Hace un año, el 3 de enero de 2021, hice un balance de 2020 y decía, en el artículo titulado Los pendientes de AMLO: “El tema migratorio ha sido la peor crisis sorteada en los dos años de gobierno; puso en vilo al país, tuvo que dar marcha atrás en su política aperturista y ceder a las presiones y chantajes de Trump. Sin embargo, no se le dio la debida importancia al tema y al problema”.
Terminó 2021 y seguimos en las mismas. Ha sido un año terrible en cuanto al manejo de los flujos migratorios; se dio marcha atrás y se volvió a aceptar la presión de Estados Unidos para reabrir el programa Quédate en México (MPP en inglés); no se le da la debida atención al tema migratorio, sólo se reacciona en momentos de crisis. Tampoco hay cambios en el organigrama y los encargados de definir y aplicar la política migratoria continúan siendo los mismos.
Seguimos acostumbrados a considerar la migración del siglo XXI como si fuera igual a la del XX. Los patrones migratorios han cambiado. Ya no se puede aplicar la tradicional “política de la no política”, de no hacer nada.
Inauguramos el siglo con los migrantes de La Bestia, encaramados en su techo y no se prestó atención a la incursión del crimen organizado en el tráfico y la trata de personas. Incluso los migrantes más vulnerables fueron presa fácil de funcionarios, policías, pandillas, violadores y extorsionadores. Todo ese drama cotidiano se hizo evidente en octubre de 2010 con la masacre de los 72 migrantes de San Fernando. La relación de las policías con el narcotráfico se hizo pública y notoria.
Otro cambio radical del patrón migratorio fue la migración familiar y de jóvenes y niños no acompañados. Un cambio gradual de estrategia migrante al encontrar resquicios legales para solicitar refugio, si ingresaban con mujeres y niños. Una medida desesperada ante la dilación permanente de los legisladores para permitir la reunificación familiar. Esta modalidad hizo crisis en 2014, durante el gobierno de Obama.
Luego vendrían la amenazas y el endurecimiento de las políticas migratorias con Donald Trump en 2016. Y ante la cerrazón, los migrantes respondieron de manera organizada y espontánea con las caravanas de 2018, 2019 y 2021. Las migración clandestina y subrepticia, dejó paso a un nuevo patrón migratorio, la masa organizada, proactiva, demandante y disruptiva. Las reglas del juego turbio de la migración clandestina, quedaron arrasadas por caravanas que marchan a pecho descubierto, protegidas por la fuerza de una masa compacta, como diría Elías Canetti, de gran repercusión mediática y respaldada por una amplia solidaridad.
Transcurre el año pasado con la llegada de un pueblo errante, nómada e itinerante, los haitianos, que después de años de residencia en Brasil y Chile, siguen dándole la vuelta al continente en busca de la tierra prometida, que para ellos, les queda completamente claro, es Estados Unidos. Una porción de este pueblo, disperso en el Caribe, Sudamérica y Norteamérica llegó a México en 2016, en un primer intento de cruzar a Estados Unidos, fueron cerca de 20 mil y unos 4 mil se quedaron en nuestro país. Cinco años después vuelven a intentarlo, pasan varias fronteras sin dificultad hasta que llegan a México, donde los confinan en Tapachula. Pero cerca de 15 mil, de manera estratégica y organizada llegan a Ciudad Acuña y dan un “portazo” en el lugar menos esperado, donde se podía cruzar el río Bravo con facilidad y dónde no había muro.
El año horrible rompió varios récords de cifras en México y Estados Unidos. Más de un millón y medio de migrantes fueron atrapados por la Patrulla Fronteriza y México “presentó ante la autoridad migratoria” a 252 mil y “devolvió” a 101 mil entre enero y noviembre.
La crisis de 2019 y el chantaje de Trump tuvo como argumento a 130 mil migrantes detenidos por la Patrulla Fronteriza; pero esa cifra fue ampliamente rebasada en 2021 y se llegó de 210 mil en julio. En diciembre de 2020, en los últimos días de la administración de Trump los migrantes detenidos no sobrepasaban los 30 mil mensuales y en tres meses, para marzo de 2021, llegaron a 170 mil y la curva no bajó hasta noviembre. ¿Qué sucedió?
En primer lugar el efecto de contención por parte del Covid-19, por motivos sanitarios se cerraron las fronteras en prácticamente todo el continente, durante 2020 y los controles sólo disminuyeron al comenzar 2021. La migración dejó de ser una salida posible a pesar de la terrible crisis económica que se vivía.
En segundo término, esta fecha coincide con el cambio de la administración en Estados Unidos, con la llegada de Joe Biden y una nueva política migratoria, que prometía ser diferente. Y la respuesta por parte del colectivo migrante fue inmediata y se desbordaron los flujos desde distintos rincones de América, un ejemplo claro del “efecto llamada”.
Un tercer factor tiene que ver con un cambio en la política de contención por parte de México, las cifras de detenidos llegaron a 45 mil en septiembre, pero para esas fechas ya había transitado más de un millón de migrantes. Luego vendrían los programas de contención en Tapachula, ante las presiones de EU.
El año pasado comenzó y terminó con ataúdes y crespones negros. El 21 de enero se descubren los cuerpos de 16 migrantes masacrados en Camargo por un grupo de elite de la policía de Tamaulipas. El 9 de diciembre, un tráiler hacinado y cargado de migrantes se estrelló en Chiapas y murieron 56 personas.