La aceptación masiva de las reglas draconianas impuestas por varios gobiernos a raíz de la “pandemia” del covid-19, podría conducir a un nuevo sistema totalitario tecnocrático de ideología transhumanista, con la eventual deriva de atrocidades que serían justificadas bajo la bandera del bienestar colectivo.
Según esa hipótesis de Mattias Desmet, sicoanalista y sicoterapeuta especialista en mecanismos de formación de masas, millones de personas −atrapadas en las garras de la “hipnosis covid” y presas del miedo y de una “intoxicación mental” producida por la falsa narrativa impuesta de forma dominante a través de los medios de (des)información masiva desde hace casi dos años− estarían dispuestas a luchar contra un “enemigo común” (los “antivacunas”, los “conspiracionistas”) con total despreocupación por la pérdida de sus derechos y libertades fundamentales.
Profesor de sicología clínica en la Universidad de Gante, Bélgica, y autor del libro Sicología del totalitarismo (en imprenta), Desmet explica por qué unas sociedades en shock, hipnotizadas por la propaganda y el miedo, aceptaron la “narrativa corona” y una serie de estrategias gubernamentales de mano dura antes inimaginables, como el confinamiento obligatorio, el uso de mascarillas, el distanciamiento social, el pasaporte covid y sucesivas dosis de vacunas experimentales. Porque son parte de lo que en términos sicológicos denomina, inspirado en Gustave Le Bon, “formación en masas”, una especie de hipnosis, histeria o sicosis colectiva, a gran escala, que elimina la capacidad de pensamiento crítico de las personas, componente típico de los regímenes totalitarios.
Expone que una masa es un grupo específico en el que todos los individuos se asemejan y creen firmemente en la misma narrativa. Sufren una falta radical de pensamiento crítico, y sus capacidades cognitivas se deterioran y disminuyen.
En varias entrevistas, Desmet dijo que al principio de la crisis del virus corona analizó la información desde una perspectiva estadística, y tras unas semanas observó que los números no cuadraban y el modelo inicial del Imperial College of London había sobrestimado el peligro del virus y su mortalidad. Luego se percató de que se trataba de un fenómeno clásico de “formación de masas” a gran escala. (Dan Astin-Gregory, “Why do so many still buy into the narrative?#MassFormation”, 21/9/21 y Clémence Corré-Saint-Jours y Caroline Rouyer, “Corona totalitarismo: las claves para entender la crisis”, 12/11/21).
Desmet argumenta que para que aparezca una formación de masas son necesarias cuatro precondiciones: 1) la falta de vínculos sociales, con un fuerte sentimiento de aislamiento (las personas deben sentirse socialmente “atomizadas” diría Hannah Arendt); 2) una falta de sentido en su vida; 3) ansiedad latente y flotante y descontento generalizado, y 4) una gran frustración y agresividad en la sociedad. Demuestra que esas condiciones estaban presentes antes de la crisis del covid-19, y cuando aparece la nueva narrativa que da un objeto (el virus) a la angustia y es martillada día tras día por gobernantes y los medios masivos, genera una enorme disposición en la población para conectar su ansiedad flotante con ese objeto específico y participar en las estrategias para combatirlo.
En el grupo que sigue esas estrategias se crea un (falso) nexo de solidaridad. Y se lleva a cabo de forma colectiva una “verdadera batalla heroica”, dice Desmet. Explica que un ser humano es social y si se siente aislado y de repente pasa de ese estado sin conexión a otro en que se está fuertemente conectado a una multitud o masa, se crea una especie de “intoxicación mental”. Aunque la historia sea absurda y falsa, la gente se “traga” la narrativa covid porque “le da sentido a sus vidas”. Y canaliza su frustración y agresividad contra el “nuevo enemigo”: los “conspiracionistas”, los “antivacunas”; incluso puede llegar a matar en nombre del “bienestar colectivo”.
Advierte que el análisis histórico muestra que la formación de masas puede ser el primer paso hacia el totalitarismo, y que los sistemas totalitarios tienen las mismas tendencias a aislar: “Para garantizar la salud de la población, las porciones ‘enfermas’ de la población” deben ser “aisladas y encerradas en campos”, idea sugerida durante la crisis corona, pero descartada como “no factible” debido a la resistencia social. “¿Persistirá esa resistencia si el miedo sigue en aumento?” Abunda que “la ceguera que conlleva el condicionamiento social y la totalitarización, inculpará a quienes no estén de acuerdo con la narrativa y/o rehúsen ser vacunados. Servirán como chivos expiatorios. Intentarán acallarlos. Y si eso tiene éxito, el temido punto de inflexión en el proceso de totalitarización llegará: solamente después de haber eliminado completamente a la oposición, el Estado totalitario mostrará su forma más agresiva. Y se convertirá −usando las palabras de Hannah Arendt− en un monstruo devorando a sus propios hijos. Lo peor está por venir.” (Patrick Dewals, “The Emerging Totalitarian Dystopia: An Interview With Professor Mattias Desmet”, The Daily Sceptic, 4/3/21.)
Afirma que el sistema totalitario que está surgiendo es tecnocrático y se basa en la ideología transhumanista, que tiene raíces en la creencia de que el hombre es semejante a una máquina; forma parte de una máquina más grande, el universo, y puede ser “optimizado” añadiéndosele todo tipo de componentes mecánicos.
Según Desmet, en una sociedad totalitaria cerca de 30 por ciento de las personas está bajo el hechizo hipnótico de la formación de masas; 40 por ciento permanece en silencio y se conforma sin estar convencida de la narrativa dominante, y 30 por ciento no cree ni cumple la narrativa y expresa su desacuerdo en voz alta. En la crisis del corona, el grupo que resiste no logra hablar al unísono, y su impacto sobre el grupo que permanece silencioso nunca es tan poderoso como el impacto de la masa que está hipnotizada por la campaña de intoxicación mediática. Si el grupo disidente encontrara una manera de unirse sin convertirse en una masa −la masa destruye la individualidad y singularidad del ser humano−, la crisis y su proceso quedarían suspendidos. Si no, iremos de un confinamiento a otro y de una crisis a otra, que culminará en un totalitarismo que, tras eliminar a la resistencia, devorará a sus propios hijos.