El inicio del 2022 nos convoca a desear lo mejor a las familias mexicanas y del mundo entero, también nos llama a reflexionar sobre las más eficaces vías para construir, con solidez y viabilidad, un mejor mañana. Quiero ser enfático: sin pasado no hay presente, pero tampoco hay futuro sin presente.
Tenemos que recordar y honrar el enorme legado histórico y cultural de nuestra gran nación, la economía número 15 del mundo y la décima más poblada. Pero de manera responsable tenemos que sembrar las semillas del futuro y cultivarlas con las mejores herramientas del progreso y la justicia: la educación, la ciencia, la tecnología y la innovación. Con ellas, incrementar el índice de desarrollo humano elaborado por la ONU, comenzando por la salud y la prolongación de la esperanza de vida.
Ya lo decía el mayor filósofo de la administración, Peter Drucker, vivimos tiempos nuevos, tiempos de poscapitalismo y postsocialismo centralizado, vivimos en una nueva sociedad del conocimiento, donde el trabajo que más reditúa es el mental, no el material: la creación de valor ya no está en las materias primas y los activos físicos, ni siquiera en los financieros, sino en la generación de ideas, la innovación hecha mejores bienes y servicios.
Por eso, en la estimación del FMI para 2022, los países que más crecerán, hasta en 6.2 por ciento, son los que más han invertido en educación y conocimiento, los países del sudeste asiático y recientemente también China. En cambio, desafortunada pero no irremediablemente, los países que menos crecerán son los de América Latina y el Caribe: sólo aumentarán su PIB en 0.6 por ciento.
Esto significa que tenemos que mirar a quienes hoy son vanguardia, a quienes han creado las bases del desarrollo y el bienestar, a quienes invirtiendo en educación, ciencia y conocimiento han crecido más y han resuelto los desafíos de la autosuficiencia alimentaria, la salud de buena calidad, la escolaridad universal, los servicios públicos eficientes.
Los héroes del futuro son los jóvenes, mujeres y hombres, con ellos tenemos que trabajar, dotarlos de las herramientas del conocimiento para construir esas bases del desarrollo sostenible traducido en calidad de vida. Con ellos, edificar ya las bases del futuro inmediato de este año que inicia y la tercera década del siglo XXI.
El desarrollo medido en indicadores de calidad de vida lo tenemos que procurar para todos los seres humanos, pero en especial para América Latina, una región que requiere como nunca un cambio de paradigma: sin olvidar nuestra identidad cultural y nuestro legado histórico, por el conocimiento conquistar el futuro.