En México todavía no se establece una política energética dirigida a cumplir con la reducción a cero en la emisión de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera para 2050. A pesar de que el país contribuye con un porcentaje pequeño, 1.3 por ciento de dichas emisiones, puede tener un programa energético de corto, mediano y largo plazos para cumplir con dicho objetivo. Los países que más contribuyen a dichas emisiones son China con 32 por ciento y Estados Unidos con 15 por ciento. Sin embargo, son los que han construido más centrales de energías renovables. La causa principal por la que se emiten grandes cantidades de CO2 de manera artificial por el ser humano es por las centrales que emplean petróleo, gas y carbón para producir electricidad. En el caso de México, según datos de la Sener hasta el 30 de abril de 2021, dichas centrales de combustible fósiles representaban 63.5 por ciento del total. Pero lo deseable es que para 2050 no existan dichas centrales eléctricas, sino aquellas que no produzcan gases de efecto invernadero. Cabe mencionar que la energía eólica, la geotérmica y la solar fotovoltaica son hoy las fuentes de energía más baratas según el Departamento de Energía de Estados Unidos y la International Renewable Energy Agency (Irena).
Al margen de lo que haga el gobierno, poco a poco, la ciudadanía ha tomado conciencia del grave problema que representan las emisiones de CO2. Se puede decir que la clase media y alta, así como muchos comercios, empresas e industrias han empezado a instalar sobre todo paneles fotovoltaicos que convierten la luz solar en electricidad. Según el doctor Aarón Sánchez, investigador del Instituto de Energías Renovables de la Universidad Nacional Autónoma de México, hasta 2018 dichas instalaciones generaban mil megavatios, cantidad equivalente a la electricidad de produce una unidad del reactor nuclear de Laguna Verde. Y se espera que estas instalaciones crezcan muy rápidamente.
Según esta forma de producir electricidad, durante el día se genera la electricidad y la energía que sobra se envía de vuelta a la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y durante las noches la CFE nos proporciona la energía que necesitamos; es decir, la electricidad viaja en dos direcciones. De día nosotros producimos electricidad y de noche la recibimos de la CFE.
Si producimos más electricidad durante el día que la necesaria en las noches, tendremos una cuenta a favor ante la CFE. En muchos países, si ese saldo es a favor, la compañía del gobierno, en este caso la CFE, les paga a los productores de electricidad una cantidad por la energía producida. En México aún no se paga nada a quienes producen más electricidad de la que utilizan a escala residencial. Lo que hoy cobra la CFE es una tarifa de unos 50 pesos en todos los casos por la transmisión y distribución; pero, en rigor, debería pagar a quienes producen más electricidad que la que consumen.
Sin embargo, existe otra variante, que es ser totalmente autosuficiente y no depender para nada de la CFE en el abastecimiento de energía eléctrica. Para ello, se requiere un sistema de almacenamiento de energía durante las noches y, hoy día, las baterías de ion de litio representan la opción más adecuada, que también es la que emplean los automóviles, camiones y trolebuses eléctricos. Hoy el costo de las baterías de ion de litio está en 137 pesos por kilovatio-hora (kWh) (Bloomberg), pero se calcula que en tres años estará en 100 pesos por kWh, lo que las hará competitivas.
Si la energía distribuida es una solución parcial que requiere la intervención del gobierno en la transmisión y distribución de la electricidad, y la producción puede ser del gobierno, de grandes empresas o de particulares. En el caso de la autonomía energética, no dependemos de nadie: producimos nuestra propia energía eléctrica y somos independientes del gobierno y de las empresas privadas.
Podemos instalar en el techo de nuestras casas varios paneles fotovoltaicos que duran 25 años, un inversor de corriente –para transformar la corriente directa en alterna–, que dura 10 años, y un banco de baterías de ion de litio, que también dura 10 años. Si, además, añadimos un calentador solar, prácticamente no necesitaremos gas o madera para bañarnos con agua caliente. Y, lo más importante, con ello habremos contribuido como personas y como sociedad a mitigar los efectos del cambio climático global.
Por lo pronto, el gobierno podría establecer normas para que en las nuevas construcciones se instalaran paneles fotovoltaicos y calentadores solares. Con ello, se podría contribuir en los hechos a mitigar el aumento de temperatura del planeta.
* Instituto de Energías Renovables, UNAM