No tengo que terminar la frase: todos la conocemos. Su segundo postulado podría ser correcto si creemos que la historia la hacen los “líderes”, los “grandes hombres”, los “caudillos”. Si creemos que Miguel Hidalgo (¿era “español”?) fue quien “dio al traste con un gobierno de tres siglos de arraigo, porque si la vida no le alcanzó para saberlo, no hay duda que fue él quien hirió de muerte al Virreinato” (del muy famoso discurso de Edmundo O’Gorman en su ingreso a la Academia Mexicana de la Historia, a la que luego renunció). Pero si consideramos que Hidalgo es el dirigente elevado por la multitud, por ser quien entiende y articula sus demandas, los que rompieron el espinazo de la dominación colonial fueron las decenas de miles de indios, campesinas, mulatas, mineros que se rebelaron en septiembre de 1810 (https://bit.ly/3JUpMRD).
Algunos formalistas creerán que la Independencia la realizaron Iturbide y sus oficiales criollos. Más allá de eso, pensemos que el modelo igualitario y republicano basado en la soberanía popular instituido en 1824, es el de Hidalgo y Morelos, no el de Iturbide.
Ahora, si la caída de Tenochtitlan en 1521 es “la conquista de México”, vaya y pase la frase del título. Pero creer que esa es “la conquista de México” es olvidar las otras guerras de conquista en nuestro territorio, desde 1821 hasta 1810. Aún así, en 1521, ¿qué indios? Porque de ese discurso se desprende la falsa conclusión de que fue una rebelión popular contra la atroz tiranía mexica, discurso tan añejo como falaz que hoy reditan Vox y sus repetidores en México. ¿Qué indios?
En el otoño de 1519 se constituyó lo que Luis Fernando Granados llama la confederación de Oriente, encabezada por Tlaxcala, Huejotzingo y Cholula, contra la confederación de Occidente encabezada por Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopan, que llevaba décadas dominando porciones de Mesoamérica tras terminar con la dominancia de Azcapotzalco que, a su vez, había acabado con la de Texcoco. Según las fuentes franciscanas de tradición indígena, la guerra contra Azcapotzalco la hicieron los “nobles” de Tenochtitlan contra la opinión de los macehuales, que no querían guerra.
No hay movilizaciones populares ni liderazgos ajenos a las clases dominantes entre quienes construyen la alianza antitenochca. Su primer impulsor fue “el cacique gordo de Cempoala”. La clave la da una precaria mayoría del “senado” de Tlaxcala, encabezada por Maxixcatzin, señor de Ocotelolco, que varias veces estuvo a punto de perder esa mayoría frente al jefe del partido pro-Tenochtitlan, Xicoténcatl Axayacatzin, jefe de los ejércitos de la “República”.
En 1520, mediante la violencia (masacres, saqueos, esclavizados), los españoles y la confederación de Oriente dominan la costa del Golfo y el valle de Puebla. En 1521 invaden la cuenca de México, donde se les unirán paulatinamente altepemeh tan poderosos como Texcoco, Chalco y Xochimilco. En todos los casos queda claro que son los poderosos de esos “señoríos”, los que gestionan las alianzas. Friedrich Katz se preguntó hace medio siglo si la violencia endémica del último medio siglo en Mesoamérica, además de luchas por el poder entre los poderosos de los distintos señoríos, tenían también un ingrediente de rebelión campesina o popular.
Katz encuentra demandas contra la opresión resultante de la extracción de tributos en beneficio de Tenochtitlan, pero también de los grupos dominantes de los altepemeh tributarios. Enfatiza dos momentos en que queda clara la renuencia de “las clases inferiores” a luchar en pro de “las clases dominantes”. Una en Tenochtitlan, en 1427, cuando los macehuales rechazaron la guerra contra Azcapotzalco. La otra en Cuetaxtla, donde los macehuales se negaron a secundar la alianza de sus gobernantes con la confederación antimexica, y pidieron perdón a los mexicas. “Las palabras que usaron eran notablemente similares a la terminología de los revolucionarios campesinos de muchas partes del mundo”. Y transcribe la versión de los cuetaxtlecas según fray Diego Durán: “¿Por qué os vengáis de nosotros que no os hemos enojado, ni injuriado, ni inquietado, y dejáis vivos a esos malditos ladrones de nuestros principales y señores, que ellos son los que nos traen y acarrean la muerte?
“Lo que queremos decir es que pedimos justicia contra nuestros señores.
“Decían que sus señores les habían tratado con la mayor ferocidad posible, que los habían tiranizado, que los habían tiranizado y cargado de tributos, demasiado altos… y que todo su oficio era comer y beber a costa del común, jugar y holgar.”
Dos temas quedan en el tintero: entender que a la caída de México-Tenochtitlan no siguió la pax hispánica, sino 300 años de guerras de conquista, de sometimiento y de exterminio. Quienes inventan que la “conquista” es una “liberación” de la tiranía mexica muestran como inaudita la fragmentación política de Mesoamérica y sus guerreas endémicas. En realidad, era muy parecido lo que ocurría en la Europa occidental medieval, con sus pugnas interminables entre poderosos, interrumpidas a veces por devastadoras revueltas campesinas.
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