Recibí un mensaje del mismísimo matador en retiro Mario Zulaica, gerente de la Monumental Plaza México, quien ya había tenido la gentileza o perversidad, a saber, de invitarme hace unos meses a opinar sobre el experimento que titularon “México busca un torero”, al que hasta el momento no han logrado darle continuidad e incluir en carteles atractivos a varios de los más de 70 diestros que participaron y los diez o doce encontrados. Seguro a causa de la pandemia.
Zulaica escribió: “Te deseo que pases un Feliz Año 2022 lleno de éxitos personales y profesionales pero sobre todo lleno de salud para ti u (sic) tu familia!!”, y anexó los ocho carteles que integran la llamada Feria de Aniversario, que el pasado año no pudo llevarse a cabo por el sobredimensionado virus, cuando tocaba celebrar el 75 aniversario del histórico inmueble.
Le agradezco a Mario su deseo de éxitos personales y profesionales pero como recién me dijo un artista talentoso, “el único logro que te reconozco es seguir siendo apoderado de ti mismo”, más la discreta comisión de conservar la tranquilidad de mi conciencia y darle sentido a los modestos alcances de mi impráctica inteligencia, añadí. Pero como el diálogo con las sucesivas empresas del coso de Insurgentes ha sido muy ocasional, por este conducto me permito comentarle las ocho combinaciones que adjuntó, aunque intrigado, como el resto, por la “experiencia taurina” que anuncia para el lunes 7 de febrero.
Como la adulación no es mi fuerte, le respondo a Zulaica con la sinceridad que me merecen sus afanes por proporcionarle a la afición de la capital y del resto del país un espectáculo taurino si no “a la altura del arte”, como dijera el poeta López Velarde, sí contra viento y marea de animalistas, antitaurinos y autoridades preocupadas por nuestra salud pero despreocupadas hace décadas de los derroteros de la fiesta de los toros.
De entrada, mi rechazo de siempre a esa desafortunada modalidad, copiada de España, de reducir la mejor tradición cartelera taurina a lamentables fotografías de los toreros actuantes o contratados, como si se tratara de los 4 fantásticos, de los miembros del escuadrón suicida, de los guardianes de la galaxia o, más serios, de un Juan Camaney en traje de luces. Es que vestirse de torero, sabe usted, compromete la esencia del individuo, no su apariencia. Y como las apariencias engañan, ¿por qué renunciar a que artistas plásticos y diseñadores plasmen formas visuales imaginativas y atractivas para el espectador potencial?
9 diestros 9, eso sí, de cuerpo entero, fotografiados de frente abajo de los carteles, como procesión laica, manifestación profiesta o declamadores sin maestro, ya que unos citan, otros brindan o gesticulan y algunos más como que reflexionan. Excepto a sus familiares, eso no atrae ni vende y menos promete emociones delante de un toro. Al igual que a Tauromaquia Mexicana, ¿a las empresas le resulta ciencia convocar a concursos de pintura taurina y diseño gráfico? Pero cada quien su fiesta y su concepto de promoción de la misma.
A reserva de detallar las combinaciones conforme se acerquen las fechas, enhorabuena por las alternativas de Juan Pedro Llaguno y Miguel Aguilar, la confirmación de Héctor Gutiérrez y la presentación del novillero Arturo Gilio, pero ¿a cuenta de qué viene Fermín Rivera y no Arturo Saldívar o Sergio Flores? ¿Por qué triunfadores de esta plaza como José María Hermosillo, Gerardo Adame o Juan Luis Silis, otra vez en un desalmado cartel de seis? ¿Volverán algún día Piedras Negras, Santa María de Xalpa, Zacatepec o de Haro, con El Juli?