Saúl Canelo Álvarez y Julio César Chávez júnior cerraron el año desde polos opuestos. El primero como el deportista mexicano más popular y mejor pagado de la historia; el segundo, como el heredero de un apellido que generó muchas expectativas y ha dilapidado el potencial que alguna vez tuvo en sus manos.
Esta es la opinión de Ignacio Beristáin, veterano entrenador y fabricante de campeones mundiales, para quien el boxeo exige el mayor respeto y cierta ceremonia adecuada a un oficio noble, pero salvaje.
“Están en polos opuestos de este oficio: mientras Canelo sigue haciendo billetes, el Junior cada vez da más vergüenza”, afirma Beristáin.
El entrenador es frontal con sus opiniones, no disimula; como en el boxeo, lo que piensa debe ser expresado con honestidad.
“Ya tienen sus planes listos para el próximo año”, agrega; “Canelo se prepara para una farsa, porque eso de ir por el cinturón crucero ante un peleador (Ilunga Makabu) que no representa ningún reto, eso no es más que una farsa. El otro, el Junior –ríe al opinar–, hace mucho que su carrera está terminada y ya no tiene nada que ofrecer, salvo esas exhibiciones penosas como la que prepara (contra el youtuber Jake Paul)”.
Beristáin no duda en afirmar que pese al éxito sin comparación de Canelo, y el apellido del Junior, ninguno de los dos llegará a convertirse en un ídolo popular, esos personajes que más allá de sus hazañas están instalados en el corazón de la gente. Esos, como Julio César Chávez padre, Rubén Púas Olivares o Raúl Ratón Macías, obedecen a reglas diferentes, algunas inexplicables pero permanentes en la memoria colectiva.
“Álvarez es una máquina de hacer dólares, pero su boxeo, su personalidad, eso no consigue ganar la simpatía de la gente. Además le buscan peleas que están a modo para que gane ese cinturón crucero ante un peleador que no tiene ni calidad ni representa riesgo alguno, ¡por favor!”, apunta.
De Chávez no hay mucho qué decir para Beristáin. El hijo de Julio César ya no tiene nada que levantar –sostiene el entrenador–, lo único que hace es “dar en cada momento un espectáculo más vergonzoso”.
Don Nacho se hizo cargo del Junior cuando enfrentó a Canelo en mayo de 2017. Lo hizo sólo por el afecto que siente por su legendario padre, pero hoy afirma que no volvería a aceptar un encargo parecido bajo ningún argumento.
“Si me dijeran que hay que levantar la carrera del Junior, les diría que no se puede alzar a un muerto. Esa carrera se terminó hace muchos años, pero no lo quieren entender”, sentencia.