Ofensa y defensa de la tauromaquia es el título de uno de los libros más inteligentes, sustentados y elegantes, por su prosa y nivel de argumentación, que se han escrito en los pasados años a escala mundial, gracias a la pluma del analista taurino Horacio Reiba, Alcalino, colaborador de La Jornada de Oriente desde su fundación en 1990.
Como hace décadas la distribución de drogas se volvió más ágil, eficiente y lucrativa que la distribución de libros, las contadas obras que se ocupan del tema taurino no son la excepción, por lo que tan esmerado trabajo, editado en 2018 por la Dirección de Fomento Editorial de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, no ha logrado atravesar los centros libreros de ésta y los anaqueles de la Librería Profética, todo en la capital del estado poblano.
Si no hay el propósito de viajar a la bella Angelópolis en próxima fecha, queda la opción de escribir al autor al correo electrónico hreiba@gmail.com y solicitar uno o más ejemplares de la joya titulada Ofensa y defensa de la tauromaquia, que al decir de Alcalino “entabla un diálogo con los taurófobos y hace una consistente defensa del toro y las corridas desde una perspectiva cultural, ecológica y científica, sin otra pretensión que explicar al lector inteligente y bien dispuesto lo que es y significa la fiesta de toros como pieza singular del patrimonio cultural inmaterial de nuestro agringado país".
Este añejo desdén por la cultura y la lectura, no es de ayer, y la inexcusable separación entre la producción editorial de las universidades y una distribución oportuna en librerías y centros comerciales a lo largo y ancho del país, no sólo afecta el conocimiento en general y el de nosotros mismos en particular, sino que perjudica la economía de las ediciones y la urgente difusión de las ideas, mientras miles de libros valiosos se mueren en las bodegas.
A propósito de ideas, un alumno de Ciencias Políticas preguntó al profesor: ¿En qué se parecen los presidentes Chávez, de Venezuela, y Correa, de Ecuador? En la defensa de la soberanía de sus pueblos, contestó ufano el catedrático. No, maestro, en que al haber prohibido las corridas de toros en sus respectivas capitales.
sólo le hicieron el juego al pensamiento único, al Consenso de Washington y al imperialismo anglosajón, en vez de haberse puesto a trabajar en una normativa responsable y nacionalista que encauzara esa tradición y comprometiera a los colonizados empresarios.
Por ello la cultura de los políticos −los que viven de la ciudadanía− y la de los taurinos −los que viven del espectáculo− suele ser preocupante, sobre todo cuando de prohibir y defender la tradición tauromáquica de un país se trata, pues a la mutua falta de perspectiva cultural se añaden los oportunismos y protagonismos recíprocos, olvidando la máxima “Si no eres muy inteligente, procura ser conciliador”, y más cuando en el mundo la imaginación política se reduce a un animalismo chocarrero que se pretende humanismo de altos vuelos.
Mientras una sospechosa y parcial Comisión de Bienestar Animal del Congreso de la Ciudad de México, antes Asamblea de Representantes, pretende prohibir las corridas de toros en la Ciudad de México sin haber efectuado consulta alguna con los directamente involucrados, un líder sindical autodesignado defensor oficioso de la tauromaquia intenta plantarles cara a los animalistas comandados por un diputado del acrobático Partido Verde Ecologista, que llega a Donceles en una camioneta de lujo pero con placas del estado de Morelos. Lo dicho: concilien en lugar de seguir haciendo el ridículo.