Una reflexión nada científica, pero tan válida y “comparable” con una reflexión absolutamente científica como si lo fuera. Consiste en una nota musical que sube y baja, sin más, que he escuchado y que escucho continuamente dentro de mí y que, únicamente para mí, es una representación “real” de que Vicente Rojo se manifiesta en mí, de manera permanente, esté yo donde esté, escuchando y viendo y participando en la vida “real” con la nota; es decir, me indica que Vicente Rojo está conmigo en todo momento, que no hay un momento de mi vida, real o no, “sin él” en el que él se ausente o, en otras palabras, en el que me haya abandonado. Desde que murió, no me ha abandonado un solo instante hace ya más de media docena de meses, en los que no me acompañe, incluso, a pesar de que no hay ni ha habido un solo instante, desde que murió, en el que yo hubiera dejado de esperar que de pronto Vicente Rojo abriera la puerta de nuestra casa y se sentara o se recostara, que nos platicáramos con detalle, yo excitadamente, ecuánimemente él, nuestro día, como fue, qué hicimos, qué nos sucedió, qué esperamos cada uno o los dos a la vez, que suceda. La nota que sube y baja ha sido para mí una especie de entrevista virtual que trae de modo permanente la presencia de Vicente Rojo a mi lado.
En cuanto a la noticia que anuncio al principio de estas líneas, que, me gusta suponer, presuntuosa que soy, mis lectores, los que sé que lo son, los que lo sean sin que yo lo sepa, siempre pocos y aun si incluyen, como sé que incluyen, a científicos, en particular a uno de ellos, férreo, con toda razón, en que hipótesis, o suposición de la realidad de algo, es que sea probado y comprobado que lo es, sea, como pensador ávido, imparable, insaciable que lo es. En fin, una noticia, como anuncio, que a mis lectores, por pocos que sean, conocidos míos o desconocidos para mí, incluyan o no entre ellos a científicos, les complacerá conocer.
En todo caso, la noticia que quiero comunicar o compartir o, sencillamente, registrar, es que estoy en los albores de poner en papel un proyecto de libro nuevo; es decir, no uno que se tratara, como otros que tengo, de la recopilación de ensayos publicados aquí o allá, o cuentos, o crónicas, o artículos, o testimonios, sino uno “original”, quiero decir, sin antecedentes en lo que es mi escritura. Se trata, pues, de un libro nuevo, libro para el cual incluso ya he ido tomando notas, además, visibles, existentes.
Aparte de que la “noticia” pueda o no complacer a mis lectores hipotéticos (sé bien lo que el término significa, ignoro si etimológicamente o por uso, o como sea), a mí me complace.
Y el hecho de que quiera comunicar, compartir o sólo registrar esta noticia, a mí me parece indispensable, si no por otra razón, para contradecirme a mí misma, en el hecho de cada vez que he podido admitir, de manera pública (lo que comoquiera que sea está en mi diario y en mi diario queda), que, una vez publicada la memoria ficcionalizada que salió a la luz, precisamente hoy hace más de media docena de meses, había yo quedado vacía de todo deseo de volver a escribir nada sin antecedentes en mi vida de escritora; que al ver publicada, digo, Días de tu vida, yo no volvería a escribir nada sin antecedentes, quiero decir, en este sentido, sin otro origen que él mismo, es hoy una afirmación sin fundamento. Añado que para este proyecto original, o sea, sin antecedentes, de hecho ya he tomado notas, y no sólo eso, sino que ya tiene título, un título fijo, tras haberme referido a él como “título de trabajo”.
Es todo por hoy, lector amigo, seas quien seas. (Y perdona a qué grado me he “asincerado”, según dice el conocimiento popular, al nivel en que lo he hecho, al referir aquí semejantes intimidades, pero esto es una auténtica comprobación de lo que han sido para mí mis circunstancias actuales, quiero decir, lo que es para mí mi soledad, lo que es, para mí, la ausencia de Vicente Rojo.)