Dato duro para cinéfilos melómanos: circulan en estos días por las pantallas dos filmes musicales de muy distinto origen y de resultados muy diversos. Uno de ellos, me parece, es muy bueno; el otro es absolutamente prescindible.
El filme bueno es un muy atractivo documental titulado Sisters With Transistors (Lisa Rovner, 2020), una compacta, bien urdida y fascinante historia de las mujeres pioneras en la historia de la música electrónica. Hecho con recursos modestos y un inteligente uso de material de stock (tanto de las creadoras aludidas como de su entorno profesional, creativo y social), Sisters With Transistors aborda el trabajo y las aportaciones de un buen número de mujeres que, en contra de numerosos obstácu-los de todo tipo, siendo el género uno de los más duros de sortear, se dedicaron a experimentar con toda clase de aparatos y sistemas de creación y proceso de sonido para poner un pilar fundacional importante en los albores de la música electrónica. En el filme de Rovner se les puede ver trabajando primero con las rústicas cintas de carrete abierto y los generadores de sonido más primitivos, para ir avanzando hacia la parafernalia más sofisticada del oficio, como los sintetizadores ARP, Buchla, Moog y otros. Al narrar el trabajo de estas aguerridas electro-pioneras, Lisa Rovner pone énfasis en ciertos hitos particularmente notables de esta historia, como la creación del tema de la serie televisiva Dr. Who (1963) a cargo de Delia Derbyshire, la invención que hace Daphne Oram de su sistema Oramics (1962-1969) para convertir trazos visuales en sonidos, o la producción del legendario álbum Switched-On Bach (1968) de Walter Carlos. Por cierto: sí, se trata de un documental con un marcado enfoque de género, que no podía ser más enfático que en la figura de Walter Carlos, quien con el paso del tiempo se convirtió en Wendy Carlos. En este sentido, entre las diversas frases contundentes que marcan este buen documental, hay una que destaca con brillo singular: “Hasta ahora, la música ha sido un asunto de hombres blancos muertos”. Sisters With Transistors, filme que recomiendo enfáticamente, deja muy claro un hecho de importancia mayor: que el trabajo musical electrónico de las mujeres aquí destacadas es relevante porque es bueno y de calidad, y no por el género de sus creadoras.
El filme malo es la tediosa relaboración que Steven Spielberg ha hecho de West Side Story, el legendario musical conocido en castellano como Amor sin barreras, dirigido por Robert Wise y Jerome Robbins en 1961. En sus primeros momentos, la reciente película de Spielberg apunta hacia cosas mejores, estableciendo como una nueva premisa la gentrificación del entorno urbano en el que se desarrolla esta moderna versión de Romeo y Julieta (o “durmiendo con el enemigo”, como usted prefiera) y más tarde hace algunos apuntes interesantes sobre los estereotipos raciales y los conflictos sociales y políticos que engendran, así como sobre el espinoso tema de la (in)migración. Pero después de eso, todo es cuesta abajo. Los actores y actrices elegidos por Spielberg actúan y cantan mediocremente, y tampoco bailan de manera particularmente atractiva. Lo peor del asunto es que no hay química alguna entre ellos: ni la buena química entre los aliados, ni la mala sangre entre los enemigos. Probablemente ello se deba a la sempiterna tendencia de Spielberg a dulcificar y aplanar todo lo que toca; así, el potente conflicto planteado en la obra original pierde aquí mucho de su filo, sus aristas y su poder expresivo. Sí, ahí están los lucidores recursos técnicos, el presupuesto generoso y la proverbial eficacia de Spielberg, pero nada más. Por si fuera poco, quien subtituló la copia exhibida en México quiso dárselas de poeta traduciendo las canciones en rima, cambiando totalmente el significado original de las espléndidas letras de Arthur Laurents. Incluso la formidable música de Leonard Bernstein ha sido sometida a nuevos arreglos, que ciertamente no necesitaba. Lo único que deja este inútil remake (que por razones que no comprendo está en todas las listas de lo mejor del año) es el deseo imperioso de salir corriendo a ver la versión original de Wise-Bernstein-Laurents-Robbins.