Comercializar la imagen de Frida Kahlo (1907-1954) ocasiona que el público se interese más en las “chácharas” que en la persona o en su obra: “No se vende una muñeca mutilada; se banaliza su figura”, considera el historiador egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), José Ignacio Maldonado Baeza (Ciudad de México, 1992).
En entrevista, el académico afirma que nuestra sociedad de consumo propicia que se venda una muñeca Barbie de Frida Kahlo como un producto, “pero también el mercado del arte responde a la demanda y la oferta; la comercialización de las pinturas de Frida se ha reflejado en ese mercado, porque su último cuadro subastado alcanzó un precio récord de 34.8 millones de dólares en la subasta de Sotheby’s en Nueva York, el pasado noviembre”.
Maldonado Baeza realizó en 2015 la investigación Frida en venta: del mito al objeto, para la Universidad Iberoamericana, en la cual advertía el fenómeno que resurgió en días recientes, luego de que la empresa panameña Frida Kahlo Corporation (FKC) anunciara ser la única dueña de la marca con el nombre, firma e imagen de la pintora, después de que el litigio interpuesto por las familiares de Frida falló en su favor.
“El actual contexto político, social y económico permite que la imagen de un artista se comercialice. Pero es importante distinguir que lo que mercantilizan empresas como la FKC es la imagen, no la obra. Se necesita destacar que el mismo Diego Rivera cedió los derechos de sus obras y las de Frida Kahlo al pueblo de México mediante el fideicomiso del Banco de México, y después están esas compañías que explotan la imagen o el nombre de la artista. Se comercializa la imagen no la obra”, reiteró el historiador.
Características únicas
En su investigación, Ignacio Maldonado destaca que el escritor Carlos Monsiváis (1938-2010) encontró en los años 80 un momento en el que “todo coincidió” para que se escogiera a Frida como símbolo, pues se hablaba de Trotsky y su relación con la artista; había exposiciones de ella en México y en el extranjero; diferentes movimientos la comenzaron a adoptar, por ejemplo, el feminista y el chicano.
Monsiváis habló del protagonismo de Rivera, y destacó que Frida también da de qué hablar, pues “sus características son únicas: pintora, oficio casi exclusivamente masculino; comunista, fe que sólo de modo secundario toma en cuenta a las mujeres; nacionalista fervorosa desde la apariencia, el traje típico como apropiación de las tradiciones; inválida, que proclamaba ‘Viva la vida’, y de costumbres heterodoxas”.
También concuerda con la idea de que “el símbolo de Frida es de una actualidad deslumbrante, porque, en lo esencial, ya no es un símbolo de la pintura (aunque abunden las reproducciones) ni de la militancia, ni de la condición femenina homosexual y heterosexual. En última instancia, Frida, en el vórtice de la fridomanía, es símbolo de sí misma.
“Quien se identifica con Frida y sale a protestar con su retrato estampado, no le va a pedir permiso a nadie”, continúa el investigador, “pero es muy diferente si se vende una muñeca de la artista, son cosas distintas, y es interesante observar, por un lado, a las personas que se identifican con los valores que la artista dejó ver, y, por el otro, lo que se conoce como producto de mercado.
“Hay artistas como Andy Warhol o Basquiat cuyas obras han sido utilizadas por empresas comerciales, pero, la diferencia con Frida es que de ella se explota su imagen no su arte”, explica el especialista.
Considera que la vida trágica de Kahlo no es un factor para que se vendan los productos de su imagen, contrario a lo que opinan quienes lucran con la artista, pues, “no hay una muñeca mutilada de la pintora; es decir, hay una separación entre obra y persona. Los productos que se venden no son de una Frida que sufre”, concluye el historiador.