Agoniza un año con varias alentadoras noticias sobre el medio ambiente y los trabajos de la sociedad civil. Cito un ejemplo que merece apoyarse. La Iniciativa Obio: productos y comunidades sustentables, en la que participan 24 organizaciones y cooperativas campesinas e indígenas. Surgió en septiembre de 2020 con el objetivo de abrir canales de mercado para productos de gran calidad elaborados por pequeños productores y productoras que trabajan bajo esquemas basados en el respeto y cuidado de la biodiversidad, el comercio justo y el uso de prácticas agroecológicas.
Entre las organizaciones que participan en esta iniciativa destacan: la Unión de Ejidos y Comunidades de San Fernando, la Cooperativa Tzeltal-Tzolzil, KAFE Productos y Servicios Sustentables y el Centro Agroecológico San Francisco de Asís. Las tres de Chiapas. La Unión de Comunidades Indígenas de la Región del Istmo; el Sistema Comunitario para el Manejo y Resguardo de la Biodiversidad, de Oaxaca; la Cooperativa U-Lool-Che, de Quintana Roo.
Cabe señalar la importancia de valorar el trabajo de las comunidades que habitan y conservan los territorios rurales del país. Y consumir lo que nos ofrecen. Los productos de la Iniciativa Obio se pueden adquirir en Tienda UNAM. Y para los lectores que deseeen más detalles sobre estos esfuerzos colectivos tan prometedores, pueden obtenerlos en: http://ccmss.centrogeo.org.mx/cms/obio.
Otra buena nueva es el fallo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en favor de las comunidades que por siglos habitan ese tesoro de biodiversidad que es los Chimalapas, en Oaxaca. Invadidas por ganaderos y talamontes patrocinados por los gobiernos de Chiapas, finalmente se dio un paso fundamental para la conservación de una riqueza natural de primera importancia. En la lucha por recuperar lo que siempre perteneció a los chimas, destaco la labor de la asociación civil Maderas del Pueblo del Sureste, encabezada por Miguel Ángel García Aguirre.
Otro logro importante es el decreto presidencial para impedir la destrucción de la Sierra de San Miguelito, en San Luis Potosí. Declarada en 1993 y 2003 Área Natural de Protección del Patrimonio Paisajístico y Recarga, en una cuestionada actuación de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas, se excluyeron de dicho patrimonio mil 805 hectáreas. La finalidad: entregarlas a poderosos intereses económicos y políticos que pretenden fincar en dicha superficie un megadesarrollo inmobiliario. Toca ahora a los comuneros y a las organizaciones sociales defensoras del medio ambiente y los recursos naturales, cerrar filas para que el decreto presidencial no sea cuestionado vía jueces al servicio de los intereses inmobiliarios. O alentando divisiones entre las comunidades de la Sierra de San Miguelito.
Muchas organizaciones ambientales, académicos que llevan décadas estudiando los problemas hídricos de la cuenca de México, al igual que la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas, advirtieron oportunamente de los daños sociales, económicos y ambientales que ocasionaría la construcción del nuevo aeropuerto en el oriente de la cuenca. Esa zona debía conservarse y de ninguna forma alentar un caótico proceso de urbanización, las actividades económicas y el avance de la mancha de asfalto sobre recursos hídricos fundamentales para millones de habitantes.
Los ignoraron y en 2014 comenzaron los trabajos para la nueva terminal. Los daños a la naturaleza fueron inmensos: desviación de nueve ríos que abastecían la región, se devastaron decenas de cerros en varios municipios y se alteró el funcionamiento del lago de Texcoco. Cabe recordar la violenta represión del gobierno del estado de México cuando lo gobernaba Enrique Peña contra los habitantes de Atenco por oponerse al citado proyecto.
Ahora el gobierno federal protegerá las 14 mil hectáreas que la codicia inmobiliaria y las grandes empresas constructoras alteraron en tan importante zona lacustre. Un homenaje a quien recuperó parte fundamental del lago de Texcoco: el ingeniero Gerardo Cruickshank García (1911-2006), impulsor de la recarga de los mantos acuíferos de la cuenca y la introducción y recuperación de varias especies de flora y fauna en más de 10 mil hectáreas. Al lago, llegan a invernar desde noviembre miles de aves procedentes de Estados Unidos y Canadá.
Cuatro logros en medio de tanta devastación ecológica.