El telescopio James Webb fue lanzado al espacio por la NASA hace unos días desde la Guayana Francesa. El Webb es heredero del telescopio Hubble. Es un observatorio infrarrojo muy sensible que puede mirar más cercanamente al nacimiento del universo.
El Webb tiene un espejo primario de 6.5 metros de diámetro, mientras que el del Hubble es de 2.4 metros, y lo provee de casi siete veces más capacidad de captar luz y, así, mirar más lejos al pasado.
Mirar al inicio del universo es sin duda un hecho sobresaliente en términos científicos, tecnológicos e intelectuales, es decir, literalmente relativo al entendimiento. Cada vez que miramos hacia el firmamento estamos de alguna manera mirando al pasado. La luz que emite el Sol tarda aproximadamente 8 minutos y 20 segundos en llegar a la Tierra, así que el Sol que miramos es el de aquel momento anterior.
Cuando los astrónomos de la película No miren arriba ven el enorme cometa que se desplaza hacia una colisión con la Tierra y la destruirá, no logran convencer a nadie de que eso ocurrirá, porque cada quien evita mirar y sólo se ocupa de sí mismo.
Así pasa con la presidenta, que desdeña la información que le dan y sólo busca votos a su favor y con su desquiciado hijo que es también jefe del gabinete. Igualmente ocurre con su gobierno en el que la administradora de la NASA es una anestesióloga, o bien, con el general que en la Casa Blanca cobra por agua y botanas que ahí se consiguen gratis. Un severo caso de autismo político.
Está la infaltable figura del magnate tecnológico trastornado y megalómano, que porta un celular de modo permanente en la mano, claramente identificable con personajes reales y para lo que no se requiere más que una insinuación. Es además el principal donador de las campañas de la presidenta. El tipo se propone, fallidamente, mediante su fortuna y sus empeños de dominación, salvar al planeta, Antes de eso, por supuesto, lleva a una cohorte de adinerados a otro planeta donde pronto perecerán.
Los fatídicos conductores de un programa de televisión no pueden más que trivializar todo el asunto. La parodia está muy bien lograda. La gente está tan embebida en sus cosas que simplemente no hace pausa alguna para pensar; pero, acatan huidizos cuando la presidenta los conmina a no mirar hacia arriba y cuando lo hacen es ya demasiado tarde.
La ironía es tan llana que cumple cabalmente con su función de exhibir a una sociedad alienada, con un poder político y económico extraviado y en una carrera hacia su propia extinción. El asunto es fácilmente comparable con la crisis del cambio climático. El director y guionista Adam McKay no tiene necesidad de sofisticación en su planteamiento, el cometa cumple con su destino y se estrella.
Mirar es una actividad seria y compleja, es un argumento primordial en el arte. Así como se puede mirar al enorme universo y hurgar sobre su origen, se pueden mirar las extraordinarias tonalidades de azul del cuadro El paso de la laguna Estigia, de Joachim Patinir, pintado en una tabla de 64 por 103 centímetros entre 1519 y 1524.
Ambas miradas, son necesarias y complementarias. Una consideración derivada de este argumento se encauza por necesidad a la forma de mirar una sociedad. Y distingo esta cuestión de la que representa el análisis de las cuestiones sociales. Son, en efecto dos cosas distintas. Mirar con atención, con ciertos criterios, con propósitos claros es una tarea que exige hoy una elaboración de la cual depende alguna posibilidad de restablecer la convivencia y replantear las prioridades y posibilidades de la humanidad. Estamos instalados en eso que de modo eufemístico se ha llamado como pos-verdad pero que encalla en la contundente mentira.
Para ver no se necesita entrenamiento especial, es un asunto del funcionamiento del sentido de la vista. Para mirar, hay que educar el intelecto que, como dice el diccionario es un potencial cognoscitivo. He ahí la esencia de la educación y la cultura, del conocimiento en general, de la apreciación por la diversidad, de aprender a mirar desde distintos ángulos. Esa es su relevancia en la conformación social y una base de acuerdos funcionales para edificar la convivencia.
Los políticos se equivocan. La democracia tiende a vaciarse de contenido, la alternativa es clara e indeseable. En una gran diversidad de cuestiones, se advierte la tendencia a centrar las visiones políticas en el marco de una cada vez de mayor confrontación. Esto sucede al interior de las sociedades y entre las naciones, en las relaciones sociales y las estructuras del poder. Las migraciones, los enfrentamientos bélicos en curso y los conatos de nuevas guerras, la opresión persistente, la crisis económica, la devastación ambiental son algunas evidencias. Extender la capacidad y el poder de mirar es imprescindible. Y no ocurrirá de manera natural.