Concluyó la exposición Esclavitud en el Rijksmuseum, el museo nacional de arte e historia holandesa, símbolo del poder y de la identidad del país que enfrentó uno de los temas más espinosos de su pasa-do colonial.
El director del recinto, Taco Dibbits, espera que la muestra quede como un antecedente para la discusión global de un tema urgente de enfrentar. “La esclavitud es parte de la historia colonial holandesa que tiene que ver con cada ciudadano porque aún afecta a la sociedad y al país”, escribió en The Art Newspaper.
Después de la lluvia de críticas de una parte de la prensa relativas a la muestra de 2017 dedicada a las “relaciones” entre Sudáfrica y Holanda (1652–1990), el museo ahora ha utilizado el formato del storytelling para evitar las arenas movedizas de la narración histórica en aras de que el visitante se esfuerce por crear su propia opinión.
Atrocidades perpetuadas
En la exposición sobre Sudáfrica se reprochó que haya aportado un punto de vista unilateral y sesgado de la historia. La revista africanah.org destacó que se omitía no sólo la verdad de los hechos, sino las atrocidades perpetradas contra la población local y perpetuadas en la situación actual de los “colonizados, que siguen luchando por liberarse de los grilletes de la opresión”.
Las curadoras Eveline Sint Nicolaas, Valika Smeulders, Maria Holtrop y Stephanie Archangel eligieron 10 casos de personas implicadas con la esclavitud en las colonias holandesas diseminadas en los cuatro continentes. Cada una representa una pequeña pieza de un enorme mosaico de millo-nes de seres humanos olvidados por la historia.
La muestra, cuya realización tomó cuatro años, se puede ver en línea en https://www.rijksmuseum.nl/en/stories/ slavery acompañada por una breve narración en inglés y holandés de los descendientes actuales directos o indirectos de tales personas, que la explican con el apoyo de pintura, material de archivo, objetos, poesía y canciones.
Los casos abarcan el siglo XVII y el XIX, es decir, entre la funda-ción de las dos compañías holandesas de las Indias Orientales VOC y Occidentales GWC y la prohibición de la esclavitud en los territorios asiáticos de Holanda en 1860. Ambas trasnacionales eran responsables del comercio de bienes y de esclavos y sus archivos hoy permiten reconstruir algunas de las vidas de personas cuyos nombres y caras fueron borrados.
La esclavitud convirtió al pequeño país es una potencia mundial, en particular en el siglo XVII, periodo conocido como el Siglo de Oro, denominación hoy objetada porque se alcanzó a costas del sometimiento y el sufrimiento de otros pueblos. Fue también un tiempo de esplendor de las artes y de la ciencias. En pintura fue la temporada de los más grandes maestros holandeses: Rembrandt, Vermeer, Frans Hals, entre otros. Es también el periodo estrella de las colecciones del Rijksmuseum.
Por 250 años, señala el catálogo de la muestra, “los holandeses enviaron al menos 600 mil africanos a América del Norte y del Sur y entre 660 mil y 1.1 millones de personas al Océano Índico […] la esclavitud, si bien existía, nunca antes en ta-les proporciones”.
João, por ejemplo, fue una de los 23 mil personas que entre 1636 y 1645 fueron raptadas en las costa oeste de África y transportados a Brasil. Holanda, desde entonces, recibía de ahí azúcar, café, cochinilla, maderas, hasta que Portugal retomó el control del territorio en 1654.
Se exponen los dos retratos del mercante Marten Soolmans y su esposa Oopjen Coopit, de Rembrandt, realizados en 1634, que representan una de las mayores adquisiciones del Rijksmuseum de los años recientes, obtenida en colaboración con el Louvre por 160 millones de euros en 2016. La pareja está pintada con la riqueza de su vestuario y excepcionalmente de cuerpo entero, honor reservado a los monarcas, lo cual refleja la medida de su posición social, alcanzada con el proceso de refinamiento del azúcar proveniente en bruto de las plantaciones de Brasil gracias al trabajo de los esclavos.
Uno de los hallazgos más interesantes de la exposición, indica una de las curadoras, es un collar de metal del museo comprado en 1881. Descubrieron que no era de un perro, como se creía, sino de un niño africano. Eran sirvientes, pero se consideraban una especie de juguete, de curiosidad para mostrar el propio estatus y ellos vivían, según Smeulders, “en el limbo entre la libertad y la esclavitud”. Muchas pintura retratan a estos niños con esos mismos collares.
Hay también historias de héroes que quisieron liberar a los esclavos, como la de Surapati de Bali, quien es considerado un héroe.
La muestra es parte de un proceso de cambio cultural que se ha venido cocinando en años recientes, acelerado por las protestas tras el asesinato de George Floyd en junio de 2020. Con millones de visitantes al año, en cuanto contenedores de memoria y vehículos de reflexión, los museos han adquirido como nunca una dimensión política.
El año pasado, el rey Guillermo Alejandro, al inaugurar la exposición, pidió disculpas por la “excesiva violencia” de los colonialistas holandeses en Indonesia durante la guerra de independencia (1945–49). Tres islas del Caribe, entre ellas San Martín, todavía pertenecen a Holanda.