes, incluida una activa misión de la Unión Europea. En 2020 Nicolás Maduro había recuperado la Asamblea Nacional. El pasado 6 de diciembre la Asamblea General de la ONU aprobó reconocer las credenciales de Maduro como presidente de Venezuela. Todo un baño de realidad para Estados Unidos, que debe cesar con su bárbaro bloqueo y las inauditas torturas que ha aplicado a Venezuela.
El prolífico autor Phillip Cagan, en The Monetary Dynamics of Hyperinflation (1955) propuso –como resultado de sus estudios sobre la hiperinflación en países europeos y latinoamericanos–: un episodio de hiperinflación comienza en el mes en el que el aumento de los precios supera 50 por ciento y termina el mes anterior al cual ese aumento cae por debajo de esa tasa y permanece así por lo menos durante un año. De acuerdo con este criterio, Venezuela salió de la hiperinflación en enero de 2021, cuando el aumento fue de 46.6 por ciento; a partir de septiembre ha sido de un dígito mensual. En diciembre pasado fue de 7.6 por ciento. Permanece con una inflación muy alta; sin embargo, viene de un periodo prolongado de hiperinflación destructiva: 862.6 por ciento en 2017; 130 mil 60.2, en 2018; 9 mil 585.5 en 2019; 2 mil 959.8 en 2020 (datos del Banco Central de Venezuela).
El hipócrita mundo neoliberal culpó al gobierno de Maduro, con la tesis neoclásica de un aumento desproporcionado de emisión de dinero “sin respaldo” y un desbordado gasto público deficitario. Lo cierto: la muy rápida –aunque insuficiente– velocidad de la emisión respondía a los altos índices inflacionarios, no al revés: entre 2013 y 2020 el tamaño de la economía, medida por la magnitud del PIB, perdió 70 por ciento de su valor; en esas condiciones, en 2013, por cada 100 bolívares de producción circulaban 54 bolívares en moneda; en 2020 circulaban 17: una severa caída del volumen monetario respecto a la producción; y un inimaginable daño a los intercambios que explica gran parte de su desplome productivo. La emisión de moneda quedó severamente por debajo de la necesidad económica.
La exportación de Petróleos de Venezuela (Pdvsa), empresa del Estado, fue una porción muy grande del producto anual, históricamente. Ello explica que el gasto público haya sido del orden de 30 por ciento del PIB. Cayó sin freno: en 2020 estaba por debajo de 2.5, de un PIB enormemente disminuido. Ese es el gasto “populista” de Maduro.
La hiperinflación está vinculada a la violenta y vándala depreciación del tipo de cambio operada por varios portales web de casas de cambio, dirigidas desde Estados Unidos, que son los que cada día fijan el “valor” del dólar en bolívares; en tanto, los vendedores de bienes y servicios fijan sus precios en relación con esos valores. En julio de 2013 el gobierno intentaba mantener un tipo de cambio de 6.30 bolívares por dólar, pero en el mercado “paralelo” era de 35.95. En julio de 2018 había llegado a 3 millones 915 mil por dólar. La historia de las decisiones cambiarias del gobierno es estremecedora, pero el efecto final del ataque desenfrenado al bolívar, fue doble: la hiperinflación y la dolarización de facto.
Por si hiciera falta: el 8 de diciembre de 2019 el senador republicano Richard Black, interrogado en Washington, dijo a Sputnik: “Hemos desmonetizado su moneda y, a través del sistema bancario internacional, hicimos que la moneda venezolana careciera de valor y luego vamos y decimos: ‘Miren lo malo que es este gobierno, su moneda no vale nada’. Bueno, no fueron ellos, fuimos nosotros quienes hicimos inútil su moneda”. Respecto del bloqueo a las exportaciones venezolanas de petróleo, dijo: “Mira, no pueden alimentar a su gente” y agregó: “no pueden alimentar a su gente porque les hemos cortado toda fuente de ingresos”.
El “problema” del pueblo venezolano no es la gestión del gobierno, es la incautación de activos venezolanos en el extranjero, el atraco de bienes de Pdvsa en el exterior, la implacable guerra monetaria y financiera, con los inmensos daños causados a la población. El ingreso real per capita se halla a nivel de 1945. Sin las amarras y sin el atraco del imperio, a Venezuela le llevaría más de una década restablecer el nivel anterior a 2013, cuando inició el gobierno de Nicolás Maduro, pero…