Washington. El telescopio espacial James Webb superó este martes una etapa importante al desplegar completamente su escudo térmico, un parasol de cinco capas necesario para observar el cosmos.
Aunque todavía faltan muchas operaciones para que el observatorio esté completamente listo, el despliegue de este parasol era la “más difícil” de la lista, recordó Thomas Zurbuchen, jefe de misiones científicas de la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA), en un comunicado.
Enormes capas
Cada una de las capas de este escudo térmico tiene el tamaño de una cancha de tenis y son necesarias para proteger los instrumentos científicos del calor del Sol. Desde el lunes cada una de ellas se desplegó y estiró.
El telescopio es demasiado grande para caber en un cohete, por lo que hubo que doblarlo sobre sí mismo como una pieza de origami y desplegarlo en el espacio, procedimiento extremadamente peligroso.
“Es un día muy especial”, tuiteó el astrónomo Klaus Pontoppidan, científico jefe del James Webb. “Creo que es hora de darse cuenta de que pronto tendremos quizá un telescopio espacial gigante completamente operacional”.
Los astrónomos de todo el mundo esperaban con ansia al James Webb, el telescopio espacial más potente, porque permitirá observar las primeras galaxias, formadas pocos cientos de millones de años después del big bang.
El observatorio despegó hace poco más de una semana de la Guayana Francesa y actualmente se encuentra a más de 900 mil kilómetros de la Tierra. Va camino de su órbita definitiva, a 1.5 millones de kilómetros de nosotros, es decir, cuatro veces la distancia entre la Tierra y la Luna.
En este lugar, si surgiera un problema, no se puede prever una misión de reparación.
Su despliegue, pilotado desde Baltimore, en la costa este de Estados Unidos, debía realizarse sin tropiezos. Más de un centenar de ingenieros se relevaron noche y día para asegurarse de que todo transcurriera según lo programado.
La NASA lo transmitió en directo por Internet. Como no hay cámara a bordo del James Webb, las únicas imágenes disponibles eran de la sala de control de operaciones. El equipo estalló en júbilo en cuanto terminó el despliegue.
“El ambiente es difícil de describir. Fue un momento increíble. Había mucha alegría, mucho alivio”, declaró a la prensa Hillary Stock, a cargo del despliegue del parasol en Northrop Grumman, socio de la NASA. “Todo salió bien”, añadió.
El parasol mide unos 20 metros por 14 y tiene forma de diamante. Sus capas, tan delgadas como un cabello, estaban dobladas como un acordeón y ahora se estiraron hasta quedar a unas decenas de centímetros entre sí.
Kapton resistente
Están hechas de kapton, material elegido por su resistencia a las temperaturas extremas, porque la cara más cercana al Sol puede alcanzar 125 grados centígrados y la más alejada, -235 grados.
Su despliegue fue posible gracias a cientos de poleas y metros de cables para guiarlas, además de motores para estirar cada vela, desde cada punta del diamante.
El lunes las primeras tres capas se desplegaron y estiraron con éxito. El martes por la mañana, los equipos hicieron lo propio con las dos últimas. Antes se activaron las dos “estructuras de paletas” que contenían el escudo solar.
Este escudo térmico es esencial, porque los instrumentos científicos del James Webb sólo funcionan a temperaturas muy bajas y a oscuras.
La gran novedad de este telescopio es que operará por medio del espectro infrarrojo cercano y medio, longitudes de onda invisibles a simple vista.
Para detectar la luz débil procedente de los confines del universo no puede verse afectado por las radiaciones del Sol, pero tampoco por las enviadas por la Tierra y la Luna.
El siguiente paso es el despliegue de los espejos: primero uno secundario, más pequeño y colocado al final de un trípode, y después el principal, recubierto de oro y que mide unos 6.6 metros de diámetro.
Una vez configurado, el James Webb llegará a su destino, conocido como el punto Lagrange 2. Entonces habrá que enfriar y calibrar los instrumentos y ajustar los espejos con mucha precisión.
Seis meses después del despegue, el telescopio estará listo para remontarse a los orígenes del universo y buscar entornos habitables fuera de nuestro sistema solar.