Boaventura da Sousa Santos, pensador portugués contemporáneo (Premio México de Ciencia y Tecnología 2010), quien contrapone las experiencias humanas de la historia a la colonización occidental del pensamiento sedicente universal, dijo recientemente (23/12/21) a la entrevistadora Jacaranda Correa en el Canal 22: “Ustedes tienen la milpa que es el futuro, no el pasado”. En otras palabras, la alternativa lógica al problema aterrador de la desnutrición, de la dependencia alimentaria del maíz de Estados Unidos, así como de las empresas nacionales –y no tanto– de comestibles chatarra, es la única opción viable al deterioro del campo mexicano, el desempleo y la migración hacia las ciudades con la consecutiva degradación de la conciencia campesina y el aumento del individualismo competitivo entre la población nacional. Sí: las milpas que fueron nuestro pasado son nuestro porvenir. Pero no las milpas del empobrecido imaginario mexicano que hace decir a las personas desde los 60 años hasta los menos de 10, que una milpa es donde crecen los elotes, tal vez porque los menores no conocieron los policultivos que nos dieron origen e identidad, o porque los mayores se avergüenzan de confesar que no siguen las enseñanzas de los ingenieros introductores de la “revolución verde” que impusieron los monocultivos sobre nuestro territorio nacional y esconden con sus silencios las parcelas pródigas en maíces, frijoles, calabazas, chiles y tomates criollos entreverados entre sí. Como si se tratara de ocultar dioses paganos tras los ostentosos altares monoteístas.
En este espacio hemos insistido en la conveniencia de adoptar nuestro policultivo milenario –la milpa– como política de Estado, para empezar por obtener la autosuficiencia alimentaria entre los más carentes de la nación: apoyarlos no con fertilizantes químicos, pesticidas y sistemas agresivos de riego, sino con una respetuosa inspiración en las técnicas de recuperación de suelos hacia el resurgimiento del saber campesino tradicional. ¿No insiste el Presidente en que el valor más alto que tenemos los mexicanos es el conjunto de nuestras culturas y valores originarios? ¿O es una declaración hueca? ¿O es simplemente ignorante de que el principio de las culturas materiales está en un medio natural, combinado con los saberes necesarios para la supervivencia comunitaria? No hay solución a la vida desde fuera de la sociedad, porque la supervivencia es un invento colectivo y solidario, donde cada quien cumple su función y es de esta forma como se construyen las culturas: como respuestas originales a los retos de la naturaleza y de la propia sociedad. Las soluciones no llegan de fuera o de grupos ajenos, y menos de los que primero destruyeron las bases ancestrales y después pretenden reconstruirlas a su propia manera. Doble destrucción que se lleva la autoestima de la gente dominada al imponer soluciones exógenas a los problemas que primero crearon. Es urgente formar un frente que se una para dar una voz fuerte y contundente al saber ancestral. Que luche por la recuperación de sus soluciones vitales y garantice su viabilidad espacial y temporal hasta que la producción excedentaria del campo alimente saludablemente a las poblaciones urbanas y el intercambio entre ambas clases fortalezca la composición social de un país pacífico y creativo, participativo y dinámico, bajo reglas que no tienen por qué ser necesariamente las de un capitalismo exógeno, decadente e inviable.