Es innegable que hoy la Ciudad de México se encuentra atrapada en un nuevo episodio de contagios por covid-19, aunque se nos ha dicho que la variante no resulta tan peligrosa como la que predominó en 2020.
Sí, los niveles de contagio en muchas partes del país empiezan a superar los números de lo que se llamó la primera ola, pero aunque la infraestructura puede dar respuesta positiva a quienes se infecten, sería imperdonable tratar de evadir la realidad del momento.
Esto se podía predecir desde mediados de diciembre pasado. La temporada de reuniones y festejos por el cierre del año tenía que dejar consecuencias, las mismas que se empiezan a exhibir en números cada vez más alarmantes.
Decir que no sucede nada sería tomar una mala ruta. Durante mucho tiempo la respuesta de la autoridad a muchos asuntos graves ha sido negarlos y luego los resultados se sufren entre la población.
Los habitantes de la ciudad, aún de fiesta, empiezan a dar muestras de una muy avanzada madurez. En todos lados va con cubrebocas y en días recientes los centros en los que se practican las pruebas rápidas para detectar el virus muestran larguísimas filas de personas que exigen la prueba, lo que nos explica qué tan preocupados se hallan los capitalinos por su salud.
Por lo que se refiere a las autoridades, todos están pendientes de mantener en cauce, si así lo pudiéramos decir, el desenvolvimiento de la ola de la pandemia para evitar que se vuelva incontrolable y produzca, por más que parezca menos ofensiva que la anterior, más daños de los que se puedan restañar.
El doloroso producto de la enfermedad traspasó el umbral de la salud corporal y ha impactado también la economía, entre otras muchas cosas. La pérdida de empleos, el ocio como consecuencia y la violencia intrafamiliar, por ejemplo, muestran hasta dónde ha trascendido la enfermedad.
Lo peor es que la pandemia se convierta en un arma política que apunte directamente al gobierno para menoscabarlo en su prestigio y en su quehacer. Ahora resulta que el panismo, cada vez más desesperado, el que se dice protector de los negocios, exija al gobierno de Claudia Sheinbaum el cierre de la ciudad.
Hay males muy peligrosos, males que no se curan con las vacunas conocidas, ese mal le pega hoy a los azules, que con esas peticiones se alejan también de lo que se supone que es su principal base, la gente de los comercios y del mercado.
Algo más tendría que hacer la oposición blanquiazul para buscar estrategias que cuando menos procuren mantener a su base, pero parece que también han perdido la esencia que dio razón de ser y reivindicaba los derechos de un grupo social bien identificado con la derecha. Eso parece ya no tener sentido entre ellos, que suponen que las elecciones se ganan comprado votos y nada más.
De pasadita
Asunto aparte tiene que ser el del transporte de alquiler vía aplicaciones de Internet. Seguramente ya se sabe que hay un considerable aumento en las tarifas que cobran eso vehículos.
Estas altas tarifas parecen ser producto del cobro de 2 por ciento que decretó el gobierno a esas plataformas que, con el cuento de “hacer socios” a sus trabajadores, los ha dejado sin prestaciones de ley que tendrían que pagarles.
Es muy probable que Claudia Sheinbaum vuelva a intervenir para poner orden a esa forma de transporte, que si bien se ha convertido en una parte insalvable de la cotidianidad, también es hoy uno de los modernos aparatos de explotación totalmente impunes. Ojalá pronto se arregle el asunto.