Comparto con el empachado lector conceptos de aficionados que piensan y sienten. Beatriz Salas: “En un mundo cada día más idiotizado, ¿por qué la fiesta de los toros, ese frágil reducto del milenario culto al toro, iba a ser la excepción?” Ricardo Rangel: “Si el empresario de la Plaza México declara que lo de Ferrera ‘era de rabo’, la fiesta en México está en fase crítica”. Marcia Nevares: “Para sus definiciones de mexhincado ahí le va otra: en su país hasta miuras aceptan; en las colonias exigen de la Mora y Bernaldos. Los empresarios obedecen y la gente aplaude, alegre más que enterada”.
Aurelia Garza: “La imposición de la mansedumbre por parte de los taurinos, refleja una preocupante apacibilidad de los aficionados en particular y de nuestra sociedad en general”. Julio César Orozco: “Lamentablemente ante esta nueva amenaza los sectores taurinos, matadores, picadores y banderilleros, ganaderos, empresarios de toda laya y medios de comunicación, se han comportado con una indolencia y un valemadrismo a todas luces reprochable. No han dicho nada en defensa de la fiesta”. Fernando Corona: “El ganado que se lidió recientemente en Puebla confirma la apuesta suicida del grueso de las empresas, ganaderos y autoridades por una fiesta frívola y sin visión de futuro”.
Andrés de Tejada: “De incongruente defensor se puede calificar al líder sindical, ganadero y empresario Pedro Haces Barba, quien primero alardea de haber salvado a la fiesta de ser abolida en la capital por una camarilla de diputados animalistas y después ofrece burdos espectáculos en la plaza El Relicario, de Puebla, con reses de desecho, salvo el ejemplar de Zacatepec, y un ridículo concurso de ganaderías. Cínicos, no respetan al toro ni al público, menos a sí mismos”.
Sergio Carrera: “La fiesta brava no morirá de muerte natural ni de la neurasténica puñalada del prohibicionismo, acabará sus días debido la eutanasia activa que le aplicarán sus hijos más superficiales, inmaduros y ambiciosos, mediante el eficaz narcótico de la mansedumbre”. Israel Amezcua: “Muchos ingenuos supusimos que confinamiento, pandemia y recesión económica servirían también para que los dueños de la fiesta brava y sus empleados hicieran examen de conciencia como aficionados comprometidos con el futuro de la tauromaquia en nuestro país. Nos equivocamos, siguen echados en la hamaca de la mediocridad, apoyados por unos gremios incondicionales y una autoridad complaciente. No porque hubo buenas entradas en la México tienen intención de rencauzar la fiesta”.
Quizá por ello deberíamos memorizar la frase: “El poder conmina a creer, sólo falta que sus acciones nos logren convencer”. De ahí que los poderosos del sistema taurino mexicano, insensibles y antojadizos, tengan defensores de oficio que hacen como que defienden la fiesta de los toros cuando en realidad protegen el estado de cosas impuesto por esos poderosos para justificar decisiones y fraudes y preservar su intocable tauromafia.
Es mi dinero, parecen jactarse, y como todo anárquico autorregulado que se respete yo hago mi fiesta, con mi pobre concepto de espectáculo neofeudal de príncipes y vasallos, con toreros-bufones de mi preferencia y mi limitado concepto de bravura y trapío. La autoridad no es problema, su ignorante negligencia es proporcional a su corrupción. La fiesta nos pertenece y al que no le guste nuestra propuesta que no asista. Suena exagerado pero es la irritante realidad qu e el monopolio taurino, empleados y empresas satélites no están dispuestos a modificar, apoyados en funcionarios omisos y en defensores de dudosa valía.